10) Juego

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No soñó.

Cuando se despertó por la mañana, su primer pensamiento fue:

-¿Cuándo tengo clase de Defensa Contra las Artes Oscuras?

La respuesta era: a primera hora, así que salió de la cama con ganas y bajó a desayunar. Llegó al Gran Comedor y escrutó la mesa de Gryffindor en busca de algún compañero con el que sentarse, pero no encontró ninguno. Era aún temprano y los alumnos solían aplazar la hora de levantarse lo más que podían, aunque tuvieran clase a primera hora.

Sin embargo, cuando andaba por el pasillo central se dió cuenta de la presencia de Severus prácticamente solo en la mesa de los profesores, removiendo una taza de café tan negro que Harry podía apreciar su pureza desde esa distancia. Se sentó, pues, lo más cerca de él que pudo, a un extremo de la mesa de Gryffindor, y se sirvió algo de desayuno. El profesor aún no le había visto, pero lo hizo en el preciso instante en el que se llevó la taza a los labios, levantando la vista.

Snape se sorprendió al ver a Harry mirándolo fijamente con sus ojos verdes. Al tiempo que despegaba la taza de café de sus gruesos labios, levantó dos veces las cejas en un gesto de complicidad al que el muchacho respondió riendo en silencio.

Así empezó un juego mudo, en una enorme habitación "llena" de gente pero en el que solo jugaban ellos dos, era su secreto. Después de casi media hora de sonrisas torcidas, guiños, alzamientos de cejas y muecas de las que nadie pareció darse cuenta (la gente de nuevo parecía estar ciega), Severus consideró que era hora de irse y se levantó sacándole la lengua brevemente. Le hizo un gesto con la mano que el chico interpretó como un "Nos vemos ahora" y se marchó por una de las puertas laterales reservadas a los profesores.

Harry acabó lo que le quedaba del desayuno (con tanto jueguecito casi se le había olvidado) y subió al dormitorio para coger su mochila y plantarse delante del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras diez minutos antes de la hora.

Tal fue su sorpresa al ver llegar a Snape por el pasillo antes que ninguno otro de los alumnos que casi se le cayó el libro que llevaba fuera de la mochila, en la mano.

-¡Potter!- dijo el profesor, también sorprendido. -¿Qué haces aquí tan pronto?

-Lo mismo le pregunto yo a usted, profesor Snape.

Severus rodó los ojos y abrió la puerta del aula, invitando con un gesto a Harry a entrar delante de él.

-Vamos a hacer una poción, hay que preparar el material- explicó.

-Te recuerdo que ya no impartes pociones- le dijo Harry con una sonrisa.

Snape se le puso delante con un par de largas zancadas, cortándole el paso, y empezó a acercarse cada vez más a él mirándolo fijamente desde su altura, hasta que su torso tocó con el pecho de Harry.

-Diez puntos menos para Gryf...- el joven lo miró con expresión aterrada y él se arrepintió enseguida de la gracia. -Es broma, es broma. No me digas que tú también me tienes miedo, como Longbottom- sonrió y adelantó una mano para peinarle el negro flequillo con cariño. Su mirada se fue sin querer a los labios del muchacho. Estaban tan cerca que le pareció absurdo, y habría sido tan fácil acortar esa mínima distancia entre sus rostros que casi le incomodaba. Quería besarlo. Necesitaba besarlo. Pero intentó desechar ese deseo, porque no era el lugar ni el momento, y un alumno puntual podría asomar por la puerta en cualquier momento.

-Solo rozarlos- se dijo. -Solo un piquito. Las posibilidades de que alguien llegue justo en ese momento son nulas...- su mente matemática lo sabía, no pasaría nada. Pero su parte paranoica decía lo contrario. Finalmente, no hizo caso a ninguno de los dos, sino a otra voz mucho más coherente: su corazón, que le advirtió, como la letra pequeña de un contrato a firmar, de que, una vez hubiera tocado esos labios, ya no sería capaz de parar.

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora