67) Profecía

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Cartas con trocitos de chocolate envueltos en papel de plata continuaron llegando a la ventana del dormitorio de los chicos de sexto año en la torre de Gryffindor durante esos meses.

Harry llegó a conocer a Remus más en esas cartas que en los otros tres años que hacía que lo conocía. Cómo vivía en el Londres muggle y trabajaba de cajero en un supermercado, que era el único trabajo que se podía conseguir porque el paro en el mundo muggle también era muy alto, y entre los magos su condición de hombre lobo imposibilitaba que nadie lo contratara. Cómo le gustaba tocar música y escribir historias, cómo en las noches de luna llena, tras tomar la poción Matalobos que él mismo preparaba, se encerraba en una habitación insonorizada.

Y Sirius. En muchas ocasiones hablaban de él en sus cartas. Remus solía contarle a Harry historias de su juventud. Era muy sincero y le decía el momento exacto en el que empezaba a llorar mientras escribía. Ayudaba a Harry saber que no era el único triste, y llegó el momento en el que sus cartas, que habían ido creciendo en extensión y elocuencia conforme cogía confianza de que podía contarle a Remus cualquier cosa, también incluían el momento en que empezaba a llorar.

Y, aunque quizá fuera un poco mezquino, reconfortaba a Harry saber que había gente en circunstancias peores que las suyas, mira Remus, repudiado por la comunidad mágica, viviendo una vida de miseria en un barrio marginal, con el amor de su vida muerto.

Severus podría estar muerto, se repetía Harry, eso sería mucho peor.

Pero Severus no estaba muerto, no, estaba allí, dándole clase, comiendo en el comedor, a veces se lo cruzaba por los pasillos. La indiferencia del profesor hacia él seguía siendo absoluta, y Harry estaba de acuerdo con ello, pero ya no era como si se hubiera olvidado de quitarse la capa invisible.

Lentamente había aprendido a convivir con el sonido de su voz y su olor en el aula de Defensa contra las artes oscuras. Ya no temblaba pero muchas veces se sorprendía a sí mismo sobresaltándose por cosas sin importancia, y cuando lo hacía un escalofrío se le subía por la nuca, un hormigueo que lo obligaba a posar sus dedos fríos allí donde la brecha había estado aquel día.

Ron había aprendido a reconocer ese gesto suyo como peligro, y solía pasarle un brazo por los hombros y caminar fuera de dondequiera que estuvieran o tan solo darle un apretón a su mano por debajo de la mesa si estaban en clase. Siempre se sentaban juntos porque Hermione la mayoría del tiempo no era capaz de distraerse, no podía prestar atención a algo que no fuera la clase, y a veces Harry necesitaba la mirada tranquilizadora de alguien.

Irónicamente, la clase de pociones solía costarle más que la de defensa contra las artes oscuras. Y es que en pociones se veía en el aula en la que Snape le había enseñado por los últimos cinco años, estudiando la materia que sabía que era la vocación del hombre por mucho que ansiara el puesto de defensa, con su libro delante. Le sorprendía a Harry conservar el libro aún dado que ya no era un secreto que lo tenía, le sorprendía que Severus no se lo hubiera quitado aquel día, pero no iba a quejarse porque tener el libro significaba buenas notas en pociones y un poco (bastante) enchufe con Slughorn, con lo que Hermione había aprendido a vivir.

Le dolía tenerlo delante en carne y hueso en clase de defensa pero casi le dolía más leer su caligrafía, pasar la yema de sus dedos por encima de las formas de tinta precisas y apretadas en su libro de pociones, ver el nombre del Príncipe Mestizo en la primera página y suspirar... Aquello era lo íntimo de Severus, sus secretos, lo que solo él había llegado a conocer. Era descorazonador pasar de ser el primero para él, una persona especial, a uno más de sus cientos de alumnos, un examen más, una nota más.

Por lo demás las clases seguían como siempre, y el resto del tiempo lo ocupaba entre Quidditch, tareas y simplemente charlar en la sala común.

La primera vez que voló a los pocos días de... de... el incidente -nunca sabía cómo llamarlo, no quería utilizar la palabra correcta ni siquiera en su mente-, se sintió bien. Se sintió bien de verdad por primera vez en aquellos días, y supo que lo más inmediato que necesitaba era el viento frío en la cara. La poción que le había dado Remus había hecho maravillas y el dolor había desaparecido por completo, así que podía sentarse cómodamente en la escoba como siempre.

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora