Watashi no kawaii Doppio

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—¡Diavolo!—se lanzó hacia él y lo abrazó, dio un salto un poco alto para rodear las caderas de su amante con sus piernas.

Watashi no kawaii Doppio.—Susurró en su oído con esa sexy voz gruesa que el pecoso tanto amaba. Un orgasmo auditivo ciertamente.—¿Por qué tan emocionado, eh?

—No es nada.–respondió el pecoso pegando su cuerpo aún más. Pasó su lengua saboreando la boca de Diavolo y su rico labial sabor frambuesa. Ese acto tierno y salvaje emocionó a Diavolo quien posicionó sus manos en las nalgas de Doppio sacándole así sonoros suspiros.

—Ahhhh.

—Disculpen jóvenes están en la vía pública.—los interrumpió un policía de largos cabellos plateados.

Rápidamente Diavolo dejó a su joven amante en el suelo de nuevo y por su parte Doppio se limpió el labial negro que había quedado por toda su cara.

—Una disculpa oficial, no lo haremos de nuevo.—dijo el mayor un poco apenado.

—De acuerdo, no los quiero volver a ver haciendo eso aquí.

—Esta bien.—el de rosados cabellos agarró con fuerza la pequeña mano temblorosa de Vinegar. Y juntos se fueron caminando rumbo a la casa de el pecoso.—Insisto, ¿a qué vino ese recibimiento tan efusivo? Normalmente no eres así, Doppio.

—Es que estoy feliz.—respondió.

—Oh, mi dulce y tierno Doppio. ¿Pasaremos por Trish?

—Oh, no es necesario... Prosciutto iba a salir con los niños y dijo que llegaría algo tarde, pero que me la entregaría aquí en casa.—comentó el pequeño Doppio y se tiró en el sofá.

—Entonces... Eso significa...

—Tenemos tiempo para nuestra terapia, señor terapeuta.– nunca creyó verse a sí mismo de ese modo, pero se sentía tan bien que se atrevió a actuar algo más relajado y provocativo.

—Así es... ¿Hay algo que te moleste?

—Tengo depresión crónica y ansiedad social... Pero hoy me siento bastante bien, cariño.—recordó entonces las galletas que había horneado y rápidamente se levantó del sofá y como era de esperarse se mareó.

—¿Estás bien? Ten cuidado no te levantes tan a prisa, oye.—le dijo Diavolo al verlo perder el equilibrio.

—No te preocupes, estoy bien...—sacó de su mochila una pequeña bolsa de plástico con un lindo listón dorado, dentro podían verse galletas de chocolate con forma de conejitos.—Oye...—se acercó a Diavolo, su cara enrojeció de repente.

—¿Qué ocurre?—preguntó el otro.

—Toma, son galletas de conejitos... Yo...

—¿Las hiciste para mí?—preguntó el mayor y con cariño acaricio los violetas cabellos trenzados de su pequeño Doppio.

—No, en realidad las compré... Intenté hacer unas pero se me quemaron, lo siento.

—Oh, no te disculpes. Yo tengo ese regalo para ti.—le entregó una linda pulsera color verde.

—Más TÓXICO que Chernobyl.—leyó Doppio.—Vaya es muy hermosa.

—Hace juego con la mía.—Diavolo le mostró su pulsera con la palabra TÓXICO.

—Siempre quise unas pulseras de pareja.—el pecoso estaba muy emocionado. —En fin, abre tus galletas.

—Pero si no tengo hambre.—dijo.

—Vamos ¡ábrela!

—Bien, bien, mi pequeño y dulce Doppio.—abrió la bolsa y lo primero que encontró sombre las galletas fue una pequeña nota en una hoja de papel de colores.—¿Qué es esto?—abrió la nota y en seguida se comió una galleta. Leyó la nota con atención. Por su parte Doppio estaba muy muy nervioso. La nota decía en letras de color negro "Sé mi novio, por favor".

HotLine 【Doppio/Diavolo】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora