Las cosas cotidianas son un infierno

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Doppio solo durmió durante treinta minutos, pues Trish había despertado y no paraba de llorar.

—Aaaaaaaaaaaaa, waaaaaaaaaaaahh, waaaaaaaaaaahhh— sus verdes ojos se desbordaban de pequeñas lágrimas y de su nariz escurrían mocos. Mientras, su padre algo ansioso comenzó a hacer maniobras extrañas en un intento de mantenerla quieta para cambiarle el pañal.

—T-tranquila, princesa. Yo... ¡AGHHHHHH HUELES HORRIBLE!

Al oír eso, Trish lloró con el doble de fuerza, los pulmones de esa niña eran impresionantes.

—Oh no, debo decirle cosas agradables al bebé... Se-según el libro de El manual del buen padre, eso motivará la confianza. —terminó de envolver el pañal sucio y lo tiró a la basura. Se quedó pensativo un momento y volteó a ver a Trish, quien estaba ahora intentando pararse por sí sola. Trish le devolvió una mirada vacía, como si no le interesara que su padre se acercara a ella.

—¡Tú puedes hacerlo! Ehhh esto... Eres grande, Trish...—intentó animarla. La pequeña pelirrosa no hizo más que exclamar un sonoro "Baaahhh"

—Demonios, nunca puedo hablar con las mujeres... Es muy difícil. Y ahora tú vienes y me dices Baaahhh. Deberías cooperar un poco.

—Ba, ba, ba...

—Ya veo...

—Ba, ba, bwa

—Escucha... No te entiendo.

La bebé hizo una cara de molestia y prefirió ignorar a Doppio.

—Perdóname Trish, lamento ser una gran basura de padre. Tú mereces a alguien mejor.—cargó a la niña. Trish lo abrazó y le dio un pequeño beso lleno de babas. Comprendía que aunque él se sintiera fracasado en la materia de paternidad, aún así la pequeña niña lo quería.

—Bwa bababa...

—Ya sé, te llevaré a dar un paseo. Hace tiempo que no tenemos tiempo de "Padre e hija" o esas cosas, tú sabes ¿no?

—mmm, mmmmeee, paaaaa

—Lo... Lo siento, esta vez te compraré lo que me pidas y te subiré al columpio para bebés.

—Bfffuuu.—el rostro de Trish se iluminó.

Momentos más tarde, Doppio salía con su bebé y un bolso donde guardaba cosas necesarias, como leche, pañales y el oso de peluche de Trish. Era un día precioso en realidad y Doppio no lo habría notado si se hubiera sentido triste. Pero todo era diferente, la tremenda paja que se había metido le ayudó de alguna manera a sacar un poco lo que le molestaba y a aminorar el dolor que sentía por tener un pasado tan triste. Se sentía bien, aliviado. Como pocas veces se había sentido. Ninguna preocupación le invadía. Solamente así pudo disfrutar de ver jugar y crecer a su única hija.

Ese día transcurrió en calma y armonía, el pecoso sin duda amaba a su hija y el tiempo que había aprovechado con ella lo guardó con amor en su memoria, no quería olvidarse de cosas simples que le hacían disfrutar, pues vaya que necesitaba motivaciones como esas.

El bienestar de Doppio, sorpresivamente duró dos días completos, sin embargo había cosas pequeñas y "naturales" de la vida de los seres humanos que lo hacían odiar su estancia en este planeta, una de ellas era su aspecto físico. Toda la gente que lo miraba apenas podía creer que se trataba de un hombre de 25 años, la verdad es que su apariencia y algunos de sus comportamientos eran más típicos de un joven que atraviesa la adolescencia tardía a sus 18 o 19 años. Le molestaba salir a la calle con su hija en brazos y que todo el mundo lo viera y cuchicheara cosas a su paso, odiaba también que hombres y mujeres de edad mayor le vieran con ojos de lujuria, destetaba que el resto le tratara como a un niño. Se sentía frustrado pues sus opiniones no eran nunca tomadas en cuenta porque "¿Qué iba a saber un adolescente de la vida?". Doppio soñaba con aparentar su edad real aunque fuera un poco, pero sabía que eso no era posible pues en su genética llevaba ese terrible destino, como solía llamarle.

HotLine 【Doppio/Diavolo】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora