Ida y venida

890 131 42
                                    

Al día siguiente como por eso de las siete de la mañana, el sacerdote se despedía de su hijo una vez más. La pareja junto con su hija estaban por abordar su vuelo de vuelta a Italia. Pero en el fondo no querían irse.

—Te extrañaré hijo mío.–abrazó al joven quien lloraba discretamente.

—Padre, gracias por haberme recibido. Te extrañaré mucho, prometo venir el siguiente año...

—Esta bien, solo cuídate y sé feliz, aquí te estaré esperando.—se acercó a Diavolo—Muchacho, cuida de mi niño. Es lo único que tengo.

—Es mi misión en esta vida, señor. Quiero hacer a su hijo el hombre más feliz del mundo, quiero cuidar de él.—se dieron la mano para despedirse.

El vuelo fue rápido y sin contratiempos, al llegar nuevamente a Nápoles, Doppio sintió el radical cambio de aires.

—De nuevo en casa... Otra vez aquí. Pero es momento de continuar, es un nuevo inicio y quiero aprovecharlo al máximo.—dijo el pecoso.

—Si lo es... Pero pronto tendré que irme yo.–respondió Diavolo con infinita tristeza.

—Ahh, no importa cuanto tenga que esperar. Seré paciente. Aunque ¿sabes? Te extraño aunque aún no te has ido.

Diavolo deseaba que el tiempo no pasara, porque pronto tendría que irse a Cerdeña a estudiar psicología. Quería ser psicólogo, pero no quería alejarse de su querido novio. De modo que el hombre de rosada cabellera pasó noches y noches llorando en silencio, abrazando a un Doppio que dormía apaciblemente mientras él se moría por dentro.

Llegó entonces el temido día, todo estaba listo, había empacado todo lo que necesitaba y tenía listos todos sus documentos para la universidad.

—¿Estás bien? Es raro verte así de triste.—preguntó Doppio.

—No quiero ir, realmente quiero ir a la universidad pero no quiero alejarme de ti. No soportaría el estar lejos.

—Pero es parte de la vida. Nosotros seguiremos nuestros sueños y aunque esto es solo una dificultad tú y yo seremos fuertes ¿no? —Doppio abrazó a su amante como lo hacía siempre, pero esta vez un sentimiento de terrible tristeza invadió su pequeño ser, ese iba a ser el último abrazo que le daría en mucho, mucho tiempo.

—No quiero que te apartes de mí... No quiero partir ahora. Desearía llevarte conmigo.—su voz se tornaba apagada, reflejaba el poco ánimo y las ganas de dejar atrás todo lo que había tenido y que tanto amaba.

—No estés triste, verás que el tiempo pasará deprisa y que en el momento que menos te lo esperes, volverás y podremos estar juntos como siempre.—por primera vez en su vida, el pecoso trató de ser lo más positivo posible, quería animar a su novio para que su separación no fuera dolorosa y triste como lo son todas las separaciones de ese tipo. Pero muy en el fondo, Doppio luchaba contra si mismo, contra el impulso de abrazar a Diavolo y llorar en sus brazos suplicándole le que no se fuera. Intentaba ser fuerte, no quería romperse. No quería verse débil y que su amante lo notara. Intentaba al menos por una vez ser fuerte.

—Quizá exageramos.—dijo Diavolo secando una lagrima solitaria que resbalaba por su mejilla.—Estoq je ocurre con nosotros no es para tanto, hay gente que pasa por peores situaciones y continúan adelante.

—Si, si.—afirmó el pecoso.

Diavolo sintió que su cuerpo se congelaba al ver a su transporte pasar en frente de él. El taxi se detuvo cerca de la pareja.

—Creo que es hora de que te vayas.—dijo Doppio sintiéndose en ese momento más muerto que vivo.

—Si... Es hora.—el mayor tomó con suavidad las manos de su novio y las acercó a su pecho, de modo que Doppio sintió su corazón latir. Como por impulso el menor se estiró un poco y dejó un pequeño beso en la boca de su amado, era el último que se darían en mucho tiempo.

Un beso corto pero lleno de sentimientos. Los ojos de Doppio se llenaron de lágrimas una vez más y nuevamente Diavolo probó ese salado líquido al besarle la pecosa mejilla.

—Te amo.—dijo con tristeza.

—También yo. Recuerda que aquí te esperaré.—dijo Doppio.

Diavolo abordó su transporte sin echar una última mirada atrás, sabía que si lo hacía no iba a poder irse. Sabía que si veía a su amado a los ojos una vez más no iba a poder se pararse de él. Sin embargo, el hecho de que Diavolo subiera al auto sin voltear a verlo una última vez hizo a Doppio sentir que su corazón se rompía.

El taxi se alejó rápidamente, llevándose consigo la estabilidad emocional del pecoso.

"¿Y ahora que sigue?"

Esa tarde, Doppio se sintió extraño. No era que fuera una persona completamente dependiente de su pareja, pero sentía el ambiente muy solo y la casa muy vacía sin Diavolo a su lado. Todo el día transcurrió con relativa normalidad, había tratado controlar sus ganas de ponerse a llorar. Doppio pensaba que no podía estar toda la vida gastando sus lágrimas. Además, no tenía nada del que ponerse triste, el hecho de que Diavolo se fuera a estudiar a Cerdeña era algo bastante bueno así que debía estar feliz por él.

Por su parte el de rosada cabellera se mantuvo pensativo todo el viaje, no fue sino hasta llegar a su destino que pudo reaccionar. Se dio cuenta de que todo había sido bastante rápido. Pero él era fiel creyente de la idea de que mientras las cosas fueran más rápidas, menos dolor causarían. Pero en este caso, no era así. Se sentía extraño, ajeno al lugar, al tiempo, como si fuera alguien simplemente existiendo fuera de contexto. Todo era distinto sin Doppio a su lado.

Turururu... Turururururu...
Era casi media noche y el sonido del teléfono despertó al pecoso hombre que dormía abrazando a su hija.

–¿Hola?

—Mi hermoso Doppio. He llegado. Solo quería llamar para decirte que estoy bien, fue un viaje agitado. Pero llegue sin contratiempos.

—Me alegro tanto de escuchar tu voz de nuevo.—respondió el pecosito más que emocionado.

—Espera diariamente mi llamada, amor mío. Todos los días a la media noche será la hora de amarnos a distancia...

Hola, perdonen la demora pero la universidad me tiene FRITO... Apenas tuve tiempo libre y pues lo aproveche para escribir esta mamada.

HotLine 【Doppio/Diavolo】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora