Malos comentarios

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Después de almorzar se dirigieron a casa. El viaje habría sido incomodo si a Doppio no se le hubiera ocurrido encender la radio. Diavolo condujo hasta la casa y ayudó a su hermano a cargar su equipaje. Por otro lado, Doppio apenas llegaron y corrió hacia la casa de Prosciutto para ir a recoger a Trish, quien se encontraba jugando con su amigo Pesci.

—Así que... ¿Aquí vive él también?—preguntó Naso al ver la bonita casa.

—En realidad su casa está en otro vecindario, pero este año piensa rentarla. Cuando éramos novios hace mucho tiempo lo invite a vivir conmigo. Se quedó aquí cuando yo me fui, así que creo que es más su casa que la mía.

—Tsk.

—Hermanito no pongas esas caras. Doppio es una persona buena y linda. ¿Por qué te molesta tanto que yo lo quiera?

Los ojos de Solido Naso ardieron, parecía celoso.

–Es que no quiero compartirte con nadie, y menos con esa basura idiota de Doppio.

—Dale una oportunidad. Verás que se van a llevar muy bien.

—No lo creo, lo conozco de hace años y créeme que es una persona muy desagradable. Es de ese tipo de gente que te hacen únicamente perder el tiempo. Es un holgazán, sin autoestima, es tonto muy torpe y se la pasa llorando por todo. No merece la pena.

–No digas eso. Doppio es la persona más perseverante que conozco y aunque siempre se hunde en la mierda... Encuentra una forma de salir de uno o de otro modo. Admiro eso de él.

–Duavolo, te lo digo por el lazo inquebrantable que nos une... No te cases con él. Es una total mierda.—dijo con un tono que realmente daba miedo.

—Lo siento, hermanito.—acaricio la cabeza de Naso despeinándolo—Esta decidido, Doppio será mi esposo.

Una vez más Solido Naso puso una horrible cara. Él odiaba a Doppio por dos razones, la primera era la envidia que sentía hacia el inocente pecoso. Todo mundo adoraba a Doppio y eso hacía enfurecer a Naso, la segunda era que él siempre había sido muy unido a su hermano mayor. Naso amaba a Diavolo sobre todas las cosas, era a la única persona que tenía y siempre había asustado a todos sus amantes pues no quería que su hermano mayor se olvidara de él por tener una pareja. Ciertamente era algo muy enfermo, aquel joven hubiera hecho lo que sea para separar a su hermano de cualquier persona que estuviera interesada en él.

Más tarde, Doppio llegó a casa con Trish. La pequeña pelirrosa se sorprendió al ver a Naso sentado en el sillón viendo revistas de cosméticos.

—Papi, ¿quién es ese?—preguntó en voz bajita.

—Es el hermano de Diavolo.—respondió Doppio.

Naso quitó la vista de su lectura para posar sus ojos sobre Trish. Al instante la pequeña sintió su cuerpo llenarse de una sensación extraña, un escalofrío la recorrió y la hizo temblar.

—¿Por qué me hace sentir así?

—Ignora eso, pequeña.—dijo Doppio.

Apareció entonces Diavolo y Trish corrió a sus brazos.

—Cariño, ¿cómo te fue en la escuela?

—Bien, papito. Me fue muy bien.

—¿Papito? ¿Permites que ese monstruo te diga así, Diavolo?—preguntó Naso sumamente molesto.

—Es mi hija.—dijo Diavolo abrazando fuerte a Trish, quien escondía su carita en el pecho de su padre, quería llorar.

—No, no es tu hija. No la hiciste tú ¿verdad? Es de ese inútil y la mugrosa esa... Mmm ¿cómo se llamaba la idiota? ¿Rafaela?

—¡Cállate!—explotó Doppio.—Puedes meterte conmigo, puedes indultarme y hacerme daño, lo que no permitiré es que ensucies el recuerdo de mi amada Donatella y mucho menos permitiré que le digas esas cosas a mi hija.—las lágrimas parecían hervir en su rostro.

—Pffft, por favor. No te he dicho nada y ya estás llorando. Tan débil como siempre.—se burló otra vez.

—Diavolo, dile algo.—Doppio intentó que su novio calmara la situación.

—Oye, hermanito. Esos no son formas de hablar... Te pido que tengas más respeto con Doppio.

–Si, si, lo que digas. Pero que quede claro que loso lo haré por ti, Diavolo. Odio a ese pecoso idiota y sabes que no estoy de acuerdo en que se casen.–volvió a mirar su revista.

Duavolo le entregó a la niña a su novio.

—Ve a calmar a Trish. Yo hablaré con él.

—Si.—asintió el pecoso y se llevó a su hija a la habitación.

La pequeña Trish no paraba de llorar.

—Papi, ¿por qué me dijo eso?

—No lo sé. Siempre ha sido así. Por su culpa... Por su culpa yo soy lo que soy. Una basura asquerosa e inútil.

—Papito, escucha... No es verdad lo que dices, no eres una caca, él si lo es. Es malo contigo, no deberías dejarte.

—Es que no sé qué hacer, Trish. No me gusta pelear y Sólido Naso parece ser de aquellos hombres que adoran estar en problemas y así...

—Papi, nada cambiará si tú te quedas callado. Quizá papi Diavolo sabe qué hacer. Habla con él por favor. No quiero verte triste y que el tío Naso te siga haciendo daño.

Doppio pensó en esas palabras seriamente. Pero al final prefirió guardar silencio otra vez. No quería que Diavolo se molestara con su hermano por su culpa... Y si le contaba lo terrible que había sido su pasado posiblemente Diavolo no perdonaría a Naso.

El tiempo pasó y Doppio tuvo que continuar soportando los malos comentarios de Naso. Aquel tipo de verdad que era grosero y chismoso. Pero Doppio era fuerte y sabía reprimir sus sentimientos.

Aunque no duró mucho pues al tercer día, Diavolo tuvo que salir a dar una consulta de emergencia y dejó solos a su hermano y a Doppio.

—Diavolo no está en casa. No puedes esconderte a llorar como marica y no tienes a quien te defienda ahora, Doppio.—dijo Solido Naso entrando en la habitación donde se encontraba Doppio.

—¿Qué quieres? ¿A qué veniste? ¿No te parece suficiente el daño que me hiciste?

—No. Además, no vengo a hacerte mierda esta vez. Necesito hablar seriamente contigo.—cerró la puerta de la habitación asegurándose de poner bien el seguro.

Hey me quiero morir, me hice pendejo todo el fin de semana... Pero bueno... Supongo que no es malo echar la hueva a veces...creo.

HotLine 【Doppio/Diavolo】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora