Quiero un expreso doble y tu número también

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Escuchó la respiración entrecortada y un sexy gemido que le erizó la piel.

—¿Y bien? ¿Cómo te sientes ahora, mi dulce Doppio?—preguntó.

El muchacho no respondió más que con otro gemido suave. Así Diavolo sabía que nuevamente había hecho un buen trabajo.

—Cariño, tus gemidos son la gloria.

—Muchas gracias...Ahhh, creo que esto es lo que de verdad necesitaba.—contestó Doppio.

—Recuerda, tú eres hermoso y tu cuerpo es perfecto. Para mí lo eres.

—G-gracias... Te quiero mucho Mr. Pink, de verdad. Nos hablamos luego.—aquel "Te quiero mucho" quedó grabado en la memoria de Diavolo, durante todo el tiempo que llevaba en la hotline jamás había tenido a un cliente tan adorable como Doppio, incluso sentía que le quería también.

El teléfono sonó nuevamente, rápidamente tomó la llamada para atender a su siguiente cliente.

—SexPhone soy Mr. Pink ¿cómo puedo complacerte? — continuó con su interesante trabajo, gemidos falsos, juegos sucios, solo sexo por teléfono, lo cual ya le aburría un poco.

Después de algunas horas, Diavolo miró el reloj, ya era hora de cerrar su línea y cedérsela a el chico nuevo que se hacía llamar Rubia Mafiosa. Colgó el teléfono después de la llamada de su último cliente del turno y se levantó de la silla, tomó su chaqueta y se la puso, revisó tres veces si no olvidaba nada antes de salir de su pequeño cubículo.

—Nos vemos, Mami Mafia.—se despidió.

—¡DALE DALE DALE, NO PIERDAS EL TINO, ÁBREME LAS PIERNAS Y MÉTEME EL PEPINO!—Bruno se giró en su asiento y se despidió con la mano, tenía una amplia sonrisa en su rostro, su trabajo le divertía demasiado.—Ahhh, Abbacchio... Qué rico...—continuó con su llamada.

Se dirigió a la salida y caminó rápidamente a la avenida, aún tenía tiempo de sobra para llegar a su otro empleo así que decidió parar en una cafetería cercana para hacer tiempo, pues desde hace algunos días tenía un antojo terrible de un doppio y una rebanada de tarta de fresas.

Entró en el establecimiento, un local nuevo, bastante bonito, pequeñas mesas por todo el local, enormes estantes con libros en el fondo, el mostrador lleno de pasteles, tartas y todo tipo de bocadillos, además de varias cafeteras y una vitrina llena de diversos tipos de café de grano para preparar con agua hervida, aquel lugar tenía su encanto, un escape del mundo cotidiano, hecho especialmente para relajarse, leer y tomar café.

—Buenos días.—se acercó a que le atendieran. Observó con atención la lista de precios.—¿Hola?...

—¡L-Lo siento! ¡Estaba cambiando el filtro de la cafetera! U-una disculpa.—respondió un chico pálido, con el cabello atado en una complicada trenza y la cara salpicada de pecas.

—Oh, no. No te preocupes.— Diavolo lo observó con los ojos como platos, su corazón latió con tanta fuerza que podía escucharlo y casi sentía como se salía de su pecho. Se fijó entonces en el pequeño gafete con su nombre escrito en cursivas. Vinegar, D.

¿Qué va a ordenar?—preguntó. Ese tono de voz, Diavolo lo reconocería en cualquier lugar.

—Esto...quiero una rebanada de tarta de fresas y un doppio. —observó como al muchacho se le caía la libreta de notas de las manos.

"Se triggereo, seguro reconoció mi voz"

—Disculpe, ¿podría repetir de nuevo su orden?

—Un expreso doble y una tarta de fresas, por favor.

HotLine 【Doppio/Diavolo】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora