Capítulo I

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— ¿Qué deseas ser? —el hombre alto de ojos oscuros miraba a la niña pequeña que lo observaba fijamente— ¿una dama o una guerrera como tu padre?

Desde que la pequeña tuvo memoria, su madre solía contarle historias sobre su padre, a quien nunca conoció, pues había muerto unos meses después de su nacimiento. Un caballero legendario, como todos aquellos que murieron con él. Esos caballeros de leyendas y llenos de gloria, como Ser Barristan "el Bravo" o como el mismísimo "Toro Blanco" o el "Caballero Dragón".

Arthur Dayne había conocido a la doncella que daría a luz a su hija cuando era muy joven, sin embargo, su romance no florecería hasta que el príncipe Rhaegar, Lyanna Stark y la Guardia del Real llegaron a la Torre de la Alegría, en Dorne.

La joven Alyce era dama de compañía de Lady Stark durante su estadía en Dorne. De mediana estatura, cabello negro con el carbón, ojos castaños y sonrisa fácil, la única mujer capaz de hacer que el honorable Arthur Dayne, con el permiso de su príncipe claro, hiciera falta a su juramento. De su romance nacería Lyanna Arena, la bastarda de Arthur Dayne, llamada así por Lady Stark, quien se había ganado el corazón de todos quienes la acompañaban.

La niña, sin dejar de pensar en las historias de su padre extendió su mano hasta el hombre quien le tendió una lanza pequeña mientras su madre la miraba con un aire misterioso y triste.

Ese fue el día donde fue llevada a Lanza del Sol por el hombre, Oberyn Martell, para vivir como su protegida.

— Aparte de que la familia de tu padre es de nuestros abanderados más fieles, tenemos una deuda con la familia de tu madre — le explicó el príncipe a la joven Lyanna una vez después de sus entrenamientos —. Las leyendas dicen que uno de sus ancestros, en la época de Aegon el Conquistador, tomó el control del dragón de Rhaenys haciéndola caer y matándola a ella y a la bestia. Dicen que utilizo grandes poderes ancestrales heredados de los niños del bosque y de los primeros hombres.

Su madre le había contado esa historia, de como un joven se arrodilló y sus ojos se hicieron ciegos mientras el dragón los sobrevolaba y como este pareció dar vueltas, soltando fuego y desplomándose con un gran estruendo matando así a su jinete y a él mismo.

Mientras crecía sus lecciones eran diferentes. El príncipe Doran le enseñaba sobre libros, estrategias y sabiduría mientras que el príncipe Oberyn le entrenaba con todo tipo de armas, le enseñaba sobre venenos y le contaba historias sobre sus viajes y de sus hijas, con quienes se llevaba bien la mayoría del tiempo. A Lyanna le gustaba su vida, pero tendría que aprender sobre el sufrimiento demasiado temprano.

Alyce, la madre de la pequeña niña, murió de una gran fiebre cuando Lyanna tenía 7 años.

— Me reuniré con mi Arthur, con mi príncipe y con mi Lady — susurraba la mujer agonizante acariciando la mejilla de su hija — tienes que vivir por todos nosotros ahora.

Lyanna solo recordaba como su tía Allyria la sacaba de la habitación con sumo cariño, ya que los Dayne sabían de ella y la visitaban seguido aunque nunca había sido muy cercana a ellos.

Al cumplir 10 años, la joven Lyanna estaba en camino de tener una belleza tan legendaria como de aquella de quien heredó el nombre. Su cabello era tan oscuro como el de su madre y sus ojos de un violeta brillante como los de su padre. Su rostro delicado y delgadez le daban una apariencia de fragilidad de la cual los príncipes de Dorne se sentían orgullosos, pues tenían un plan para ella.

Los príncipes de Dorne sabían de la admiración que la niña sentía por su padre, y sabían de la devoción que este sentía hacia los Targaryen. Por lo que, cuando llegara el momento... le pedirían que cruzara el Mar Angosto y sirviera de consejera y guardia de Viserys Targaryen y de su hermana, Daenerys.

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