Capítulo VIII

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En el sueño, Lyanna volvía a ser la joven doncella que una vez había sido. O al menos así se sentía, pues caminaba por los cálidos pasillos de la Invernalia en la que creció. El lobo huargo aun hondeaba en las astas de la fortaleza y en el aire se podía sentir la paz.

Pensó que era un recuerdo hasta que se vio correr junto a Jon Snow. Lyanna no había visto su reflejo en años, pero estaba completamente segura que aquella chiquilla que reía a carcajadas no se parecía en nada a ella.

Al parecer, el sueño era más una visión que un recuerdo. Vio a Lady Catelyn caminar junto a un pequeñísimo Rickon, a Robb y Theon jugar con espadas, a Bran y Arya correr entre los árboles mientras Sansa practicaba con el arpa. Entonces todo se llenó de oscuridad, que solo ella pudo notar pues su yo pasado y su familia seguían viviendo con relativa felicidad.

Vio a Jaime y Joffrey ingresar a la fortaleza seguidos por toda la caravana real. Vio las fiestas y los banquetes que siguieron a ese momento. Se vio a si misma llorar en sueños. Vio a Bran caer. En ese preciso momento, mientras Bran caía de la Torre Rota, una bandada de cuervos sobrevoló el lugar.

Como si se tratara de una fuerza mayor, Lyanna se vio arrastrada detrás de los cuervos. Llego a la entrada del bosque de los dioses y escaló el árbol que guiaba a una de las entradas de la Torre. Algo en su interior le pedía que se detuviera, que simplemente despertara y saliera de ahí. Que lo único que la mantenía humana estaba a punto de quebrarse. O que aprovechara de revivir momentos más gratos, pero una fuerza superior la obligaba a seguir.

- No me gusta – decía la mujer. Lyanna no había escuchado esa voz en mucho tiempo –. La Mano del Rey debería haber sido tu puesto.

- No lo quieran los dioses – respondió otra voz, haciendo que titubeara un poco mientras subía por la torre –. Demasiado trabajo para mí.

- ¿No te das cuenta del peligro que corremos? – regañaba la mujer –. Robert ama a ese hombre más de lo que ama a sus hermanos.

Cersei y Jaime Lannister, casi desnudos, hablaban sobre el reciente nombramiento de Ned Stark como Mano del Rey. Y como eso suponía un peligro para ellos.

Lyanna, al llegar a la cima de la torre donde antes solía verse a escondidas con Jon Snow, ni siquiera pareció notar lo que hacía su futuro esposo con su hermana pues se encontró con la mirada inocente y sorprendida de un niñito pelirrojo y de ojos azules en la ventana.

No le sorprendió en absoluto, pero si le rompió el corazón. Un poco más de lo que ya estaba.

Jaime morirá para Lyanna si resulta que él tuvo que ver con el accidente del niño Stark – escuchó la voz de Tyrion a lo lejos, como un eco –. La única razón por la que no nos odia, ni a él ni a mí, es porque no lastimamos directamente a su familia. No como lo hicieron mi Señor Padre y mi amada hermana.

Cersei, en medio de gemidos, grito horrorizada al notar al niño que trataba de alejarse de la ventana mientras apartaba a Jaime de un empujón.

- Nos ha visto – se quejó la reina con voz chillona.

- Eso parece – concedió Jaime mientras se vestía un poco y estiraba la mano hacia Bran –. Dame la mano. Te vas a caer.

Bran se veía desconfiado y aterrado mientras Jaime lo jalaba hacia la pequeña ventana. Bien sabia Lyanna que Jaime era muy fuerte.

- ¿Qué haces? – pregunto Cersei horrorizada.

- ¿Qué edad tienes, chico? – preguntó Jaime a su vez, ignorando deliberadamente a su hermana.

- Nueve – susurro Bran con evidente temor en su voz.

- Las cosas que hago por amor.

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