Capítulo VI

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Alyce tenia veinte años cuando Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen llegaron a su vida. Como mucha gente en Dorne, no tenía un nombre familiar, ni siquiera un nombre bastardo, pero era la guardiana de esa torre en la que vivía. Su padre, que había servido de mayordomo en Campoestrella, le contó que un antepasado de los Dayne mando a construir aquella torre para su familia y que desde entonces ambas familias estaban estrechamente relacionadas.

Ella no se llevaba bien con los Dayne, solo con la niña Allyria y su hermano el caballero, pero como su padre, era una fiel sirviente de Lord Dayne. Así que no dudo en aceptar dar su hogar como refugio para Ser Arthur y sus acompañantes.

Practicaba con su lanza cuando llegaron, sin ceremonias, sin un banquete, sin nada. Ni siquiera iba vestida de una manera "adecuada" ya que iba con pantalones cortos y una blusa sencilla con el cabello en una larga trenza.

- ¡Ser Arthur! – saludó con una sonrisa resplandeciente –. Supongo... que tienes compañía.

- Solo un príncipe, una doncella y otro caballero – Ser Arthur desmontó de un movimiento y le besó la mano a su anfitriona –. Nada demasiado sorprendente.

La chica rio con energía, haciendo que tanto el príncipe y la doncella lobo sonrieran extrañados. Alyce era bajita, apenas llegando a la vara y media. Tampoco era delgada, ni extremadamente atractiva, pero algo en ella iluminaba a todos.

Bajo sus cuidados, Lyanna Stark volvió a ser aquella doncella salvaje que reía a carcajadas, que corría con espadas y cabalgaba como si parte de su alma fuera un caballo. El príncipe dragón volvió a brillar junto a su doncella.

- Están enamorados – afirmó Alyce una vez que se encontraba sola con Ser Arthur –. El príncipe y Lyanna.

- ¿Es tan obvio? – Arthur había envejecido en aquellas semanas –. No estaríamos aquí si no fuera por eso.

- Y esta casado con una Martell – Alyce se alejó y le sirvió vino –. ¿No es traición?

- El amor es una emoción rara – el Ser bebió de un trago toda la copa –. Me pregunto cómo se siente.

Ser Oswell era alguien taciturno y honorable que jamás dejo de cumplir su deber, sin cuestionar nada, por lo que Alyce nunca hablo mucho con él. Con Ser Arthur era otra cosa, pues el caballero bebía un poco más de lo recomendable para lidiar con el estrés. Lyanna y Rhaegar estaban juntos todo el tiempo, siempre enfocados el uno en la otra y viceversa, por lo que la anfitriona se hizo compañera de copas de Ser Arthur.

Una noche en específico ambos estaban más ebrios de lo normal.

- ¿Cómo crees que se siente? – preguntaba Alyce –. Amar tanto a alguien.

- Rhaegar dice que es... luz. Dice que antes se sentía en plena oscuridad, con leves focos de luz, pero que cuando esta con Lyanna... la oscuridad solo queda en su memoria.

- ¿Ya escribió una canción sobre eso? – ambos estallaron en carcajadas para después sorprenderse en un silencio cómodo.

Lo siguiente que supieron era que estaban fundidos en un apasionado beso, con el caballero alzándola ligeramente del suelo y con ella aferrada a él.

- No... yo hice un juramento – Ser Arthur rompió el beso, pero no se alejó de ella –. No puedo.

- No soy ninguna doncella Arthur – respondió Alyce con una sonrisa coqueta –. Y el honor no abunda por aquí.

No se amaban al inicio. No vivieron una apasionada historia de amor. Solo fueron amigos que se acostaron un par de veces y que resultó en un embarazo. Ser Arthur, totalmente avergonzado y dispuesto a enfrentar las consecuencias de sus actos, le conto todo al Príncipe, quien con una risa le disculpó y le quitó la capa blanca.

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