— Chichones —unos huérfanos molestaban a la pequeña Arya Stark a las afueras de Desembarco del Rey.
Lyanna observaba a través de un gato a la niña. Por lo poco que se había enterado, Yoren, un hermano juramentado de la Guardia de la Noche había acogido a la niña, le había cortado el cabello y la hacía pasar como un huérfano para llevarla al norte.
Era el día del nombre de Joffrey. No le habían obligado a asistir ya que hace muy poco había dado a luz, pero lo haría por Sansa.
Arthur y Joanna comenzaron a chillar, como si presintieran que su madre se alejaría de ellos. Arthur tenía el cabello oscuro y los ojos de un verde esmeralda, los ojos de su padre, mientras que Joanna tenía el cabello dorado y los ojos violetas de su madre. Para Lyanna no existía nada más precioso que aquellos dos bebes.
Oye mi rugido —pensó Lyanna cogiendo a ambos con una maestría poco común.
Era joven, no más que una niña, pero el ser madre era más instinto que otra cosa. Aunque admitía que había días en los que solo quería recostarse y llorar, o lanzarse por una ventana.
Nada la había preparado para afrontar la crianza de no uno, si no de dos niños por su cuenta. En contra de todos sus instintos, Lyanna tuvo que reconocer que la ayuda de Cersei con los niños había sido vital para ella. La reina le enseño como tranquilizar a sus hijos, alimentarlos, cambiarlos. Varias damas de la corte y maestres habían afirmado, que al igual que Lyanna, Cersei no dejo que sus hijos fueran criados por otras mujeres.
— Son Lannister, y solo una madre es capaz de amar y cuidar a sus hijos de la manera correcta —le había dicho la reina en una de las muchas tardes.
Sansa también pasaba muchísimo tiempo con Lyanna, quien le había rogado al rey Joffrey que por favor le cediera tiempo con la doncella para que esta le ayudara. Además, aprovecharía de instruirla para cuando llevara los hijos de él en el vientre.
El rey accedió de buen grado, pensando que estar en medio de Lannister torturaría un poco a su prometida, ignorando completamente que esta tenía con Lyanna.
Lyanna sufría por no poder hacer algo más para ayudar a Sansa, quien constantemente era humillada y a veces golpeada por la Guardia Real, aunque nadie se atrevía a tocarla cuando acompañaba a la joven madre.
— Lady Lyanna —Cersei Lannister hizo su entrada en la habitación que Lyanna una vez compartió con Jaime Lannister. Lyanna odiaba que la reina jamás tocará antes de entrar —¿Asistirá al torneo?
— Alteza —saludó Lyanna mientras depositaba a los mellizos en su cuna. De alguna forma había logrado tranquilizarlos —. Tengo entendido que usted no ira, así que pensé que alguien de la familia debía estar al lado de nuestro rey en este día importante.
Joffrey controlaba un poco sus impulsos mientras estaba con su madre, pero como esta no asistiría al torneo, Lyanna decidió asistir en su lugar. No controlaba al rey como la reina lo hacía, pero él parecía respetarla de alguna forma. Si ella se lo pedía, ese día Joffrey no le haría daño a Sansa. No aquel día.
— Entiendo. Gracias por representar a la familia —Cersei hablaba mientras se acercaba a ver a los mellizos que jugaban con sus pies. No pudo evitar sonreír al verlos —. Mi Lord padre se dirige a Harrenhal y no aquí, como le pedí que lo hiciera.
— ¿Sabemos algo de Jaime? —preguntó Lyanna. Al principio preguntaba por obligación, pero ahora lo hacía de corazón. Al ver a sus hijos, deseaba con todo el corazón que conocieran a su padre.
— Que está vivo —la mirada de la reina pareció perdida y comenzó a salir de la habitación —. Ya envíe a dos nodrizas para que se ocupen de los bebes mientras estés lejos. Nos vemos más tarde cuñada.
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Guardián
FantasyLa historia de Lyanna Dayne, la bastarda legitimada de Arthur Dayne, que se vera envuelta en el Juego de Tronos, pero su destino es un poco mas grande que ese. Todos los personajes de Juego de Tronos pertenecen a George R. R. Martin y HBO, solo Ly...