Capítulo IX

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Tyrion Lannister vestía de manera elegante aquel día. Pod, su escudero, lo había vestido con sedas rojas, joyas y la insignia de su familia. Dejo la insignia de la Mano del Rey a un lado, pues a su hermana no le agradaba que le recuerden que él era el segundo hombre más importante del reino. Tenía una reunión importante.

— ¡Mi Lord! —Varys lo alcanzo en medio de uno de los patios de la Fortaleza —. Tienes que leer esto lo antes posible. Es información sobre el norte.

Ambos hombres compartieron una larga mirada, pensando en exactamente lo mismo. En la misma persona.

— ¿Son buenas o malas noticias? —pregunto el Gnomo.

— No me corresponde a mi decidirlo.

Tyrion leyó en silencio por un momento.

— Por los malditos dioses —susurró arrugando el pergamino —¿Los dos?




Lyanna, como usualmente hacia a esas horas de la mañana, les daba lecciones a sus hijos. Les enseñaba a seguir instrucciones simples como levantar las manos, saludar, apuntar y demás cosas. Se extraño cuando Podrick Payne llego, mal vestido y apresurado, a su puerta, tocándola como loco.

— Lady Lyanna, Lord Tyrion me pidió que le avisara que se encuentra en camino, debe hablar con usted con suma urgencia —hablo viéndola sonrojado. Lyanna estaba vestida con unos pantalones viejos que habían sido de Jon Snow y una camisa de su esposo. No era usual ver a una mujer en pantalones.

Cuando Tyrion llego, Lyanna no pudo evitar notar lo elegante que estaba. Seguramente tendría una reunión importante en el consejo, pero su expresión era de un pesar increíble.

— ¿Qué pasa, Tyrion?

Por la mente de Lyanna pasaron todas las posibilidades. Stannis ya estaba en las puertas, su suegro había muerto, o tal vez Robb y Lady Catelyn desaparecieron. Pensó en dragones y muertos que caminan, el regreso de su esposo o en la llegada de Jon Snow, pero jamás espero las noticias del enano.

— Brandon y Rickon Stark fueron... quemados por Theon Greyjoy. Los dos murieron —Tyrion decidió ir directamente al punto.

— No es cierto — la voz de Lyanna era contundente, sus ojos, de ese violeta tan hermoso, brillaban con furia.

— Llego un cuervo hace poco. Theon Greyjoy reclama Invernalia para su familia. Acabo con las únicas amenazas de su señorío en el castillo —Tyrion observó a Lyanna con pena —. Se cuanto los amabas, pero...

— Vete. Ahora —Lyanna trataba de no derrumbarse —. Vete.

El Gnomo obedeció sin protestar.




No podía ser cierto, no era cierto.

Desde la llegada de Lyanna a la capital, ella tenía una especial conexión con Bran. Lo sentía cerca suyo, no como solo un sentimiento, sino como parte de ella. Lyanna pensaba que era por su particular don de Cambiapieles.

Cerrando su habitación con llave, metiendo a sus hijos a su tipo de jaula artificial, se preparó mentalmente para ver a Bran. Tenía que ver a Bran.

Se sentó en el suelo delante de su cama y se concentró, despejando su mente, como hacía para entrar a sus gatos, pero concentrándose en una sensación que ahora era familiar. Ser un cuervo, solo un cuervo.

Se encontró en medio de un bosque. Veía bultos en el suelo, gente durmiendo. No era un cuervo, era ella. Lyanna estaba en medio de un bosque desconocido, ella, en carne y hueso. Pensó que a la vez se había dormido, pero era imposible. Sentía... aun escuchaba los gorgoteos y grititos de sus hijos, pero no estaba con ellos. No completamente.

— Lyanna.

La voz era suave, la voz de un niño. Se dio la vuelta de repente y se encontró con un niño, delgado, pero lo interesante de él eran sus ojos. Ojos de un verde inusual y Lyanna no pudo evitar pensar que todo en él era demasiado verde.

Entonces recordó una historia que le conto su madre cuando solo era una niña.

"La doncella tomo una espada de práctica y ahuyento a los escuderos con habilidad poco común. Ayudo al pobre chico con heridas sangrantes del suelo y sus hermanos le cedieron un lugar en su tienda y en su mesa".

Esos escuderos insultaron a un chico de ojos verdes, vestido de verde, gritándole cosas como "¡Comeranas!".

— Exacto. Mi padre es Howland Reed. El adoraba a la mujer de la que heredaste el nombre. Soy Jojen —sonreía el muchacho a la estupefacta mujer y comenzó a señalar a los bultos del suelo—. Esa es mi hermana Meera, ahí están Rickon y Osha, Hodor y Bran. Verano y Peludo están por ahí, rondando. Te sienten. Son criaturas sensibles, los huargo.

— Yo... — Lyanna sacudió la cabeza —. Sabía que no habían muerto. Yo lo hubiera sabido en cuanto les hubiera pasado algo.

— Hubieras sabido si a Bran le sucediera algo —Jojen le sonrió, poniendo sus manos en su espalda —. Al fin y al cabo, hace milenios no existían cuatro verdevidentes, aunque debo admitir que yo no puedo tomar el control de animales.

— ¿Verdevidentes? —pregunto Lyanna —. Pero Bran y yo solo somos Cambiapieles.

— Veo que te las arreglas bastante bien con tus poderes sola, pero Bran paso más tiempo negándolos que investigando sobre ellos —Jojen no dejaba de sonreír —. Pero necesitas seguir tu destino. Bran te necesitara cuando aprenda a volar.

Lyanna quedo boquiabierta por un momento, pero se vio interrumpida por el llanto de unos bebés que parecían inundar el ambiente.

— La estrella y el cuervo siempre deben estar juntos Lyanna Dayne, especialmente cuando los dragones regresen junto al invierno y la larga noche.

Salió de la visión de forma tan abrupta como entro, encontrándose en la posición en la que se puso anteriormente. El llanto de sus pequeños hizo que Lyanna se pusiera de pie de un salto y los atendiera. Tal vez hace un tiempo su destino era otro, pero ahora, mientras viviera, su destino eran sus hijos.

Mientras tanto, en el campamento de Robb Stark, Catelyn Stark mantenía una conversación con Jaime Lannister.

— Debería temerle a la muerte Ser, al fin y al cabo, ya no es solo usted. ¿Qué cree que le hará su hermana a la dulce Lyanna si usted muere? ¿Cuánto tiempo le da? —susurraba Lady Catelyn —. Sus hijos causan furor con su belleza, ¿no le apetece conocerlos?

La mención de su familia hizo un nudo en el estómago de Jaime, pero jamás lo mostraría. Prefería divertirse un poco y sacarle información a la Lady.

Esa misma noche, Jaime Lannister y Brienne de Tarth comenzarían su larga travesía hacia Desembarco del Rey.

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