Capítulo XII

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Lyanna Dayne se sorprendió del fuerte olor a mierda de la capital.

Llegaron cabalgando detrás de la caravana real. Trato de mantenerse "altiva y digna", como le había dicho Jaime que se comporte, pero las ganas de huir no habían disminuido desde que se enteró de su compromiso.

Estaba llegando la cuñada de la reina, una futura Lannister, la esposa del siguiente Guardián de Occidente. Arrugando un poco la nariz entro a la gran ciudad con su sonrisa más cautivadora. La gente festejo a la mano y hubo muchos gritos y suspiros a medida de Jaime Lannister se adelantaba, todo galante, y cabalgaba al lado de su prometida. Lyanna le había pedido a su prometido cabalgar con los Stark, quienes se habían alejado de la reina para evitar conflictos. El rey y su familia aun tenían horas de camino por delante.

Cuando atravesaron los grandes portones de la Fortaleza Roja, Lyanna desmontó y trato de acercarse a Sansa y Arya, ya que había visto como Ned Stark era arrastrado por un hombre, pero una doncella y el mismo Jaime la detuvieron y la llevaron a una de la Bóveda de la Doncellas, donde sería su residencia hasta el día de su boda. Se despidió con un gesto triste de las Stark, que a su vez eran arrastradas a la Torre de la Mano junto a Jory.

No volvió a ver a ningún Stark hasta el día de su boda, cuya organización la había llevado su futuro suegro, Tywin Lannister. Solo vio a su prometido una vez, el día que entrego su capa blanca y ella fue oficialmente presentada a su familia política.

Ese día se había puesto un vestido del sur, con un escote en la espalda, pegado al cuerpo hasta la cintura. Su cabello solo con una media trenza sencilla con sus rizos impecables. Las doncellas le delinearon los ojos y pusieron una serie de polvos en sus mejillas para que sus pómulos resaltaran. Maravillada, Lyanna se había quedado observando su reflejo. Nunca se había visto tan elegante y hermosa. Solo podía preguntarse como Jon Snow se sentiría al verla así.

Llego al Salón del Trono donde el rey Robert le daba a su prometido un indulto real muy ceremonioso a pesar del evidente desprecio del Rey hacia su prometido. Jaime le dedico una sonrisa brillante en cuanto le vio, aprobando su aspecto. Lyanna busco con la vista a Ned, pero él, a pesar de ser la mano del Rey, no se encontraba en el salón del trono. Había escuchado los rumores que soltaban todos los cortesanos, sobre un Torneo de la Mano, cosa que Ned no quería, lo que originaba conflicto entre el Rey y su Mano.

Jaime Lannister interrumpió su búsqueda acercándose a ella y besándole la mano, mientras la saludaba con un tono divertido. Lyanna se sonrojó al ver que su prometido la sorprendió buscando a otro hombre. Con delicadeza, la guio hasta un hombre alto, de cabello blanco y grandes patillas. Imponente, respetable, poderoso.

Tywin Lannister observo a su futura nuera evaluándola. La niña, porque no era mucho más que eso, se movía con elegancia, daba las sonrisas necesarias, observaba todo a su alrededor y tenía cautivado a su hijo. A pesar de ser una bastarda legitimada, descendía de una gran familia honorable. Y suponía su acceso a Dorne, cosa que no había tenido desde la Rebelión de Robert. Semanas antes, recibió cartas de su otro hijo, Tyrion, sobre la muchacha, que había sido lo que más llamó la atención del enano a lo largo de su estadía en Invernalia, resaltando su inteligencia. Decidió que Lyanna Dayne, a pesar de no ser lo que deseaba para su heredero, sería una buena esposa y le daría lo que tanto ansiaba... herederos.

— Mi Lord —Lyanna hizo una reverencia ante su futuro suegro —. Un verdadero honor conocerle. He leído mucho sobre sus hazañas, y sus hijos me hablaron mucho de usted.

— Lady Lyanna, al fin nos conocemos —Tywin hizo algo parecido a una sonrisa —. He escuchado mucho de usted, pero basta de tecnicismos, tenemos que discutir mucho sobre su boda, ya que debe ser antes del Torneo de la Mano.

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