Capítulo XI

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Lyanna y Jaime Lannister se encontraban en su habitación, hablando en voz baja, tratando de no despertar a sus hijos. Con el día de la boda real tan cercano, ambos habían comenzado a empacar en vista de su próximo traslado a Roca Casterly, pero los acontecimientos congelaron sus planes. Lyanna sabia que Jaime no quería dejar Desembarco del Rey, no realmente, pero decidió engañarse un poco, pensar que tendría una vida feliz junto a su esposo lejos de aquel lugar que tanto odiaba.

Los dioses si que se divierten con nosotros pensó amargada mientras se sacaba su vestido. Se dio la vuelta y vio a Jaime luchar contra los botones de su camisa. Era costumbre de cada noche que ella le desvistiera. No era de extrañarse que terminaran haciendo el amor, pero desde la muerte de Joff, Jaime se alejaba y la apartaba sin explicación alguna.

Aun así, esa noche después del juicio de Tyrion, Jaime dejo que su esposa le ayudara.

-        ¿Quién era esa mujer? La última testigo...

-        Shae – respondió Lyanna. Ya sabía que tendría esa conversación esa noche –. Ella... yo creí que si lo quería. Nunca hable con ella, pero por la manera en como cuidaba a Sansa y lo muchísimo que a Tyrion le importaba...

-        Era una prostituta – repuso Jaime –. Jamás debió confiar en ella.

-        Y él lo sabe. Lo sabe mas que nadie, pero tu sabes que él piensa que no merece el amor de nadie – explico Lyanna –. Luego de lo que paso con su primera esposa, él piensa que nadie jamás podrá amarlo, solo las putas. Pero todos necesitamos que nos amen. Pensé que lo sabias.

Lyanna observaba a Jaime mientras hablaba, buscando alguna explicación de su distancia en su rostro, sin embargo, le sorprendió la ráfaga de dolor y de arrepentimiento que se vio en los ojos de su esposo.

-        ¿Y por que no me lo dijiste antes? – pregunto Jaime –. Podría haberla buscado, tratado de explicar algo. Evitar que Cersei la usara...

-        Precisamente por eso no te lo dijimos querido – repuso Lyanna, con la voz que usaba para explicarle cosas a sus hijos –. Por qué no queríamos que Cersei o tu padre, o nadie se enterara de ella.

-        ¿De verdad crees que ella lo amaba? – Jaime trato de cambiar el tema –. ¿O que por lo menos le apreciara?

-        Estoy segura – afirmo Lyanna mientras le quitaba la camisa a su esposo y le pasaba una camisa de dormir –. Vi el dolor que tenia en los ojos mientras hablaba. Y también estoy segura de que Tyrion la hirió de alguna manera. Hoy vi a una mujer herida buscando venganza. No hubiera estado herida si jamás le hubiera querido.

-        Tyrion – Jaime se sentó en la cama, cubriéndose la cara con frustración –. Desearía haber estado aquí para proteger a mi hermano menor.

El corazón de Lyanna dio un salto en su pecho, viendo como su esposo cada vez era mas abierto y sincero con ella. Deseo, por ella y por sus hijos, que pronto se fueran de ahí. Si los dioses querían, con un Tyrion libre.














La mañana siguiente llego mucho mas pronto de lo que el matrimonio Lannister se atrevió a esperar jamás. Ambos, con premura, se vistieron rápidamente. Besaron y abrazaron a sus hijos para después correr por los pasillos hacia uno de los patios exteriores de la Fortaleza Roja. Con el tiempo que se demoraron las damas de compañía de Lyanna al llegar para cuidar a sus hijos, llegaron a tiempo para ver a Oberyn Martell, con un hermoso yelmo y una armadura ligera, hacer equilibrio con su lanza mientras hablaba con Tyrion.

Jaime, como hermano de la reina y heredero de Roca Casterly, tomo su lugar a la derecha de Lord Tywin, tomado de la mano de su esposa, quien miraba hacia el príncipe Oberyn dejando salir una suave plegaria. Ambos vieron como Ellaria Arena besaba con pasión al príncipe antes de que este ingresara a la arena improvisada.

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