— Jaime, quédate. Por favor —rogaba Lyanna a su esposo otra vez.
Era media noche y sintió como él se paraba y se vestía. Otra vez. Su acercamiento inicial lleno de coqueteos y deseo se convirtió en una fría distancia después del primer mes de casados. A pesar de eso, cada vez que compartían lecho él era muy dulce y respetuoso, como si no pudiera evitarlo, lo que verdaderamente comenzaba a molestarle era que el desaparecía por lo menos tres veces por semana.
Lyanna no era nada tonta. Sabía que su esposo siempre iba a la habitación de su hermana. Y siempre, con un nudo en el pecho, le dejaba ir. A pesar de ser una Lannister, sabía que jamás tendría el poder de la reina y que, si quería sobrevivir en aquel nido de víboras, tendría que agachar la cabeza y fingir ignorancia. A ella no le importaba el Rey, ni que posiblemente todos sus hijos sean bastardos, por lo que no comento sus sospechas con nadie, hasta cierta noche.
Los brazos de Jaime a su alrededor ahuyentaban, en parte, su descontrolado poder y las horribles imágenes que este traía consigo, pero las noches que su esposo la dejaba, descansar era algo tonto de pensar, así que decidió vestirse y caminar por la Fortaleza Roja.
Pensando en Invernalia, Lyanna no podía acostumbrarse a la permanente actividad de aquel castillo. A pesar de estar bien entrada la noche aun patrullaban guardias en el castillo, que la saludaban con una inclinación. Un par de empleados se acercaron a preguntarle si podían hacer algo por ella, lo que ella negaba amablemente. Incluso un par de maestres se acercaron preocupados por la Lady. Y por primera vez Lyanna deseo ir de una vez a Roca Casterly, pero su partida se veía retrasada por un sinfín de razones, siendo la mayor razón el Torneo de la Mano. Aun así, Lyanna sospechaba que ella y su esposo no dejarían la capital hasta que la reina lo quisiera, lo que en parte le alegraba, pues estaría con las hermanas Stark un poco más.
Su paseo la llevo al Salón del Trono, que se encontraba increíblemente vacío. Paseo por sus alrededores y se acercó a esa descomunal silla hecha de las espadas fundidas de los enemigos Aegon el Conquistador.
— Eddard Stark encontró a su esposo sentado en ese trono, cuando los rebeldes al fin tomaron la ciudad.
Con un gemido de terror, Lyanna se dio la vuelta y vio a Varys, el eunuco, observarla desde una esquina. Iba vestido exactamente igual al día de su boda, pero de diferente color. El Maestro de Susurros no se mostró muy interesado en ella en aquel entonces.
— Y después le dijo que solo estaba calentando el asiento para Robert —respondió Lyanna acercándose al eunuco —. Temo que no lo veía desde el día de mi boda Lord Varys.
— La araña siempre está en las sombras mi Lady. Y usted sabe lo ocupados que estamos aquellos que nos sentamos en el consejo del Rey, especialmente ahora que Lord Stark está a cargo.
— El rey caga y la mano limpia su mierda, ¿Ese no es el dicho? —sonrió Lyanna —. Y como usted dijo, la araña siempre está en las sombras. Entonces, ¿Por qué la araña decidió salir a la luz ahora?
Varys sonrió al escuchar a la Lady. A pesar de su juventud, Lyanna tenía fama de sabia. El eunuco no pudo evitar pensar en la Reina Alysanne, aquella que todos decían que era tan inteligente y sabía que aprendió leer incluso antes de que la destetaran.
— Es una Lannister. Es una amiga de la corona.
— Llevo el apellido Lannister efectivamente mi Lord, y se supone que si soy amiga de la corona solo dependiendo de quién la porta. Aunque la verdad me considero amiga del reino.
El Maestro de Susurros sonrió otra vez. Si sus instintos eran correctos, y casi siempre lo eran, esa chica le serviría a la hora de mover sus fichas en aquel Juego de Tronos.
— ¿Sabe usted donde se encuentra su esposo en este momento? —preguntó realmente curioso después de un momento.
— Sé que usted también lo sabe —Lyanna no se anduvo con rodeos —. Sin embargo, ambos sabemos porque no decimos nada.
— ¿Y por qué es eso? —pregunto Varys otra vez con esas sonrisas extrañas.
— Porque queremos sobrevivir. Ambos sabemos que moriríamos si la reina decide que somos una amenaza —explico Lyanna. No confiaba en Varys, pero sabía que, si aquel hombrecillo tenía algo contra ella, ya habría sacado a la luz sus intenciones —. Así que sonreímos y aplaudimos, cumpliendo nuestros respectivos deberes. Aunque tengo la leve sospecha de que moriré de una fiebre como Jon Arryn en cuanto le dé un heredero a Jaime.
El eunuco sabía que la chica era inteligente, al fin y al cabo, la habían criado para ayudar a acabar con la corona y los Lannister, pero aun así se sorprendió al escucharla hablar con tanta tranquilidad sobre su posible muerte y como ella parecía afrontar con entereza aquel hecho. Entonces noto sobre lo delgada y ojerosa que se veía. Hermosa sin duda, pero débil y marchita. Sabía que ella se la pasaba leyendo sobre el norte, leyendas y criaturas para ser exacto, y que ella desaparecía para sollozar en los bosques. Que no dormía y que el único momento en que se la veía sonreír con sinceridad era en su tiempo con Arya Stark y el maestro braavosi de la niña, aunque para él estos hechos no parecían tener conexión. Con una sonrisa llena de pena, se acercó y susurro en su oído:
— Entonces debería decirle a Ned Stark que deje de hacer tantas preguntas.
El eunuco se alejó en silencio como había aparecido, desapareciendo en las sombras.
Después de aquel encuentro, Lyanna pensó que tal vez los dioses la habían destinado a jamás dormir con tranquilidad otra vez. Busco hablar con Ned desde entonces, pero temía que se viera sospechoso pues sabía que tanto Tywin como Cersei la mantenían vigilada. Visitaba a los Stark en la Torre de la Mano en horas en las que se suponía que el Lord pasaría tiempo con sus hijas, pero él jamás aparecía. Jory se mostraba receloso por la presencia de Lyanna en la Torre y todos los guardias parecían vigilarla más de cerca.
Entonces, uno de esos días en los que se encontraba sola, se encerró en su habitación y se concentró. No sabía exactamente como, pero tenía que conseguir seguir a Lord Stark. Una paloma se paró en la ventana de su habitación y Lyanna se concentró en el ave, tratando de encontrar la forma de entrar en ella. No lo logro.
Y no lo lograría durante días, hasta que un día vio a Lord Stark dejar la Fortaleza Roja, dirigiéndose a la ciudad escoltado por un par de guardias. Corrió a su habitación, dejando a un par de doncellas que la acompañaban desconcertadas. Cerró su habitación y se concentró con desesperación. Y lo logro. Vio todo como el ave y emprendió vuelo. Siguió el caballo de Ned Stark de cerca y lo vio entrar a una herrería. Vio como varios niños le seguían de cerca. El ave, o ella venidos al caso, se paró cerca de una forja, viendo al Lord hablar con un muchacho de cabello negro e intensos ojos azules, ojos que reconocería en cualquier parte.
Eddard Stark estaba recorriendo paso a paso los últimos días de Jon Arryn.
Lyanna trato de volver en sí, pero aquello era tan difícil como lo había sido entrar en la paloma en primer lugar. Y pronto todo se puso oscuro y el ave cayó.
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Guardián
FantasyLa historia de Lyanna Dayne, la bastarda legitimada de Arthur Dayne, que se vera envuelta en el Juego de Tronos, pero su destino es un poco mas grande que ese. Todos los personajes de Juego de Tronos pertenecen a George R. R. Martin y HBO, solo Ly...