Capítulo XI

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Pasaron minutos en un completo y profundo silencio.

Jaime, aun nervioso y respirando con dificultad, dejo que la mujer pasara por su lado y se arrodillara frente a su hermana, levantando ligeramente su capucha. La cara de Cersei era de horror absoluto.

-        Solo hay una guerra que importa – dijo para que todos escucharan, pero parecía dirigirse hacia Cersei exclusivamente –. Y ya está aquí

Poniéndose de pie y acomodándose la capucha, la mujer retrocedió hasta su posición detrás de Jon Snow.

-        Yo no lo creí hasta que los vi – explico Daenerys con la voz conciliadora. Como si comprendiera su shock –. Los vi a todos.

Cersei seguía en un silencio absoluto viendo sus manos y con la mirada llena de terror. Jamás la había visto tan asustada.

-        ¿Cuántos? – pregunto Jaime, temiendo la respuesta.

-        Cientos de miles. Un millón al menos – respondió Daenerys. Jaime pudo apreciar por primera vez sus ojos. Eran los ojos de Aerys. Y los de Rhaella. Por un momento, el rostro Daenerys Targaryen pareció tan amable, hermoso y compasivo como el de la pobre esposa del Rey Loco.

La mujer se removió incomoda mientras Jon apoyaba una mano en su hombro. Parecía mirar fijamente a Cersei, que hablo mirándola fijamente.

-        Si esos seres vienen a por nosotros, no quedaran reinos que gobernar – comenzó Cersei, con la voz más firme que antes –. Todo lo que sufrimos será para nada. Todo lo que perdimos y perderemos será para nada. La corona acepta la tregua hasta que los muertos sean derrotados. Ellos son el verdadero enemigo – entonces ella desvió la vista y la clavo en Jon Snow –. A cambio, el Norte mantendrá neutralidad. No escogerá bandos, no se alzará de armas en contra de los Lannister, ni... ninguno de sus aliados.

-        ¿Mis aliados? – pregunto Daenerys.

-        Los aliados de Jon Snow. A ti nunca te lo pediría – contesto su hermana –. Jamás te lo pediría e incluso si accedieras, eso solo haría que mi confianza en ti disminuya aún más. Solo se lo pido al hijo de Ned Stark y a aquellos a los que crió. Ellos cumplirán sus promesas.

Jaime, con los ojos entrecerrados, observo como el bastardo entrecerraba los ojos y como la mujer se adelantaba y tomaba el rostro de Jon, pero él se negaba a verla. Daenerys Targaryen, a lo lejos, también miraba fijamente al bastardo y solo cuando ambos se miraron, el bastardo hablo, haciendo a un lado a la mujer.

-        Soy fiel a mi palabra, como mi padre lo fue – Jon comenzó –. Al menos eso intento. Por eso no puedo darle lo que pide. No puedo servir a dos reinas. Y ya he jurado lealtad a la reina Daenerys de la casa Targaryen.

-        Entonces no queda nada que discutir.

Sin lidiar decir nada más, Cersei se puso de pie y se alejó del lugar, caminando lo más lejos posible de la mujer y del bastardo de Ned Stark.

















Lyanna era un manojo de nervios, pensando que había sido un error mostrarse frente a Cersei. Que había sido un error llegar a aquel lugar maldito. Y no ayudaba demasiado que Jaime, sosteniendo con fuerza la bolsa que Clegane le había dado, la observaba fijamente antes de caminar detrás de su hermana.

Brienne, después de suspirar profundamente, se acercó a Jaime, dejando paralizada a Lyanna.

-        Ser Jaime...

-        Me alegra verte. Es... una tragedia que la próxima vez que la vea sea en combate – la voz de Jaime era apresurada y temblorosa.

-        ¡Viste lo que paso! – insistió Brienne –. Haz visto a ese ser.

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