Capítulo VII

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Lyanna pospuso la charla pendiente con su esposo una semana, semana en que le obligo a conocer y pasar tiempo con sus hijos, reconectar con su hermano, y apaciguar a su padre. Despertaban temprano, ella le curaba el muñón a Jaime, despertaban a sus hijos, desayunaban juntos, practicaban la coordinación en la mano izquierda de él juntos, almorzaban con Tywin o Tyrion y Sansa, jugaban con sus hijos en la tarde, cenaban juntos y hacían el amor hasta quedarse dormidos.

Jaime hubiera dado todo por vivir así toda la vida, pero una visita de Brienne lo devolvió a la realidad. Ni siquiera hablo con ella, pero el solo haber visto a la alta mujer le recordó que lo que vivió con su esposa en esa maravillosa semana era una ilusión, la paz antes de la tormenta.

Cuando decidió dar el primer paso, Lyanna se había adelantado. No pudo evitar soltar una risotada cuando la vio sentada en su cama, en el mismo lugar donde ella lo espero después de que hiriera a Ned Stark.

- Deje a los niños con Tyrion y Sansa – le contó Lyanna con voz neutra al verlo –. Ellos hacen que ella coma mejor y este un poco más feliz.

Incluso se había deshecho de los niños a manera de ayudar a la joven esposa de Tyrion. 

- Supongo que...

- Debemos salir de nuestra burbuja – Lyanna sonrió con los ojos heridos –. Es solo que... se que nunca fue del todo real, lo nuestro, pero – parecía buscar las palabras correctas – contigo fui feliz. Aunque sea mentira, tú y nuestros hijos son de las pocas cosas que me hacen sentir viva.

¿Mentira? Jaime pensó que tal vez debería enojarse, o sentir resentimiento ante las palabras de su esposa, pues el hecho de que él se caso con Lyanna Dayne fue lo mas real que le paso en la vida. Tuvo que esconderse en mentiras desde pequeño para complacer a su padre y proteger a su hermano. Se unió a Guardia Real por mentiras, toda su relación con Cersei se basaba en mentiras. Hasta Lyanna, él no tenía nada verdadero.

- ¿Mentira? – pregunto Jaime acercándose a su esposa para quedar arrodillado ante ella –. Tu eres lo más real que tengo.

- No mientas más por favor – rogó Lyanna con una sonrisa triste. –. ¿Crees que no sé qué solo estas aquí porque Cersei te rechazo?

- Lyanna...

- Lo sé. Tu y ella son uno. Llegaron al mundo juntos y mientras ella este viva tu jamás la dejaras – la voz de Lyanna era tierna –. Es la madre de tres de tus hijos y fue y siempre será la mujer de tu vida Jaime. Y sé que no hay nada que podamos hacer respecto a nuestro matrimonio, solo tratar de estar en paz. Eso me dije cuando nos casamos. Pensé que podríamos ser... compañeros y amigos, que podría dejarte partir hacia ella sin que me importe demasiado siempre y cuando a mi me dejaran estar con mi verdadera familia – una lagrima solitaria se deslizo por la mejilla de su esposa –. Pero me dolía. Me lastimaba cada vez que desaparecías con ella. Cada vez que compartían miradas cómplices. Cada vez que preferías pasar el tiempo con ella que conmigo. Y justo cuando pensé que no solo tendríamos paz, si no felicidad... te fuiste. Y Ned murió. Y Arya escapo. Y todo cambio.

- Lyanna...

- Déjame terminar por favor – Jaime noto como Lyanna se esforzaba para no echarse a llorar –. A medida que Joanna y Arthur crecían en mí, desee que no volvieras. Te tenia miedo. Te di dos herederos a los cuales si podías ponerle tu apellido. Pensé que Cersei se desharía de mi en cuanto tu volvieras. Así tendrías una excusa para vivir por siempre aquí. Pobre Jaime Lannister, viudo con dos niños, y su hermana, la bondadosa reina, le ofreció ayudar a criar a sus hijos si se quedaba con ella. Pero te encarcelaron, y no cualquiera, mi familia – la voz de Lyanna temblaba –. Y cree un plan junto a Tyrion para liberarte. Fue en parte mi culpa que le cortaran la cabeza a Robb y cosieran la cabeza de Viento Gris en su cuerpo. Que lanzaran el cuerpo de Lady Catelyn por un acantilado, totalmente desnuda y mutilada – su esposa respiraba con dificultad –. El niño que me tomo la mano para que no me asustara. Mi hermano, mi dulce Robb. Y Lady Catelyn, la mujer que velaba mi sueño y siempre curo mis heridas. Y aparte de eso fui encerrada, hecha a un lado, solo por tratar de cuidar a Sansa, lo único que me queda del lugar en el que me enseñaron a amar y ser amada – Lyanna suspiro –. Trate de odiarte Jaime. Trate de que no me importaras. Pero te vi, te vi de verdad, no solo en mis sueños, y todo se me olvido, solo estabas tú. Y necesitaba saber que eras tú, que realmente estabas aquí, sin embargo, te veías tan destrozado. Tan delicado, tan perdido, que pensé que me necesitabas tanto como yo te necesité. Y te ayude, te cuide. No sabia que nunca me habrías buscado si ella no te hubiera rechazado. Soy tan estúpida – las lágrimas se habían secado de sus hermosos ojos –. Y siempre solia molestar a Sansa sobre lo ingenua y soñadora que era con respecto al amor.

Jaime miro impotente a su esposa, sin saber que decir. Entonces, como era su costumbre, dijo lo primero que se le vino a la mente.

- ¿Desde cuando lo sabes? – pregunto Jaime - ¿Lo de Cersei y yo?

Lyanna soltó una carcajada triste, como si hubiera estado deseando que preguntara cualquier otra cosa, pero no se vio sorprendida por la pregunta. Conocía bien a Jaime.

- Desde que te vi entrar a Invernalia seguido de Joffrey. El solo verlos me confirmo todos los rumores – una sonrisa triste se extendió por su rostro –. Solté una carcajada y tú me viste.

El caballero recordó ese momento. Y recordó mirar con curiosidad los hermosos ojos de la doncella, sin poder evitar recordar los ojos de Arthur Dayne que tantas cosas le había enseñado.

- ¿Y por qué te casaste conmigo? - la voz de Jaime sonaba derrotada, arrepentida. No por su relación con su hermana, si no por haberle mentido a su esposa por tanto tiempo.

- Porque eres mejor de lo que tú crees – su esposa suspiro –. Porque la manera en la que amas a tu hermano me conmueve. Porque, contra todo pronóstico, me casaron con alguien que llegue a querer. Conociendo a Robert, me hubiera entregado para ser la esposa número 99 de Walder Frey.

Ambos compartieron una larga mirada. Jaime aun no sabia que decir, no comprendía como esa mujer admitía quererlo sinceramente después de todo lo que perdió por culpa de su familia. Entonces, dijo lo único que jamás le dijo a nadie.

- Perdóname Lyanna.

Lyanna le vio con los ojos muy abiertos, dejando entrever su sorpresa.

- ¿Qué?

- Perdóname. Perdón por no estar a tu lado cuando me necesitaste. Por no decirte lo importante que eres para mí – Jaime acerco su mano al rostro de su esposa –. Se que no soy el mejor cumpliendo juramentos, pero te juro que tratare de ganarme todo lo que tu me das. Después de la boda de Joffrey, nos iremos a Roca Casterly. Criaremos a nuestros hijos ahí, y nos llevaremos a Tyrion y Sansa con nosotros. Te daré el mundo, todo lo que quieras, a ti y a nuestros hijos,

- No tienes que darme el mundo Jaime – sonrió su Lyanna arrodillándose enfrente de su esposo –. Solo no me vuelvas a dejar.





Tyrion los encontró arrodillados con las frentes juntas, en medio de un mar de lágrimas, hablando en voz baja. Fue con la misión de devolverles a sus hijos en medio de gritos enfadados pero la felicidad que sintió al ver a su hermano con Lyanna lo hizo feliz, casi dichoso, y se alegro pensando que por lo menos ellos serian felices juntos.

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