Capítulo II

1.3K 151 0
                                    

En la sala del consejo Tyrion y Cersei se encontraban solos ignorando completamente al gato que se escabullía por debajo de la mesa. Ese día fue particularmente fácil meterse a los animales. Lyanna había corrido a su habitación, despedido a las nodrizas y se sentó cerca de la cuna de sus hijos que estaban profundamente dormidos, interesándose en la conversación que los hermanos Lannister tenían en ese momento.

— Lo ignoro. El imbécil de Eddard Stark me acusó de lo mismo. Me dio a entender que Lord Arryn sospechaba, o.... bueno, que creía... —explicaba Cersei con voz queda.

— ¿Qué te estabas follando a nuestro querido Jaime?

Lyanna escucho como la reina abofeteaba a su hermano.

— ¿Te crees que estoy tan ciego como nuestro padre? —Tyrion se frotó la mejilla—. No me importa con quién te acuestes..., aunque me parece una injusticia que te abras de piernas para un hermano y no para el otro.

Ella lo abofeteó nuevamente.

— Vamos, Cersei, si sólo es una broma. Si quieres que te diga la verdad, prefiero a una buena puta. Nunca comprendí qué veía Jaime en ti, aparte de su propio reflejo claro. Me emocione mucho al enterarme que se casó con Lady Lyanna, una mujer hermosa y de carácter fuerte. Si comprendo que se haya fijado en ella.

Una nueva bofetada resonó en el lugar. Lyanna sintió un repentino amor por aquel enano, agradeciéndole de todo corazón.

— Como sigas haciendo eso me voy a enfadar. —Tyrion debía tener las mejillas al rojo vivo para ese punto, pero Lyanna logro escuchar como el enano sonreía.

— ¿Y a mí qué me importa que te enfades?

— Tengo nuevos amigos —le confesó el enano. Debía ser aquel salvaje de los bosques y el otro mercenario que le acompañaban cuando vio a Joffrey—. No te van a gustar nada de nada. ¿Cómo mataste a Robert?

Lyanna se confundió un poco ya que la sala parecía llenarse del llanto de un bebé. De dos bebés para ser exactos, pero no tenía sentido alguno. Tyrion y Cersei seguían su conversación con total normalidad. Volvió en sí y vio a sus dos bebés chillar por atención. Joanna había ensuciado su pañal y Arthur lloraba con ella... por que sí. Con un suspiro resignado, Lyanna comenzó a atender a sus hijos.

Se asomo a la ventana con sus hijos en brazos. El cometa aún se veía en el cielo, tiñendo de rojo todo el ambiente. Pensó en el torneo, como esa mañana todos decían que eran los dioses bendiciendo a Joffrey. Como otros decían que significaba sangre y muerte en el reino. Lyanna, mientras observaba tal espectáculo, solo pudo pensar en magia.

Desde el nacimiento de sus hijos, los sueños de Lyanna regresaron.

La diferencia estaba en que ahora comprendía que no eran sueños. Sueños de Lobo los llamaba Bran, cuando su mente se veía arrastrada sin desearlo a otro cuerpo.

Lyanna ya podía hacerlo conscientemente bajo ciertas condiciones y a ciertos animales, pero solo en sus sueños podía ser cuervos, mas no podía controlarlos. Con los gatos, ella podía decidir dónde iba el gato y demás cosas, pero cuando era un cuervo no podía hacer nada, solo observar.

Esa noche sobrevolaba Invernalia, otra vez. Voló por encima del Bosque de los Dioses y vio a Verano y Peludo vagabundear por ahí, olisqueando el pasto y tratando de salir. La bandada de cuervos, Lyanna se dio cuenta que no estaba sola, se posaron encima de uno de los árboles, sin dejar de observar a los lobos. Verano alzo la cabeza, como para aullarle al cielo, pero Lyanna no pudo evitar notar que la había visto. De alguna forma, el lobo se había fijado en ella. Pensó que tal vez Bran se encontraba dentro de su lobo y que de alguna forma entre Cambiapieles se habían reconocido.

De pronto era otro cuervo. Sabía que era otro pues se encontraba al sur, lejos de allí. Jamás había visto el castillo, pero lo reconocía por los dibujos y pinturas que había presenciado a lo largo de sus días. Aguasdulces.

Era la primera vez, en casi un año, que veía a Robb. Había crecido mucho. Lyanna recordó que cumplió 17 hace unos meses. Caminaba junto a su madre, Lady Catelyn, quien parecía haber envejecido una década en aquel año. Eran seguidos por Viento Gris.

— El derramamiento de sangre no nos devolverá a tu padre —decía Catelyn—, ni tampoco a los hijos de Lord Rickard. Había que hacer una oferta de paz... aunque la sabiduría habría exigido formularla con palabras más dulces.

— Un poco más de dulzura y habría vomitado —respondió Robb —. Además, si la carta que Lyanna le envió a Jon es cierta, Arya esta de camino al norte.

— No podemos confiar en ella. Es una Lannister, está casada con un Lannister y pario a dos niños Lannister —insistía Catelyn. Lyanna sintió una punzada en el corazón al escuchar el rencor con el que ella pronunciaba su nombre —. ¿Si solo dijo eso para distraerte?

— La carta fue enviada antes de que padre muriera. Y hablaba en clave, con cosas que solo nosotros entenderíamos. Si, el final de la carta sonaba diferente, pero dime madre, ¿Qué ganaba ella arriesgándose así?

— Nada. Efectivamente nada. Pero debes entender que Lyanna no es la misma chica con la que solías jugar de niño. Ni siquiera es la misma chica que canto cuando Robert llego a Invernalia —Catelyn miro fijamente a su hijo —. No tenemos ningún aliado en el sur. Jamás olvides eso.

Lyanna no pudo evitar notar que Robb se había dejado crecer la barba, para que pareciera mayor. Esta era rojiza, de un tono más rojo que su cabello.

— Entonces supongamos que es cierto, que Cersei tiene a mis dos hermanas —dijo Robb en un intento de tranquilizar a su madre.

— Ella jamás intercambiaría a tus hermanas por unos primos Robb. Ella quiere a su hermano.

Lyanna fue devuelta a su realidad antes de poder escuchar más. Esas eran las primeras noticias que recibía de su esposo desde hace muchísimo tiempo. Entonces seguía vivo. Lyanna no pudo evitar suspirar con pesar. Realmente extrañaba a Jaime a pesar del rencor que le tenía. Aun no sabía cómo sentirse respecto al amorío que tenía su esposo con Cersei, y no estaba segura si ese amorío había continuado desde que ella se llevaba bien con su esposo, pero algo dentro de su ser le pedía que perdonara a Jaime.

Lo que le pareció inútil, ya que como iban las cosas, jamás volvería a ver a su esposo. Con un nudo en el corazón, se puso de pie en medio de la noche y se acercó a la cuna de sus hijos. Catelyn tenía razón en algo, había parido a dos niños Lannister y si eso significaba que para proteger a sus hijos tendría que ir en contra de los Stark, lo haría. Con mucho dolor en el alma y el corazón, pero lo haría. Sería un león por sus hijos.

GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora