Capítulo XVII

821 93 9
                                    

El aspecto de Beric Dondarion no era otra cosa que aterrador a medida que Jaime se acercaba al hombre con cautela.

- Tu... ¿la encontraste? – pregunto tratando de controlar su voz. Sintió la mano de Tyrion en su espalda.

El aludido ni siquiera se dio la vuelta al escucharlo. Se encontraba mirando fijamente hacia el patio donde Lyanna, Sansa, Arya y la Reina charlaban mientras sostenían espadas.

- El Señor de la Luz lo hizo – respondió Beric –. Hizo que Thoros nos guiara por el Camino Real hasta ella.

- Iba hacia Roca Casterly – comprendió Jaime –. Cersei dijo que la Lady de Roca Casterly debe descansar en su casa ancestral.

- Ella es una Dayne, no una Lannister – una nueva voz se unió a la conversación. Jon Snow subía las escaleras seguramente para ver a su prometida entrenar con espadas –. Incluso es más Stark que una Lannister.

Jaime recordó lo joven e inseguro que era el bastardo la última vez que se habían encontrado en el Norte. No era más que un muchacho de dieciséis días del nombre que creía que su vida era dura por ser un bastardo. A su edad, Jaime ya era el Matarreyes.

- Es mi esposa – la voz de Jaime era educada –. Lleva mi nombre, al igual que los hijos que tuvimos.

- Los votos duran hasta la muerte de una de las partes – se encogió de hombros sin dejar de caminar.

- Ella dijo que Lyanna Lannister había muerto después de que la hoguera de su hija se apagó – Beric parecía ignorar la tensión sin ni siquiera moverse –. Quemo su vestido, tiro sus joyas. Incluso quemo su cabello y todo lo que la unía a los leones.

En ese momento la verdad golpeo a Jaime y lo dejo sin aliento. Lyanna llevaba a su... hija en el vientre cuando murió. Jaime se puso pálido mientras buscaba en aquellos que le rodeaban una respuesta. La sorpresa y pena de los ojos de Tyrion le decían que el enano no lo sabía con seguridad pero que lo había sospechado. Beric se veía impasible, como si no estuviera hablando de nada importante. Los ojos de Jon Snow destilaron una mezcla de furia y acusación que hicieron que Jaime se sintiera como una paria.

- La llamo Alyce – dijo Jon Snow mientras su mirada se suavizaba.

- Solo unos minutos después de despertar comenzó el parto – siguió Beric, mirando por primera vez directamente a Jaime –. Te llamo todo el rato. Nos rogó que no dejáramos que naciera, que era muy pronto. Que tu tenías que estar ahí. Cuando acabo... paso toda la noche aferrada a la pequeña. Tratamos de limpiarla pues estaba cubierta de sangre y se notaba que tenía mucho dolor, pero no nos dejó acercarnos. Quemamos a su hija junto al carruaje y cuando el fuego se extinguió... ella se apagó. Paso un par de días rogando por provisiones para volver a la capital y después no volvió a hablar. El fuego nos mostró que su destino se hallaba en el Norte, así que ahí se dirigió.

Jaime no noto que se hallaba sentado en el suelo hasta que Tyrion apoyo su mano su hombro. Se imagino la escena, los gritos, la sangre y el dolor de su Lyanna y se... odio a sí mismo. Se dio cuenta que el arrebatarle a Lyanna no había hecho que odiara a Cersei, pues en lo más profundo de su ser aun justificaba las acciones de su hermana. Lo que realmente hizo que el odio bullera en su interior fue el dolor que su Lyanna sintió, y estaba seguro, aun sentía.







- Mantenga su cuerpo un poco más abajo Alteza – explicaba Lyanna con calma mientras Arya se burlaba directamente de su hermana. Daenerys le obedeció lo mejor que pudo –. El balance es muy importante.

GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora