Era el aniversario número trescientos de la Conquista de Aegon. Y era el día de la boda de Joffrey. Ya había pasado una luna desde el retorno de Jaime Lannister a Desembarco del Rey, y hace mucho nadie veía al caballero sonreír de semejante forma.
Tyrion, como un pequeño regalo, encargo a Ser Bronn de Aguasnegras la difícil tarea de enseñar a su hermano mayor como pelear, esta vez con su mano izquierda. Bronn y Lyanna concordaron de que era como enseñar a un niño.
Uno de esos días, Jaime boto su espada de práctica con gran furia al suelo. Lyanna y sus hijos habían sido la única razón por la que no se rindió respecto a su mano, ellos, y el hecho de que su padre ordeno a Gregor Clegane que le cortara ambos brazos y las piernas a aquel que ordeno que le dejaran tullido.
Y pensando en Lyanna...
Su esposa llevaba la armadura ligera con la que entrenaba en Invernalia, con sus largos rizos amarrados desordenadamente en lo alto de su cabeza, y empujaba a sus pequeños hijos, dormidos, en su carrito, hacia el escondido patio donde Bronn lo golpeaba.
Esa había sido la tercera sesión de entrenamiento, y al ver la frustración de Jaime cada vez que regresaba, Lyanna decidió unírseles. Al fin y al cabo, a diferencia de Bronn, ella era ambidiestra, podía darle unos trucos a su esposo para aprender a manejar la mano izquierda, tal como ya lo hacía al enseñarle a escribir.
Fue un tiempo en que el matrimonio Lannister unió lazos, no solo recuperando lo que una vez habían construido, si no reforzándolo. Y así, llegaron al día de la boda de Joffrey. El día en que Jaime estrenaría su mano de oro.
- Nada mal – sonreía Lyanna mientras le abrochaba los botones a su esposo –. Juraría que te pareces a un príncipe de cuento.
- Y, como siempre, tu eres el caballero que viene a rescatarme – respondió juguetón Jaime tomándola de la cintura.
Lyanna deposito un casto beso en la mejilla de su esposo y se alejó de él. Lo deseaba, pero había tardado mucho tiempo en meterse a ese vestido, de un violeta azulado, que resaltaba sus ojos. Arthur y Joanna también iban vestidos de manera elegante, y ambos padres no pudieron evitar sonreír con un amor loco a sus hijos que babeaban sus mangas.
El itinerario del día era muy apretado. Los Lannister desayunarían con la reina y el rey, mientras que los Tyrell desayunarían entre ellos. Desde el regreso de Jaime, Lyanna tenía mucha más libertad que las lunas desde el compromiso de Tyrion y Sansa, pero aun así no podía moverse tranquila en los pasillos, por lo que no vio a sus cuñados tanto como hubiera deseado, pero los vería todo ese día.
Sansa estaba muy hermosa, pero las ojeras y los ojos llorosos aun la acompañaban, aunque aquel día existía un brillo particular en sus ojos, como si esperara algo. Cersei apenas le dirigió la mirada a Lyanna, pero clavo los ojos en su gemelo, que a la vez clavo la mirada en ella, desafiante, y entrelazo los dedos con su esposa.
- ¡Buen día! – saludo Lyanna, representando a su pequeña familia, luciendo su mejor sonrisa y tomo su lugar entre Sansa y Jaime, con los mellizos sentados en mesitas para bebes cerca de ellos.
Después del desayuno, en el que Sansa ni ella comieron casi nada, Jaime comió por los tres y Tyrion bebió más de lo recomendable, comenzarían los regalos. En el Dominio existía la tradición de que tanto el novio y la novia recibirían regalos, de manera individual, la mañana de la boda, y que al día siguiente recibirían regalos como pareja.
Lyanna y Jaime, como tíos del rey, mandaron a hacer una ballesta hermosamente tallada con los emblemas de los guardianes de los siete reinos, con un león de oro y un ciervo coronado en el mango. Era hermosa, y haría feliz al rey. Querían hacerlo feliz, querían que estuviera del mejor humor posible para que dejara a la pobre Sansa en paz.
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Guardián
FantasyLa historia de Lyanna Dayne, la bastarda legitimada de Arthur Dayne, que se vera envuelta en el Juego de Tronos, pero su destino es un poco mas grande que ese. Todos los personajes de Juego de Tronos pertenecen a George R. R. Martin y HBO, solo Ly...