Capítulo III

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Lyanna Dayne y Jon Snow no pudieron escabullirse en los meses de preparación de la llegada de la Corte Real al castillo. La joven se veía arrastrada junto a las Stark para escoger telas, hacer vestidos, escoger la comida, encontrar peinados agradables y demás cosas de Ladis y el bastardo era relegado a alejarse de sus hermanos ya que ellos estaban tan ocupados como cabía esperar.

Cómo le había dicho Catelyn Stark, la familia de la Reyna se ofendería de tener que convivir con un bastardo. Jon Snow agradecía que Lyanna no anduviera por ahí ya que al escuchar las crueles palabras de Lady Stark hubiera comenzado una pelea que hubiera terminado perdiendo.

La noche antes de la llegada del Rey la joven Dayne despertó sobresaltada una vez más con el corazón desbocado y en medio de un mar de lágrimas, y una vez más, solo recordó a un cuervo graznando. Los sueños, desde el anuncio de la visita real, se habían hecho constantes y cada vez más recurrentes. Se puso una gran capa encima de su ropa de dormir y salió de su habitación, vagando por los pasillos guiada por una fuerza invisible. Estuvo así por media hora hasta que se detuvo frente a la puerta de Jon Snow.

Le tomó algo más de tiempo adquirir el valor para entrar y así lo hizo. Jon Snow dormía con un brazo encima de su frente y su lobo, que había decidió llamar Fantasma pues no hacía ningún tipo de ruido, dormía acurrucado en sus pies. Jon era el único de sus hermanos que dejaba dormir al lobo en su cama ya que los demás eran constantemente reprendidos por su madre.

Lyanna sonrió con ternura mientras Fantasma la miraba fijamente, agitando ligeramente la cola. A pesar de sólo tener meses, el cachorro de lobo ya alcanzaba el tamaño de un perro mediano. Se acercó y enterró su mano en su pelaje mientras el lobo se relajaba, feliz de su contacto. Se arrodilló frente a la cama mientras Fantasma lamía su mano y se encontró con la mirada fija de Jon Snow.

Se miraron en un silencio divertido y ella se quitó la capa metiéndose a la cama del bastardo. Tarde, Lyanna asumió su situación. No llevaba más que un ligero camisón de dormir y Jon Snow solo unos pantalones ligeros. Totalmente sonrojada enredó sus piernas desnudas con las de él.

— Te extrañe Jon Snow — susurro acariciando su rostro mientras él se veía más nervioso que cerdo antes de banquete. Después de un suspiro lleno de pesar envolvió sus brazos en la chica.

— Yo también — susurro acariciando su espalda mientras ella se ponía encima de él y comenzaba a besarlo mientras sus manos acariciaban su pecho, maravillada por los músculos que había adquirido el chico con los años

— Lyanna — susurro el chico tratando de apartarla. No sería él quien le quitara su virtud.

— Por favor. Por favor — susurraba la chica acercándose al borde de sus pantalones —. Quiero que sea con alguien a quien amo. No un viejo asqueroso que no conozca.

Jon observo los ojos llenos de desesperación de la muchacha. No lo habían hablado, pero sabía a lo que se refería. Ella dejaría Invernalia junto al Rey, y probablemente, jamás volverían a verse.

El beso con ternura disfrutando el contacto de su piel mientras pasaba sus manos por su cuerpo desnudo, explorando esas curvas que ya conocía tan bien pero que jamás se había atrevido a explorar por completo. Lyanna se mordía los labios para no hacer ruido mientras sus caderas, cintura y senos eran amablemente estimulados, concentrándose en la sensación que la causaban las manos de Jon en todo el cuerpo, haciendo que se estremeciera y soltara ligeros gemidos.

Hasta que Fantasma salto de la cama poniéndose frente a ellos, como si los reprendiera. Habían olvidado la presencia del lobo en la habitación. Se detuvieron y ella no dejaba de morderse los labios al sentir la erección de Jon contra su pierna.

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