Capítulo IX

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Las únicas visitas que Tyrion recibía eran las de Jaime y Lyanna, que junto a su tío Kevan habían sido los encargados de ayudarle a armar su caso. O al menos su intento de defensa ya que estaba seguro que su hermana estaría haciendo todo lo posible para que le cortaran la cabeza.

-        No me malinterpretes – le conto Lyanna en medio de susurros –. Me alegro que... ya no esté. Por el reino, por Tommen, por Sansa... pero ver a Cersei así – a Tyrion le sorprendió la compasión que la voz de Lyanna destilaba –. Eso no debería sufrirlo nadie. Perder a un hijo, no sé si yo podría soportarlo.

-        Se lo merece – soltó con desprecio el enano al escucharla hablar –. Me sorprende que la defiendas. Pero, ¿Dónde está mi hermano?

La cara de Lyanna decayó un poco a la mención de su esposo, sin embargo, su voz sonó dulce.

-        Esta junto a ella, velándolo – respondió con entereza –. Es la primera vez que están solos desde que llego. Creo que deberían estar juntos mientras velan a su hijo. Es su primogénito.

-        Arthur es el primogénito de mi hermano – le corto Tyrion –. Y tú eres su esposa. No lo dudes – el enano se acercó y tomo la mano de su cuñada –. Pero no debes fiarte de ella. Debes irte lo más pronto posible de Desembarco del Rey. Llévate a tu familia de aquí.

-        No te dejaremos Tyrion – contesto Lyanna, apretando la mano de su cuñado –. Jaime jamás lo haría y yo... yo no podría dejar a mi familia.

-        Querida cuñada... ¿no te das cuenta? – susurro Tyrion –. Ya estoy muerto.











No había señales de Sansa. Nadie la vio en la ciudad, en el castillo, en las afueras. Y eso comenzaba a extrañar más de lo debido a Lyanna. A pesar de lo sospechoso que resultaba que la esposa del único acusado de regicidio hubiera desaparecido durante los disturbios, Lyanna no podía evitar sentirse feliz por ella, por que estuviera lejos de las garras de los Lannister.

Sin embargo, la preocupación la embargaba al pensar con quien se encontraría en ese momento, al igual que aún le preocupaba el destino de Arya, Bran y Rickon. Y de Jon.

Y también le preocupaba Jaime, quien después de haber acompañado a su hermana en el funeral de Joffrey, se mostró frio y distante con ella. Lyanna lo atribuyo al dolor de perder a un hijo. Rogaba que fuera por eso.

La mañana del juicio de Tyrion llego demasiado pronto. La Mano del Rey quería terminar con el asunto del regicidio antes de la coronación de Tommen, quien se había sumido en un silencio triste y pensativo desde la muerte de su hermano.

El juicio comenzó de manera tan... estúpida, que tanto Lyanna como Oberyn Martell y Tyrion parecían querer reír. Los jueces eran, obviamente Tywin, junto a Mace Tyrell y el príncipe de Dorne.

-        Tyrion, ¿mataste tu al rey?

-        No – respondió el acusado.

-        Menos mal, que alivio – comento Oberyn Martell quien le dedico una sonrisa coqueta a Lyanna. Jaime apretó la mano de su esposa, algo molesto.

-        ¿Fue Sansa Stark? – pregunto Lord Tyrell.

Lyanna imagino que Tyrion la hubiera mirado y habrían compartido una mirada de complicidad, pensando que cualquiera de ellos dos, si hubieran sido Sansa, hubieran matado a Joffrey solo después de torturarlo.

-        Los dioses mataron al rey, se ahogó con una empanada de paloma – respondió el enano con voz tranquila, pero inyectada de pena, como si lamentara el hecho.

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