Capítulo V

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Arya estaba viajando con el Perro. Lyanna se había esforzado por encontrarla, como lo había hecho con Bran y con Jon, pero se le hacía difícil. Aun así, la encontró y no comprendió nada de lo que paso la pequeña. Creció, eso sí, y aun llevaba su Aguja. Tenía su lista de la gente a la que mataría y su rostro adquiría rasgos bellos. Ya no era la niña cara de caballo. Si Arya Stark llegaba a la madurez, seria de las doncellas más hermosas del reino, tal como Lyanna Stark.

Solo logro ver que Arya y Sandor Clegane se dirigían a la boda de Edmure Tully, en los Gemelos. Y que, a pesar de la dureza del Perro, él le enseñaba a Arya a sobrevivir.

Después, Lyanna se encontraba en los Gemelos, viendo desde el cuerpo de un cuervo una boda. Y despertó cuando las lluvias de Castamere comenzaron a sonar en medio de la boda de Edmure.





Lyanna se encontraba en la Torre de la Mano junto a Cersei, Pycelle, Joffrey, Tywin y Kevan. Esperaban a Tyrion, que últimamente era el más ocupado de todos. Lyanna se alisaba la falda algo nerviosa, pues todo había sido de repente y dejo a sus hijos con unas doncellas que no conocía del todo bien. Pero su ansiedad cambio de motivo al ver como Joff daba pequeños saltitos de felicidad.

Tyrion y Lyanna se vieron cuando el enano entro a la habitación, buscando respuestas en los ojos del otro. No las encontraron.

— ¿Qué pasa? —preguntó el enano.

— ¡Está muerto! —grito Joffrey como si él lo hubiera hecho con sus propias manos —. ¡Robb Stark murió asesinado junto a todo su ejército en la Boda Roja!

Lyanna apretó los dientes, luchando para no dejar escapar ninguna lagrima.

— Parece que nuestra guerra se está ganando sola —afirmo Tyrion, haciendo que todos desvíen la atención hacia él.

— Ninguna guerra se gana sola —dijo Cersei con venenosa dulzura —. Nuestro querido padre gano esta guerra.

— Ninguna guerra está ganada mientras queden enemigos en pie —la voz de Lyanna era neutra y calmada. Al parecer, solo Tyrion detecto la amenaza en sus palabras. "El norte recuerda" pensó Lyanna.

— ¡Quiero la cabeza de Robb Stark! —grito un emocionado Joffrey, ignorando el intercambio entre sus tíos y su madre—. Abuelo, ordena que la traigan. Se la daré a Sansa de cena.

— Alteza, Lady Sansa es su tía —dijo conmocionado Ser Kevan.

— Esta solo bromeando tío —sonrió dulce Cersei.

— ¡No! ¡Lo digo enserio! —grito Joffrey —. Hare que Sansa le dé un beso.

Tyrion jaló la manga de Lyanna, que parecía a punto de saltar y golpear al rey. Y se preocupó más al ver que había un cuchillo de mantequilla en la mesa del lado de Lyanna. No lo mataría, pero si podía arrancarle un ojo.

— No —intervino Tyrion con voz ronca —. Sansa ya no es tuya para que la sigas torturando. Compréndelo de una vez, monstruo.

— El único monstruo aquí eres tú tío —se burló Joffrey.

— ¿De verdad? —Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado—. Entonces harías bien en hablarme con más educación. Los monstruos son bestias peligrosas y, últimamente, los reyes mueren como moscas.

— Sólo por decir eso, podría cortarte la lengua —dijo el niño al tiempo que se ponía rojo—. Soy el rey.

— Deja que el enano amenace cuanto quiera, Joff —dijo Cersei rodeando los hombros de su hijo con un gesto protector—. Así mi Lord padre y mi tío verán cómo es.

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