Capítulo I

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Dos años después...

Arthur y Joanna Lannister cumplirían cuatro días del nombre aquel día. Aquellos niños que durante un tiempo fueron la luz del reino, se apartaron del ojo del pueblo cuando su madre murió. Sin embargo, los grandes Señores del Oeste se sentían preocupados por el heredero de Roca Casterly y su hermana, pues los rumores decían que el niño quedó retrasado por el trauma y que la pequeña mojaba la cama todas las noches.

Jaime Lannister, padre de los niños, Lord de Roca Casterly y Lord Protector del Oeste jamás regreso a la fortaleza ancestral de su familia, dejando como castellano a uno de sus primos. El informe oficial decía que el Lord no regresaría a su hogar ya que había quedado como parte del Consejo Privado de la Reina Regente.

Las lenguas afiladas de Poniente decían que con la muerte de su esposa al fin podía mantener una relación abierta con su hermana, al menos dentro de los muros de la Fortaleza Roja, la reina Cersei, quien había enloquecido con la muerte del Rey Joffrey y la muerte de la Princesa Myrcella, quien llevaba menos de una luna en la capital antes de que muriera envenenada. Cersei estaba empeñada en afirmar que la Septa que acompañaba a la Princesa era la autora del asesinato, puesto que los rasgos Dornienses de la chica inspiraban desconfianza a la soberana.

Aun así, sin pruebas ni nada para ayudar a su caso, la reina no pudo hacer nada pues la joven Septa era una de las favoritas del Septon Supremo, ese al que llamaban Gorrión Supremo.

La reina alivio su dolor gracias a sus sobrinos, quienes estaban desesperados por una figura materna. Todos en la Fortaleza Roja sabían que Arthur Lannister, quien una vez había sido un niño risueño y alegre, no volvió a pronunciar palabra desde la muerte de su madre. Todos sabían que a Joanna Lannister, quien había sido la luz de los ojos de su abuelo Tywin por su evidente inteligencia, pareció oscurecerse cuando su madre murió. Ambos niños tenían terrores nocturnos, despertando a toda la Torre de Maegor por sus gritos de terror.

Al menos así fueron las primeras lunas después del deceso de Lady Lyanna Lannister. Ambos niños seguían despertando a veces con pesadillas, pero parecían recuperarse de a poco.

Lord Jaime afirmaba que Arthur hablaba con él, su hermana y uno de los gatos que perteneció a su madre, y que su pronunciación era perfecta.

Los maestres afirmaban lo contrario. La reina, al ver el estado tan deteriorado de los niños, mando cartas a la Ciudadela de Antigua para que mandaran a los mejores maestres y estos salvaran a los niños.

Estos maestres afirmaban que Arthur Lannister, heredero de Roca Casterly, había adquirido una especie de retraso a partir del trauma, cosa que le impedía hablar, mientras que a Joanna solo hizo que su inteligencia aumentara, ya que la niña pareció pensar que ella tendría que hablar por ella y por su hermano.

Jaime sabía que Arthur era tan inteligente como su hermana, quien ya estaba aprendiendo a leer, solo que el niño no creía que valiera la pena hablar.

Y a pesar de que para el Lord sus pequeños hijos eran lo más importante, no podía pensar en que Desembarco del Rey estaba perdida. No solo tenían problemas con el Gorrión Supremo, sino también en el Norte, Nido de Águilas y Bastión de Tormentas que se hallaban en rebelión abierta, mientras que Dorne y el Dominio conspiraban contra su familia, especialmente después de que Loras Tyrell muriera en batalla y la Reina Margaery recibiera acusaciones de infiel. Y ni hablar de los rumores de Daenerys Targaryen con sus tres dragones y con el mismísimo Tyrion Lannister aconsejándola para terminar con los Lannister. Por lo que, en ese día, que hubiera sido tan importante para su Lyanna, pidió a Cersei dar un paseo por el Bosque de los Dioses, único lugar que parecía no estar lleno de espías.

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