Capítulo V

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No sabía en qué momento Lyanna se había quedado dormida, hecha un mar de lágrimas, hasta que los sueños empezaron. Esta vez no estaba sentada con el cuervo, era el cuervo. Observo como el lobo se alejaba de su manada y era asesinado en un nido de víboras. Despertó jadeante, una vez más, y decidió ir a practicar con la espada. Al menos trato de convencerse eso a si misma mientras luchaba con las ganas de ir a la habitación de Jon.

Jon Snow no pudo pegar el ojo esa noche. Dio vueltas toda la noche en su cama pensando en su tío Benjen, y por supuesto, en Lyanna. Se arrepintió en el momento en que la rechazó, pero no podía enfrentarse al hecho de que la partida de la muchacha a Desembarco del Rey ya era un hecho. No tendrían unos meses más hasta que él se fuera al Muro. Siempre había pensado que él se iría primero y que tendría tiempo de escribir, escribirle todos los días, y contarle sobre el muro y los que serían sus nuevos hermanos. Al escuchar la puerta de la chica abrirse se puso de pie y cerró con llave su habitación. Definitivamente no podía verla en ese momento.

Al escuchar a Jon cerrar su puerta con llave, Lyanna se dirigió al Bosque de los Dioses hecha una furia, sacando un par de espadas de práctica de paso.

Jaime Lannister salió de su habitación al amanecer y había relevado a un joven guardia, así que patrullaba los pasillos, sorprendentemente cálidos, del ala donde toda la corte real estaba instalada. El rey no había llegado a dormir, de seguro estaba con algunas putas. Se acercó a la baranda que daba al patio principal de Invernalia para poder ver las estrellas, tan claras y hermosas como nunca lo estarían en la capital. Pasaron unos minutos hasta que le sorprendió el ruido del patio. Una figura encapuchada con dos espadas, una en cada mano, se dirigía al famoso Bosque de los Dioses de Invernalia. No llevaba la armadura, pero las gruesas ropas del norte le ayudarían. Con una mano en la empuñadura de la espada, decidió seguir al misterioso espadachín.

Lyanna hacia girar ambas espadas en sus manos mientras fingía que uno de los árboles era Jon Snow, pensando en cómo atacarlo. Les quedaban poquísimos días juntos y el idiota desperdiciaba su tiempo. Se alejaba de ella, le ignoraba y pensó en lo maravilloso que había sido dormir entre sus brazos la noche anterior a eso. Se quitó la capucha, amarrando su cabello en un moño alto, y comenzó a atacar el árbol con furia. Sus golpes daban en los lugares vitales del árbol, ligeros y rápidos como siempre. Estuvo así unos minutos, cada vez más enfocada.

— ¿Qué le hizo el pobre árbol Lady Dayne? —preguntó un divertido, y sorprendido, Jaime Lannister apoyado en un árbol cercano.

Había oído que la chica creció entrenando en Dorne en las artes de la guerra, pero jamás se imaginó que lo siguiera haciendo en Invernalia, con lo mojigata y apegada a las tradiciones que era Catelyn Stark.

De un salto increíblemente ágil, Lyanna se dio la vuelta y antes de que el caballero pudiera reaccionar tenía la espada de chica en su cuello. Al darse cuenta que, de hecho, era alguien conocido, Lyanna bajo la espada y le dedico una de las sonrisas con las que había soñado Jaime Lannister esa noche.

— ¿No le enseñaron a no sorprender a alguien armado? —envaino las espadas en su espalda —. Podría haberlo matado.

— Ya pusiste una espada en mi cuello, es hora de que me llames solo Jaime.

— Entonces, Jaime, dime Lyanna. Aun no me acostumbro a eso de Lady aquello y demás.

Se sonrieron en silencio un momento. Si Lyanna calculaba bien, Jaime Lannister tendría alrededor de 33 años en ese momento, pero su manera de actuar era la de un adolescente. Pensó triste en como aquel hombre paso su adolescencia, siendo el rehén de uno de los reyes más crueles que había conocido Poniente.

— ¿Qué te hizo levantar tan temprano... Jaime? —preguntó Lyanna sentándose en un tronco cercano. Le habían enseñado a jamás estar sola con otro hombre que no sea su esposo, pero estaba armada. Tal vez no podría vencer a Jaime Lannister, pero podría herirlo lo suficiente para huir de él. Aunque estaba segura que él no intentaría nada.

— Los guardias del rey siempre trabajamos Lyanna. Supongo que la costumbre no me deja dormir más de lo necesario —se encogió de hombros y Lyanna capto algo de mentira en ello. El caballero estaba tratando de impresionarla lo que la divirtió en grande —. ¿tu? ¿Es normal para una Lady despertarse antes del amanecer para venir a golpear a un pobre árbol?

Lyanna rio, y su risa era tan pura que hizo sonreír a Jaime Lannister. Cuando Cersei reía había siempre algo de veneno, un trasfondo que te hacía pensar en la razón detrás de esa risa en vez de disfrutarla.

— No siempre Jaime, solo cuando los sueños son tan vívidos que una no puede simplemente regresar a dormir —y por primera vez Jaime noto las ojeras de la muchacha —. Y una gran manera de comenzar el día es haciendo algo que te relaje. Vine aquí porque Lady Catelyn me prohibió entrenar mientras la reina este aquí.

— Si supiera que a la reina le encantaba vestirse de mí para poder entrenar un poco con la espada cuando éramos niños —Lyanna le dedico otra de sus mágicas sonrisas. La chica sabía que, de niños, los gemelos Lannister eran tan parecidos que ni siquiera su padre podía decir cuál era cual.

— Entonces, Ser Jaime, permítame enfrentarme a usted. Quiero saber si es cierto que usted es de las mejores espadas del reino —la voz de la chica tenía un tinte de burla que hizo reír a Jaime.

— ¿Dudas de mi reputación? —una sonrisa coqueta hizo que Jaime se viera extrañamente hermoso para Lyanna—. Nadie que se haya enfrentado a mí lo hace.

— Tal vez solo escogió a los rivales correctos —se encogió de hombros la chica mientras desenvainaba una de sus espadas y se la pasaba —. Solo es una prueba, así que le rogaría no utilizar el filo —la muchacha señalo con un gesto la espada del caballero, quien con una sonrisa dejo la espada en el suelo y tomo la que le ofrecía la chica.

— Tu padre también colgaba su espada en la espalda —soltó Jaime mientras se estiraba —. Y tampoco usaba escudo.

— Lo sé. Parte es por eso que aprendí a luchar así. Y también que los escudos son muy pesados —Lyanna se puso en guardia mientras se ponía en posición.

— Empecemos suave o...

El caballero se vio interrumpido con la muchacha, pues esta se movía a una velocidad envidiable. A penas logro bloquear su ataque.

Y así comenzaron. Jaime era seguro, certero y capaz, mientras que Lyanna atacaba sin cesar con ataques suaves que pronto lograron desestabilizarlo. Jaime pensó en solo bloquear hasta que la muchacha se cansara, pero incrédulo observo como ella, cuando se cansó con la mano derecha, paso la espada con un rápido movimiento a la mano izquierda, atacando con la misma precisión que con su otra mano.

Por un momento Jaime Lannister creyó ver a Arthur Dayne en los ojos de su hija y sintió una gran sensación de respeto hacia la muchacha, misma admiración que siempre había sentido por el caballero.

En un golpe muy fuerte para su gusto, Jaime Lannister logro derribar a la muchacha y asustado se acercó a ayudarla, pero ella se puso de pie de un solo movimiento, lista para seguir luchando.

— ¡Está bien! ¡Está bien! —levantó la mano el caballero para indicar que había acabado la pelea. Su orgullo se vio extinto en cuanto pensó que le había hecho daño, aunque se contuvo con Lyanna, lo que ella noto desde el principio —. Eres una orgullosa hija de tu padre.

Lyanna sonrió feliz y miro al cielo ponerse de un tono naranja y miro preocupada a Ser Jaime.

— Seré vilmente castigada si Lady Stark se da cuenta que estoy entrenando. ¡Y con el hermano de la reina! —Lyanna sabía que debía sonar preocupada, pero su tono era de deleite absoluto causado por la adrenalina nacida por la pelea.

Jaime Lannister, riendo como no lo hacía en años, se acercó a la muchacha y acomodo detrás de su oreja un mechón que se había escapado de su moño. Lyanna, totalmente congelada, trato de disimular el gesto tan íntimo con una sonrisa. Nadie más que Jon la había tocado con tal intimidad.

— Debo ir a darme un baño y cambiarme Jaime. Fue un placer practicar contigo, ¡ojalá se repita! —sonrió la chica mientras envainaba sus dos espadas en la espalda —¡Buen día Jaime Lannister!

El caballero vio como la muchacha salía corriendo a toda velocidad a través del bosque, como si lo hubiera hecho innumerables veces y sonrió pensando en que lo más seguro es que lo hubiera hecho. Volvió a amarrarse el cinturón con su espada y con una sonrisa siguió a Lyanna, pensando en cómo esa chica había podido hacerle reír con tanta facilidad.

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