Capítulo III

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Bran temblaba por las noches. Verano, con una mirada de preocupación, iba y se acostaba a su lado cada vez. Meera pensaba que eran pesadillas, pero el chico jamás hablaba de aquello. En realidad, no hablaba mucho con nadie, pues cada día se veía más sumido en sus lecciones.

- Cada vez que despiertas eres menos humano – les conto Lyanna con voz neutra, una de aquellas veces que estaba dispuesta a hablar sobre su pasado –. Eso me dijo Beric Dondarion después de despertar. Creo que Bran vive vidas enteras en sus visiones. Y que cada vez que despierta se hace como el cuervo.

- El cuervo es humano – contesto Jojen al ver la mirada de preocupación de su hermana –. Bran es humano. Tú no sabes todo lo que pasamos juntos. Lo que tuvo que superar.

- Tengo la sensación de que hemos tenido suerte hasta ahora – Lyanna se puso de pie – y que ninguno de nosotros hemos vivido ni un tercio de lo que nos toca.

Los hermanos Reed observaron a la chica irse. Jojen pensaba que Lyanna era la mujer más hermosa que jamás vio, con ojos violetas hechiceros y un rostro delicado adornado por una ligera melena que le llegaba hasta el nacimiento de su cuello.

- Creo que las pesadillas de ella son peores – susurro Jojen después de comprobar que Lyanna estaba lejos –. Aun llora en sueños. Despierta agitada y sin dejar de temblar. Llama a sus hijos en sueños...

- A su esposo. A Jon Snow – completo Meera –. A toda su familia. Bran también lo hace. Llama a Rickon, a su padre... Quisiera que, por lo menos en las noches, sus pensamientos los dejaran en paz.

- Mientras ambos sigan soñando, seguirán siendo humanos – Jojen tomo la mano de su hermana –. Temo por lo que les pasará si dejan de soñar.

- Estaremos con ellos. Ya llegamos hasta aquí, ¿no?

Meera no noto como Jojen bajaba la mirada y evitaba a responder aquella pregunta. El joven había soñado múltiples veces con su muerte. Y sabia lo cerca que estaba.






Los ojos de Lyanna se llenaron de lágrimas al ver al "Viejo Rey" morir. Siguió a Jaehaerys Targaryen por un par de días, viendo su ascenso al trono. La duración de su regencia y lo fiero que era. Y como Alysanne, su esposa, era la mayor razón de su entereza. Vio como ambos sobrevivieron a sus hijos solo hallando consuelo en el otro y como el rey, a pesar de todas las dificultades y sus años de matrimonio, murió llamando a "su Alysanne".

- Aegon conquisto los Siete Reinos, pero fueron Jaehaerys y Alysanne quienes lo unificaron – conto el cuervo –. Ahora le toca al buen Viserys.

- ¿Qué tiene de interesante? – pregunto Lyanna limpiándose las lágrimas con disimulo –. Aparte de indirectamente causar la danza.

- Cierto. Tuvo un reinado pacífico, tan pacífico que realmente fue la paz antes de la tormenta.

La Fortaleza Roja era mucho mas impresionante en tiempos de los Reyes Dragón, eso Lyanna tenía que admitirlo. Conocía todos aquellos pasillos, ella misma los había recorrido muchísimas veces, pero eran completamente diferentes en su visión.

- Rhaenyra y Ser Criston Cole – expuso el cuervo, haciendo que Lyanna observara a la pareja.

Formaban una pareja impresionante, pero las historias decían específicamente que nunca lo fueron. Aun así, Rhaenyra veía al caballero con lágrimas en los ojos.

- Seré reina – decía ella –. No puedo renunciar a todo... yo...

- Entonces solo eres una puta. Princesa y heredera al trono, pero bien que dispuesta a todo con tu tío.

Ella casi hace que el caballero cayera con el bofetón que le dio.

- Entonces si tuvieron algo – puntualizo Lyanna –. Eres solo un viejo chismoso, Lord Cuervo.

Algo parecido a una risa se deslizó por el viento.

- Un corazón roto es capaz de muchas cosas – contestó el cuervo –. Y, en este caso, destrozó a ambos. Ella tuvo tres hijos bastardos con su amante y él se hizo el mayor partidario de la reina Alicent. Y de Aegon II.

- Y cuando su amante murió, casi a la par que su esposo, se casó con el afamado tío. Daemon.

Siguió a Daemon Targaryen por las calles de Desembarco del Rey, con el corazón latiéndole con fuerza. Si Aegon y Jaehaerys eran guapos, Daemon era casi un dios. Una nueva risa se deslizó por el viento.

- Creo que somos amigos, Lord Cuervo – comentó Lyanna –. Increíble.

Se vio interrumpida cuando se trasladaron a Rocadragón. Y vio cuando llegaron las noticias de la muerte de Viserys, el primero de su nombre, y el nombramiento de Aegon, el segundo de su nombre, como Rey de los Siete Reinos.

Vio una llama de excitación recorrer el rostro del príncipe, quien parecía ser el único que esperaba con ansias lo que sucedería.

Y, como si una de las ventanas del salón de reuniones se tratara de un espejo, Lyanna vio el mismo brillo en los ojos del Príncipe Aemond, el tuerto. Observo la mirada determinada de Rhaenyra en contraste con la cara altanera de Aegon II. También observo con detenimiento la mirada de Aegon el joven, hijo de Rhaenyra, que parecía asustado y preocupado por la situación. Miraba con ansiedad a su hermano menor, Viserys, que abrazaba su huevo de dragón.

- ¿Grandeza o locura? – preguntó el cuervo –. Sabes que pasa a partir de aquí. Puedes decirme.

Lyanna lo consideró durante lo que pareció mucho tiempo. Leyó varios libros sobre la danza, pero algo en ella le decía que el cuervo se refería a que, de alguna forma, ella ya había visto todo aquello.

- Aegon El Mayor, con las heridas que Rhaenys le causó, cayó en la locura – susurro Lyanna pensativa –. Comenzó a ver enemigos en todos lados y se negó a acabar con la guerra a toda costa. Rhaenyra, tras haber perdido a tres de sus hijos, pues no sabía que Viserys aún vivía, se hizo paranoica. Cometió imprudencias y no ayudó que los dragones murieran bajo su cuidado. Creo que enloqueció, pero que Aegon El Menor la mantenía ahí – Lyanna se sentó en el alfeizar de una de las ventanas, observando a los dos consejos discutir –. Aemond era... cruel. Impulsivo. Es como Aenys, no fue alguien que dejó mucha marca, a pesar de que él fue quien dirigió la mayoría de la guerra. Daemon... diría grandeza, pero algo no encaja con él.

- ¿Los demás?

- Aegon el Menor convirtió todo su dolor en grandeza – contestó Lyanna –. Tal vez no fue alguien que fue amado por el pueblo, pero fue un gran rey. También ayudo la presencia de su hermano, quien lo cuidó y le devolvió algo de alegría.

- ¿Ves? – susurro el cuervo –. "El Rey Quebrado" fue mejor rey que su abuelo y mucho mejor de lo que su tío jamás pudo haber logrado ser.

No tuvo tiempo de responder pues despertó en medio de la cueva. Vio hacia un lado y observo a Bran aun en medio de un trance.

- Tienes que ser su amiga también – le dijo el cuervo mientras Lyanna se acercaba al joven tullido. Se parecía tanto a Robb –. Te necesitará.

- Lo sé – susurro acariciando los rizos pelirrojos de Bran.

- Él tendrá ojos en todos lados, pero tu serás sus brazos, sus piernas y su espada – de alguna forma, el cuervo sonaba melancólico –. Debes cuidarlo y protegerlo con tu vida.

Lyanna se mantuvo en silencio mientras esperaba a queBran despertara. Y cuando despertó, ambos sintieron la necesidad de sonreírse mutuamente.Estaban mas unidos de lo que pensaban.

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