Capítulo VIII

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— Eres lo único que se interpone entre el caos y ellos Tyrion —le consolaba Lyanna—. No te apreciaran, es más, te desprecian, pero son solo gente hambrienta y desesperada. Necesitan culpar a alguien.

Tyrion estaba borracho. Bastante, diría Lyanna. Ese día llegaron noticias de la caída de Bastión de Tormentas. El último paso antes de que Stannis invadiera la ciudad con uno de los ejércitos más grandes de los últimos tiempos, contra una guardia reducida y muros fuertes.

— ¿Qué soy, Lyanna? —se lamentaba Tyrion—. Un enano despreciado por todos, un estúpido que no comprende el mundo. Un imbécil que está enamorado de una puta. ¡Por segunda vez!

El enano dejo escapar una risa histérica, cosa que entristeció a Lyanna, nunca le había visto tan vulnerable. No ayudaba que ella también hubiera bebido un poco.

— Un enano sin duda —Lyanna señalo a Tyrion —. Un enano Lannister. Tu eres más hijo de Tywin que Jaime y Cersei juntos. Aunque Cersei puede ser igual o más cruel que él.

— Y tú adorado esposo es un imbécil.

— Cuidado, que ese imbécil es el padre de mis hijos —Lyanna soltó una carcajada —. Y el padre del rey. Y de los príncipes —la Lady pareció pensativa un momento —. Tienes razón, es un imbécil.

Ambos estallaron en carcajadas y conversaron. Tyrion le conto la historia de cuando se casó a los 13 años, con una mujer que resulto ser una prostituta que lo había engañado. Ella le conto sobre Invernalia y su infancia en Lanza al Sol. Después de lo que parecieron horas, con un suspiro, Lyanna se arregló el cabello y dejo la habitación, pensando en volver a la realidad de ambos. Antes de dejar la Torre de la Mano, Lyanna noto como Tyrion se subía a un caballo y salía de la Fortaleza Roja cabalgando.

Los salvajes de las montañas que habían llegado a la Desembarco del Rey con Tyrion se iban a proteger el camino como parte de la estrategia de defensa de la Mano del Rey. En la ciudad solo quedaban Bronn y sus casi ochocientos mercenarios y la Guardia de la Ciudad, que estaba compuesta en su mayoría por jóvenes hambrientos. Si la batalla se ponía fea, la mayoría huiría.

Como alguna vez Tywin Lannister le dijo a su hijo Tyrion, "un guardia no es un soldado".

El Gnomo, mientras caminaba por el muro de la ciudad, se encontró deseando que aquellos muros fueran más altos, más gruesos. Con pesar recordó que los muros altos y gruesos de Invernalia no habían servido de nada contra la invasión de los Greyjoy.

Trato de recordar la última vez que había visto a Theon. Lyanna se lo había presentado y, el chico, inmaduro y de sonrisa fácil, que se burló de él. Un niño inmaduro que era hábil con el arco, nada más que eso, y ahora era el Señor de Invernalia.

Lyanna lloro cuando Tyrion se lo dijo, no pudo contenerse. Después de hablar con Varys, él fue a decirle a su cuñada, pues parecía ser la única en la capital a quien le importaba lo que sucediera en el Norte. Ella jugaba con sus hijos, sus hermosos sobrinos, ambos gateaban y comenzaban a caminar mientras se sostenían de las cosas a su alrededor.

Cuando le dijo que tenían que hablar, ella había puesto a los mellizos en un tipo de jaula que fabrico y le miró fijamente.

— ¡Oh, Theon! —suspiro ella tratando de contener las lágrimas —. Pensé... yo...

Luego de recuperarse, miro a su cuñado con toda la determinación de la que fue capaz, sin embargo, Tyrion vio el dolor intenso en sus ojos violetas cuando hablo.

— Eso significa que Robb deberá volver al Norte para recuperar su Fortaleza Ancestral, lo que ayudará a librar al ejército Lannister de la amenaza de Robb.

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