Daryl Dixon

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El cazador del grupo de supervivencia, era un hombre serio y rudo, el verlo te causaba temor, su apariencia no era la mejor, y su mirada podría causarte escalofríos.

Esto fue lo que pensó Charlotte al integrarse al nuevo grupo, ella no era de muchas palabras, solo demostraba lo que hacía con acciones y eso llamó la atención de todos.

Con el pasar del tiempo, se fue ganando la confianza de los demás, y ella comenzó a hablar poco a poco con ellos. Ella era una persona muy seria, y tranquila, tenía la cabeza fría en todo momento, pero cuando estaba con sus amigos de confianza era la mujer más risueña del mundo.

Pero jamás había cruzado palabra con Daryl Dixon, y no era por qué le caía mal, si no por que Charlotte le tenia miedo.

Para ella el era todo lo que describía lo malo y su manera brusca de ser le daba cierta incomodidad.

Ella sabía que estaba juzgando, pero no podía evitarlo, no tenía el valor de enfrentar al cazador para crear una plática con él.

Gleen bromeaba diciendo que Charlotte era como un vídeo juego, y que todos tenían que desbloquear su lado amable,  según sus palabras todos lo habían logrado menos Daryl.

En una excursión en busca de cosas para la bebé de Rick, junto a otros sobrevivientes de su refugio, Charlotte se metió hasta el fondo de una de las tiendas y vacío casi todo un estante que tenía leche en polvo.

Por lo que no escuchó el desastre que había afuera, cuando terminó, ella cerro su mochila y al querer salir se dio cuenta de que estaba sola.

La habían dejado.

Aquello le hizo sentir un tirón en el pecho, busco con la mirada alguna pista pero no había nada, a excepción de una mochila llena de agua y comida del lugar en el que vivían en una esquina, esa mochila era de Rick.

Aquello le hizo entender, que no era un accidente, la habían dejado ahí a propósito.

Tardo días en entender por qué harían algo así, pero nunca llegó a saberlo.

Su corazón se rompió, sabía que no debia confiar en ellos, pero una parte de si misma les dio una oportunidad.

Espero a que la rescatarán, ella no podía salir de esa tienda, puesto que afuera estaba lleno de muertos que ansiaban comer su carne.

Pasaron cinco días, y nunca llegaron.

Sin pensarlo dos veces, se alistó evitando su llanto y busco una salida, que encontró en el techo, era un tragaluz, rompió lo que lo cubría y al sentir el aire caliente le hizo sonreír.

Empujo su cuerpo con el estante que había acomodado y tiro su mochila afuera luego subio ella.

A partir de ahí, ella siguió su camino, lo más lejos que pudo del que alguna vez fue su hogar.

Habían pasados cuatro meses desde que se separó del grupo, y no le había ido del todo bien.

Tenía comida y agua, pero un hombre trato de robarle, ella lo evitó pero no pudo salir ilesa de esa lucha.

La mitad de rostro tenía una larga marca, que iba desde su sien derecha hasta sus labios, de milagro no le había tocado el ojo con el cuchillo.

Dolía Demasiado y no tenía la medicina suficiente, la sangre escurría sin detenerse cegandola a veces de uno de sus ojos.

Temporalmente se colocó una de sus camisas en su rostro y la mantuvo ahí hasta encontrar lo necesario para curarse.

Al estar vagando en el bosque en busca de la carretera, encontró una especie de lago y algo aliviada corrió hacia el, para mojar otro trapo y colocarlo en su herida.

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