Dean Winchester

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- ¿Seguro de que quieres ir, Tommy?- Pregunté cuando lo dejaba frente a la casa de su amigo.

Sus amigos y el habían quedado en ir a la escuela abandonada que había a las afueras de la ciudad, el me había comentado muy emocionado por eso haciéndome prometer que no le contaría a nuestro padre.

Pero ahora, el día en el que iría, no se veía muy convencido del todo.

- Lo tengo que hacer.- murmuro con un suspiro.- yo les di la idea.

- Pero puedes retractarte.

- No puedo, ya tengo fama de miedoso e hijo de mami.

- Tom...- Comencé a hablar pero el me callo exaltado.

- ¿ Sabes lo que es vivir con eso en la preparatoria? No quiero que me pongan sobrenombre!

- Puedes decir que fue mi culpa, diles que fui una aguafiestas y que no te quise traer.

La idea pareció gustarle pero pronto su mirada de esperanza cayó. Sus amigos habían salido de la casa y nos saludaban.

- Muy tarde.- tomo su mochila y antes de salir le detuve por el brazo.

- Tommy espera.- el volteó.- Yo estaré por allá, cualquier anomalía me llamas y de inmediato iré por ti.

Su mirada se iluminó y me abrazo rápido.

- Eres la mejor.

Sonreí levemente y encendi el auto de nuevo. Para después arrancar.

Tenía la mente metida en lo que haría esa noche, iría a una escuela abandonada sola.

Cuando me dijeron que sería hermana mayor, nunca pensé que tendría que hacer cosas como estas.

Baje a una de las tiendas para comprar bocadillos para llevar en el viaje al lugar.
Mientras buscaba, encontré unas papas que me gustaban mucho pero estaban a lo alto del anaquel, busque una silla o una caja para subir cuando alguien hablo tras mío.

-¿Necesitas ayuda?

Voltee encontrando a un hombre de pelo largo y altísimo. Asentí y el tomo el paquete por mi, lo tome con media sonrisa.

- Muchas gracias.

En la noche, me estacione cerca de la escuela, mi hermano me envió un mensaje diciendo que ya estaban ahí.

Solté un suspiro mientras abría la bolsa de papas, la música de Adele resonaba en la radio.

Las horas pasaron y la noche comenzo a reinar en el lugar, el frío empezó a colarse en el auto, frote mis brazos.

El auto no tenía calefacción, y yo solo traía una chaqueta de mezclilla puesta, de haber sabido que haría frío en ese lugar en la noche hubiera pensado mejor mi idea de querer apoyar a mi hermano.

Vi las ventanas del edificio abandonado, estás estaban oscuras, le mandé un mensaje a Tom preguntándole si todo estaba bien.

Solté un suspiro, que se convirtió en vapor helado.

— Maldita sea, Tommy.— gruñi sintiendo mi cuerpo temblar por el frío. Revise mi celular en espera del mensaje de mi hermano, cuando de pronto unos toquidos a mi ventana me hizo dar un brinco asustada.

Volteé con cierto miedo, encontrando a un chico de ojos cafés del otro lado, baje tan solo un poco la ventana, ni me fiaba del todo de aquel hombre.

— ¿Si?

— Está es propiedad privada, señorita.

Hice una mueca, y suspire.

— Solo estoy esperando a alguien.— al decir esto me maldije, había delatado a mi hermano y sus amigos.

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