Cuando María conoció a los pevensie, ya tenía dieciocho años, era demasiado madura para su edad y muy adelantada para la época en la que se encontraba.
Siempre tenía problemas con las autoridades de la escuela debido a que nunca dejaba que la injusticia ganará, se metía a defender a los que no podían hacerlo.
Estaba en su último año de escuela, y según los rumores que corrían, ella era alguien anormal, una chica salvaje de otro tiempo, nunca encajo con nadie más, hasta que se topó con el mayor de los pevensie.
De inmediato conectaron y se volvieron los mejores amigos, ambos confiaban ciegamente en el otro. Aquello causaba que los demás en la escuela pensaran que eran pareja, pero eso no eran más que mentiras.
Maria era como una hermana más para Peter, y él era como el hermano que nunca tuvo.
La castaña amaba muchísimo a los pevensie, cuidaba de ellos como si fuera su propia familia y debido a ello, se ganó el amor de los hermanos.
Los pevensie se convirtieron en la única familia que María tenía, debido a que ella perdió a su verdadera familia en cuanto la guerra comenzó.
Pero esto nadie más lo sabía, a excepción de los pevensie, que evitaban a toda costa tocar el tema.
Lucy se encargó de poner al tanto a la chica sobre su aventura en Narnia, al principio ella no le creyó, pero entre más le contaba más llegaba a convencerla, puesto que lo que decía la pequeña y Edmund, era extraordinario.
La chica a veces bromeaba diciendo que deseaba ir a Narnia, para luchar contra un centauro.
Por qué María amaba luchar, no era en vano cuando se decía que la chica era salvaje.
De vez en cuando, se ponía a luchar con Peter por diversión y siempre salían con moretones y heridas pequeñas, pero siempre con una gran sonrisa en su cara.
En la actualidad, Peter peleaba con algunos de su escuela y María venía de la mano con Lucy, al ver esto soltó un suspiro.
- ¿No vas a hacer nada?- pregunto Susan al ver que la chica veía tranquila la pelea.
- Estoy en falda.
- ¿Y eso que?
- No quiero enseñar mis calzones a esos niños, Susan.- Respondió obvia causando que Lucy soltara una risita.
- Cuando luchas con Peter no te importa eso.- mascullo molesta viendo a su hermano golpear sin remordimiento a uno.
- por qué siempre llevo mayas, ahora no eso tengo.- iba a hablar de nuevo cuando vio que tiraron al rubio al suelo, gruño y soltó a la pequeña.- Ahora si estarán muertos. Préstame tu bolso Lucy.
La niña se lo dio de inmediato, María lo meneo varias veces y volteó a verla.
- ¿Tienes algo de valor aquí?
- Solo mi caja de lápices.
Ella sonrió de lado y agarro con fuerza la correa del bolso.
- Bien, te daré los míos.
Sin más se acercó a la bola de adolescentes que gritaban a los chicos, se abrió paso bruscamente, y enredo la correa entre sus dedos, para después chiflar. Llamando la atención de todos.
- Eh, idiotas!- grito, luego golpeó en la quijada a uno de los chicos que cayó al suelo. Otro se acercó dispuesto a atacarle pero ella se lo saco de encima con otro golpe en sus genitales.
María fue todo un espectáculo, maniobraba el bolso como si fuera un látigo, y no se detuvo en lo absoluto, cuando a uno de ellos le sangro la naríz.
