Bonnie Smith acababa de aprobar las oposiciones de magisterio.
Desde que acabó la universidad a los vientres años ha estado compaginando el trabajo en colegios privados. Había estado yendo de una ciudad a otra.
Al ver sus notas, se llevó una gran alegría. Al fin había aprobado unas pruebas tan difíciles como aquellas y con muy buenas notas, además. Eran lo suficientemente altas para conseguir una plaza fija.
Siete años yendo de un lado para otro y, ahora, tenía un lugar donde establecerse con su familia. No se lo podía creer.
Su marido, Charles Brown era empresario, por lo que podía viajar e instalarse donde lo deseara. El hermano de Bonnie le ayudaba. Trabajaba para él desde hacía unos años, prácticamente desde que creó una pequeña empresa de asesoría fiscal. Fueron entre los dos quienes pusieron el nombre a la empresa, "Asesoría números".
El camino desde Madrid hasta Oeste-Village estaba resultando largo. Estaba al norte de España, casi en la frontera con Francia, al oeste de los Pirineos. Mary, la hija del matrimonio, se pasó gran parte del viaje llorando. Acababa de cumplir un añito.
La niña había nacido poco después de que se casaran. El final de la década de los 90 estaba siendo un gran año para ellos.
El pueblo no era muy grande. Apenas había dos mil habitantes. De estos, apenas trescientos eran niños. De estos, ciento treinta y uno iban al instituto y el resto, eran estudiantes de instituto. Ciento sesenta y nueve eran estudiantes de primaria y, de estos, solo a sesenta y dos le daría clase Bonnie. Justo los alumnos de primero y segundo de primaria.
Al entrar en el pueblo, el matrimonio se fijó en una casa abandonada. Era impresionante, aunque era una pena que estuviera abandonada.
Al día siguiente de enterarse de dónde sería su destino, Bonnie y Charles habían puesto a buscar una casa para que la familia se instalara. Tuvieron mucha suerte al encontrar una vivienda perfecta para ellos en pocas horas.
No era especialmente grande, pero el espacio era suficiente para una familia con sus características. Constaba de cuatro habitaciones, cocina, dos baños y un enorme salón. En la parte de atrás, un patio donde Bonnie colgaría la colada.
Tardaron varios días en instalarse.
Les costaba acostumbrarse a una localidad tan pequeña como aquella. Estaban acostumbrados a vivir en una gran ciudad. No solo era por la vida más ajetreada que llevaban en Madrid. Era el ruido, que allí era casi inexistente, el aire, que en ese pueblo era mucho más limpio. Y la tranquilidad. Todo era muy diferente a lo que estaban habituado.
Estaba siendo un cambio muy grande para ellos.
Al ser finales del mes de agosto, el pueblo estaba lleno de gente. Muchas familias que se habían establecido en localidades más grandes, como cada año, habían ido a ver a sus mayores.
Los niños jugaban por las calles desde primera hora del día. Por mucho empeño que sus padres pusieran para que obedecieran la orden de entrar en casa, no lo hacían. La mayoría de ellos no se veían en meses, incluso en todo el año. En lo único que pensaban era en jugar con sus amigos.
Los adolescentes hacían prácticamente lo mismo, aunque aguantaban menos el calor que los niños. Iban a casa de cualquier miembro del grupo en el que estuvieran integrados a pasar la tarde. Al anochecer, regresaban a casa y, tras la cena, volvían a salir con los amigos. se sentaban con los amigos bajo un árbol hasta que terminaba de caer la noche.
Se escuchaba cierto bullicio en la calle, por lo que la nueva familia que habitaría en aquel pueblo, quedó las puertas de la casa abiertas de par en par.
No era una casa especialmente cálida. Tenía unos muros anchos, por lo que les aislaría del calor en verano y del frío en invierno.
Bonnie tenía que tener mucho cuidado con la niña. No paraba. Si no andaba, gateaba. Nunca estaba en un mismo sitio. Además, la pequeña jugaba con cualquier cosa que tuviera a su alcance. Con la casa echa un desastre por la mudanza, la niña podía hacerse daño con cualquier cosa.
Charles era el que más estaba pendiente de Mary. Era a él a quien más caso hacía.
En escasos días tuvieron toda la casa organizada, justo como Bonnie quería. No deseaba empezar el curso con la casa echa un desastre, con cajas de la mudanza aún por medio.
Apenas habían tenido contacto con los vecinos. Tampoco se habían esforzado mucho por conocerlos. Se habían centrado tanto en tener todo listo para el comienzo del curso, que habían dejado de lado sus relaciones sociales.
El día siguiente de haber terminado de organizar todo, una vecina fue a visitarles.
Nicky Johnson vivía al final de la calle. Apenas había tres puertas entre la casa de la familia de la profesora y ella.
Era una mujer de piel morena, pelo oscuro y cabello negro. No es que fuera muy alta, aunque no era en lo que se fijaba la gente. Tenía un cuerpo muy estilizado, por lo que su altura pasaba desapercibida.
Se había quedado viuda año y medio atrás, cuando estaba embarazada de su segundo hijo, Sergio Ferrec, que tenía año y medio.
El mayor, que era el que más se parecía al marido de Nicky, Michelle Ferrec, era alumno de primero de primaria.
Nicky había podido observar el movimiento que había en su calle. En un pueblo tan pequeño, por mucha gente que hubiera, todos se enteraban de todo, especialmente si sucedía a pocas puertas de distancia.
Una vez pudo ver que los nuevos vecinos estaban instalados, una tarde a la hora de la merienda, cogió a Michelle en brazos y a Sergio de la mano, fue a hacerles una visita.
Esa misma mañana había preparado unas magdalenas para ellos. Pensó que les resultaría agradable recibir algo de una vecina.
"toc-toc-toc". Sonó la puerta.
Bonnie fue a abrir.
—Buenas tardes. Perdona que os moleste. Soy Nicky, la vecina de allí abajo. – Señaló su casa – quería ofreceros esto –. Le dio lo que le había preparado.
Bonnie sonrió haciéndola pasar.
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Casa Encantada
Mystery / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...