Capítulo 7

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"4 de octubre de 1991"

A Nicky le había costado mucho decidirse a que Sergio fuera solo al colegio. Seguía pensando que era muy pequeño y que la tentación de acercarse a la Casa Williams era muy grande, pero al fin se había decidido.

Le pondría ciertas condiciones. Tendría que levantarse y vestirse él solo, sin rechistar. Sergio, a pesar de ser tan pequeño, aceptó sin protestar. Quería aquello más que nada.

Ese viernes fue el primero en el que iría solo al colegio. Unos compañeros fueron a por él.

Tras ver cómo su hijo se marchaba, Nicky fue a dejar a Michelle con Charles. Junto a Bonnie, iría al colegio.

—¿Cómo te sientes dejando ir por primera vez al niño solo al colegio? Se te hace mayor.

—Es raro, muy raro. Tengo cierto vacío –. Sonrió –. Aunque va creciendo, para mí siempre va a ser mi niñito.

Sergio se quedó un poco más en clase en el tiempo del recreo. Quería hablar con su profesora a solas. No quería que sus compañeros escucharan lo que le tenía que decir. Le daba vergüenza.

—Señorita Bonnie – se acercó a ella –. Gracias por convencer a mi madre para poder venir solo al cole.

Le dio un abrazo antes de salir a jugar al patio.

Al salir del colegio, Bonnie se lo contó a Nicky, la cual se sintió muy orgullosa de su hijo. Era un buen chico y muy agradecido.

Durante aquella tarde, las dos amigas estuvieron merendando juntas en el colegio. Tenían clases extraescolares. Aprovecharon para conocerse mejor.

Bonnie comenzó a contarle la conversación que había tenido con Charles unos días atrás.

—Me podías contar algo más sobre la Casa de los Williams – le pidió a su amiga comenzando la conversación.

—¿Por qué tienes curiosidad?

Le contó en ese punto las preocupaciones de Charles respecto a las historias que se contaba sobre la casa.

—Siempre ha tenido mala fama. Han pasado cosas raras alrededor de ella. Todos hemos visto o escuchado algo procedente de ese edificio.

_¿Por ejemplo?

—No puedo contarte lo que han vivido otras personas. No tengo pruebas de ello y ya sabes cómo son estas cosas. Siempre se exageran. Te puedo contar lo que me sucedió a mí la primera vez que estuve allí.

_Está bien.

"Algún fin de semana del verano de 1962"

Nicky tenía alrededor de seis años.

Era uno de esos veranos extraordinariamente aburridos. Y, como si fuera poco, apenas habían llegado gente de la ciudad de vacaciones. Era una situación propicia para que los niños que vivían habitualmente en el pueblo hicieran de las suyas. Nadie les costaría a sus padres o abuelos lo que hacían,

Algunos de los amigos con los que solía pasar el tiempo, habían decidido ir, al terminar el día, a investigar la Casa de los Williams.

Sabían cómo entrar, cómo salir. Era algo que habían aprendido por chicos un poco mayores que ellos, que, a su vez, lo aprendieron de generaciones anteriores a las suyas. Se temía mucho a la casa, pero también causaba mucha curiosidad en los más jóvenes de la población. El miedo que todo el mundo parecía tener a ese lugar, hacía que ese lugar les fuera más interesante.

Habían quedado alrededor de las diez de la noche. En un principio para jugar. Quizás fuera por el aburrimiento o por el espíritu aventurero que caracteriza a todo niño de esa edad. La decisión que tomaron fue ir a la Casa de los Williams.

Llegaron a la puerta del jardín. Se quedaron parados durante unos segundos. Aquella casa les imponía. Hasta ellos no solo había llegado la forma de entrar y salir de allí. También sabían todas las historias que corrían alrededor de aquel lugar.

Pasaron al jardín tal cual les habían indicado.

Fueron con cautela hasta la puerta de la casa.

El acceso al interior estaba totalmente cerrado. No había forma de entrar a ella.

En algún punto de la historia del caserón se tapiaron todas las entradas a la misma. Todas a excepción de la puerta principal, la cual no se podía abrir.

Miraron a través de las ventanas. Todo era como se esperaban. Todo estaba hecho un desastre.

El grupo se fue alejando de la casa. únicamente Nick se quedó atrás. Se quedó pasmada mirando al interior de la vivienda.

Nicky gritó con todas sus fuerzas. El miedo le recorría el cuerpo.

Había visto algo a través de la ventana.

Una sombra, al final del pasillo, la miraba. No observaba a todo el grupo, la miraba a ella, solo a ella.

No podía diferenciar su rostro. Solo diferenciaba su contorno. Así era imposible saber quién era.

—¡Chicos! ¡Hay alguien ahí dentro!

Todos volvieron sobre sus pasos. El grupo en su totalidad pudo ver aquella sombra al final del pasillo.

—¿Quién es? – preguntó algún miembro del grupo.

—¿Cómo ha podido entrar ahí? – Preguntó otro –. Hace años que es imposible. Todas las entradas, a excepción de una, han sido tapiadas.

Ante los ojos atónitos de todo el grupo, la sombra desapareció.

—¿Qué demonios ha sido eso? – gritó Nicky –. ¿Cómo ha desaparecido? Es imposible. Nadie nos ha dicho que hay trampillas ni nos han hablado de sótanos. Qué ha pasado.

Salieron corriendo. El miedo recorría cada célula de los cuerpos de los niños. Lo que acababan de ver, no tenía lógica. No podían entender lo que acababan de ver.

Todos llegaron a casa con rasguños por todos lados. Al salir del caserón, se habían golpeado por todas partes.

Al ver como habían llegado, sus padres les pusieron un castigo ejemplar. A este se le sumó otro por haber entrado en aquella casa.

Todos sabían qué era lo que pasaba allí dentro. Habían vivido cosas inexplicables y, aunque tenían claro que tarde o temprano irían allí como habían hecho ellos, no estaba bien que fueran allí. Podría haberles pasado algo realmente malo.

Los adultos recordaban a la perfección lo que les pasó cuando iban allí. Especialmente la primera vez. Y a ninguno les agradaba recordar el miedo que pasaron.

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