Capítulo 28

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"17 de Diciembre de 1991"

Charles recibió la llamada de Javier que había estado esperando durante aquellos días a primera hora de la mañana.

El doctor se había pasado por su casa antes de abrir el consultorio. No sabía dónde había puesto el número de teléfono.

—Buenos días– saludó al abrirle la puerta Bonnie–. ¿Puedo pasar?

—Claro.

Charles estaba preparando la mesa para el desayuno. Al ver pasar a Javier en casa, puso otra taza de café para él.

Le saludó y le invitó a compartir mesa con ellos.

—No te lo tomes a mal – le pidió Charles–. ¿Qué haces aquí? No te esperábamos.

—Me ha llegado la cita para la niña.

Javier sacó un sobre grisáceo de la maleta. En la esquina derecha superior tenía un sello de la Clínica "Infancia".

—¿Esta es la cita? – preguntó Bonnie–. ¿Cuándo te ha llegado?

—Lo he visto esta mañana cuando he salido de casa. Ayer, cuando llegué, miré el buzón y no había nada, así que me imagino que me ha llegado hoy a primera hora.

—¡Pero si todavía no ha comenzado la mañana!

Charles abrió la carta. Javier se la había entregado sellada.

La cita fijada era el día veinte de aquel mes, es decir, en escasos tres días. Justo antes de las evaluaciones de Navidad. Esto complicaba que el colegio le diera los días libres a Bonnie.

—Cielo, ¿qué piensas? – le preguntó Charles.

—Iremos a la consulta– contestó decidida–. Si yo no puedo ir por las evaluaciones, irás tú con la niña. No pasa nada. En cuanto salga del colegio, iré a Madrid. La prioridad es llevar a Mary a esa consulta.

—No creo que te diera tiempo a llegar. Mira a qué hora es la consulta.

Bonnie cogió la carta. La leyó con atención. Desde el ángulo en el que estaba, no podía leerla bien.

A las once de la mañana. La cita era a las once de la mañana. Era totalmente imposible poder llegar a tiempo. De hecho, era inviable salir del trabajo a antes de esa hora.

—Cariño, no pasa nada– Le dijo abrazándola Charles. – Vamos los dos solos. Te estaré llamando con frecuencia.

—Yo también quiero ir con la niña. Quiero saber qué es lo que le pasa.

—Hay un gran invento que se llama teléfono. No te preocupes. Te llamaremos cada dos por tres.

Bonnie tuvo que resignarse, aunque no le hacía demasiada gracia.

Nicky llamó a la puerta. Ninguno de los tres se dio cuenta hasta la tercera vez que esta llamó al timbre.

Bonnie salió a recibirla. Cogió al niño y se lo dio a Charles.

—Tengo que irme – dijo ella –. Cuando vuelva, hablaremos del tema. Quiero ir. Intentaré hablar con el director del colegio a lo largo de la mañana, a ver si puedo hacer algo para ir a Madrid.

Las dos compañeras salieron hacia el colegio.

Sergio y Aiden iban unos pasos por delante.

—¿Qué es lo que os pasaba en casa?

—Mary ya tiene cita para el especialista. Es el próximo día veinte en Madrid.

—Justo en las evaluaciones. La cosa está complicada. Si hubiera sido un poco más adelante, no te hubieran podido negar el día. En estas fechas, no sé yo si será posible.

—Tengo que intentarlo. ¿Cómo no voy a ir a la revisión de la niña? Lleva siglos sin poder dormir bien.

Lo cierto es que Bonnie no tenía muchas ganas de hablar. Solo quería llorar. En ese momento se sentía mal por haber decidido quedarse en Madrid, por no haberse quedado más cerca de una gran urbe.

En cuanto llegaron al colegio, Bonnie se dirigió al despacho del director. Quería intentar pedirle permiso para ir con su hija a la capital.

—Lo siento. Estamos en plenas evaluaciones. – Le contestó. Si hubiera sido hace una semana, o a la vuelta de las vacaciones, no hubiese habido problema ninguno. Pero estamos en plenas evaluaciones.

Bonnie salió de allí a punto de llorar.

Siempre se había dicho que los funcionarios tenían los derechos fundamentales de los trabajadores asegurados. Entre ellos se encontraba el cuidado de la familia. Desde luego, para ella no estaba siendo así. Pero, ¿qué podía hacer?

Tuvo que resignarse. Al fin y al cabo, tenía ciertas obligaciones.

Pasó toda la mañana angustiada. Aquella situación no le agradaba.

En cuanto llegó a casa se puso a contarle a su marido lo que había hablado con el director.

—Bonnie, no te preocupes. No pasa nada.

Charles abrazó a su mujer. Quería que se sintiera mejor, aunque no sabía cómo hacerlo.

Se preocupaba por la niña.

En parte, se sentía culpable. Le había metido mucha presión con el tema. Tarde o temprano se le pasaría, estaba seguro. Aunque claro, las revisiones médicas de este tipo estaban bien.

La idea de ir a Madrid había salido de él con la intención de asegurarse de que todo con Mary estaba bien.

—Solo nos vamos a asegurar de que todo está como debe, tranquilízate. Además, tu hermano puede acompañarnos.

—Mathew teme los hospitales, clínicas y, sobre todo, a los médicos. No le hace ninguna gracia tener que ir a este tipo de cosas. No estoy muy segura de sí querrá acompañarla.

—Ya, ya lo sé. Pero adora a su sobrina. ¿Qué impulso crees que ganar?

Bonnie sonrió. Se sentía un poco más tranquila, aunque tampoco demasiado.

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