Capítulo 18

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"18 de Noviembre de 1991"

Nicky no había pegado ojo en toda la noche. Eso había hecho mella en su rostro.

Iba como un zombi por el pueblo. Como de costumbre, debía llevar a Michelle a casa de Bonnie y Charles antes de ir junto a su amiga al trabajo.

Sergio caminaba junto a su madre. Delante del niño, Nicky no quería contarle nada a Bonnie.

La mañana pasaba tranquila, rutinaria.

En el tiempo del recreo, Bonnie y Nicky salieron a uno de los pocos bares del pueblo a tomar un café. Normalmente lo cogían de la máquina que había en la sala de profesores, pero Nicky necesitaba hablar de lo que le preocupaba y no quería que nadie más se enterara de lo que había pasado.

A pocos metros del colegio, había una cafetería. No era muy grande. Sobre todo, sobrevivía de lo que se servía a los profesores.

Se sentaron en la barra. Aunque la mayoría de las mesas estaban vacías, prefirieron acomodarse ahí.

—¿Qué te preocupa? – le preguntó directamente Bonnie a su amiga viendo que no sabía cómo comenzar a contarle lo que tenía en la cabeza.

Nicky titubeó.

—Sergio estuvo ayer en Casa de los Williams – le contestó disolviendo el azúcar en la taza de café.

Bonnie se sorprendió al escuchar eso. Cuando el niño le pidió que le dijera a su madre que le dejara ir al colegio con sus amigos y salir con ellos de vez en cuando, parecía no tener intención de hacer tonterías para no perder aquello que tanto quería. Desde un principio le dio la impresión de que era un niño con mucha cabeza y muy responsable para no llegar a los seis años de edad.

—No me puedo creer que te haya desobedecido.

—Pues lo ha hecho. Sabía que no quería que se acerque a esa casa. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera hecho daño?

—La casa está en muy mal estado, pero no creo que les pase nada por entrar ahí.

—No es eso. No únicamente, lo sabes.

Bonnie se quedó en completo silencio. Volvía, de nuevo, lo sobrenatural a ser tema de conversación.

—Bueno, te ha contado que te ha desobedecido, Nicky. Si hubiera sucedido algo más que deberías saber, te lo hubiera dicho. Ya en sí, haya tenido el coraje suficiente para decirte: "mamá, me he portado mal", es una buena señal.

—Entonces, ¿Crees...?

—Tranquila, no habrá sucedido nada. Te lo hubiera contado, igual que esto.

El recreo estaba a punto de terminar y las dos profesoras tenían clases al sonar el timbre.

Terminaron el café deprisa y volvieron al colegio.

Bonnie tenía la última hora de la mañana con la clase de Sergio. Quería hablar con él, por lo que dejó que el resto de los alumnos salieran al patio diez minutos antes.

Hizo que el niño se acercara a ella para hablar sobre lo que había hecho el día anterior.

—Sergio, ¿qué ha sucedido? – El niño bajó la mirada –. Creía que querías poder venir a clase con tus amiguitos y salir de vez en cuando con ellos.

—Eso quería.

—Entonces, ¿por qué no has cumplido tu parte del trato? Tu madre solo te puso una condición.

El niño se encogió de hombros.

—Mis amigos querían ir.

Sergio comenzó a llorar. Al fin y al cabo, no dejaba de ser un niño de cinco años. Por muy mayor y adelantado que fuera para algunas cosas, no dejaba de ser un niño pequeño.

—Supongo que tu madre ya no te dejará venir al colegio solo.

El niño negó con la cabeza.

—Dudo mucho que me deje salir a la vuelta de la esquina – contestó él.

Bonnie, por instinto, le abrazó. El niño no paraba de llorar. Tenía el corazón en la mano.

Él la correspondió.

—Deja de llorar, Sergio. No pasa nada.

—Hay algo que no le he contado, señorita Bonnie. Me da miedo decírselo. Se enfadará conmigo y seguro que tendrá miedo de esa casa. Más aún, seño.

—No será para tanto – la profesora se apartó de él niño –. ¿Me lo quieres contar a mí?

El niño se sentó en uno de los pupitres. Enfrente de él, Bonnie.

—A mamá no le he dicho que he visto algo en una de las ventanas. Me asusta cómo pueda reaccionar.

La profesora tragó saliva. Se imaginaba qué era lo que quería decirle. Su madre ya le había contado algo parecido.

—Cuéntame.

Sergio empezó a darle detalles de lo que habían vivido en la Casa de los Williams. Bonnie no sabía qué decirle.

Estaba segura que esas ideas le venían de su madre. Seguro que le había transmitido sus miedos.

La profesora no estaba segura de qué tenía que decirle. Era una situación complicada. No solo por la historia que le estaba contando como alumno. Tenía que tener en cuenta que, además de tenerle a su cargo como profesora suya que era, este niño era hijo de su única amiga en el pueblo.

—Sergio, se lo tienes que contar a tu madre.

—Se enfadará conmigo.

En eso tenía razón. Bonnie lo sabía.

—Es algo que le tienes que decir. Es importante para los dos. Tu madre se preocupa mucho por ti.

Sergio se comprometió a contárselo, pero le pidió unos días. Si en ese tiempo no se lo decía, sería la propia profesora quien lo haría. Bonnie comprendía que si su amiga se tenía que enterar, lo tenía que hacer por él.

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