Capítulo 64

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"11 de Marzo de 1992"

Aquel miércoles de marzo, Bonnie empezó su terapia psicológica. Habían quedado a media tarde, en el tiempo que la profesora tenía entre clases extraescolares.

El doctor Bernard había llegado a la hora acordada. El matrimonio había preparado café y algunos dulces para recibirle.

Charles quiso dejar solos a su esposa y al especialista. Sería una situación más relajado para su mujer. Así que después de abrirle la puerta a Joan, cogió a la niña y al perro y se fue a dar un paseo.

El psicólogo se sentó en un sillón, justo frente a la profesora. Abrió el maletín que había llevado con él y sacó una libreta. En ella anotaría los datos más relevantes de la conversación que iba a mantener con su paciente.

Tras una leve presentación, comenzó la consulta.

—Bueno, Bonnie, cuéntame por qué me has llamado, por qué necesitas de mis servicios.

La profesora comenzó a contarle sobre sus sueños. Le explicó qué sucedía en ellos y cuándo empezaron. Recordó la conversación que había tenido con Nicky y su marido días antes.

Bernard sonrió. No parecía ser un caso complicado, aunque probablemente fuera algo largo de resolver. Siempre que había tenido que tratar con personas con problemas similares, había tardado bastantes sesiones en conseguir que se relajaran.

—Para terminar la consulta, quiero preguntarte algo.

La profesora asintió. Lo que fuera para terminar con esas pesadillas.

—¿Terminas alguna vez el sueño? –continuó el psicólogo–. Quiero decir, ¿haces por despertar?

—En ocasiones, no sé ni que estoy soñando. Cuando sé que es una de mis pesadillas, ahogo por que mi consciencia vuelva al mundo real. Eso si le digo, nunca puedo controlar lo que sucede allí, aunque lo intente.

Bernard apuntó aquello también en la libreta. Era interesante saber que alguna vez era consciente de dónde estaba.

La profesora se quedó en silencio durante unos instantes. Tenía curiosidad por las anotaciones del cuaderno del psicólogo. Intentaba leer lo que tenía escrito, pero estaba demasiado lejos para poder hacerlo. Además, lo tenía puesto de tal manera, que, aunque lo tuviera cerca, no podría posar sus ojos en aquellas letras.

—¿Cree que esto tiene solución? – Bromeó Bonnie. – ¿O estoy para el arrastre? – Rompió así el silencio.

El psicólogo la miró complaciente.

—Cosas peores he visto – contestó Joan con el mismo tono que su paciente –. Tus sueños no tienen por qué dar muchos disgustos – cambió de tono–. Tendremos que tener paciencia, eso sí.

La profesora sintió alivio. Si había llamado al psicólogo era porque pensaba firmemente en que, con su ayuda, podía eliminar esos sueños de sus noches.

—Quisiera ponerte unos deberes– le dijo Bernard cerrando su cuaderno al final de la consulta.

Bonnie se sorprendió. ¿Tarea post-consulta?

—No le entiendo. ¿Deberes?

Joan asintió. Era algo que solía hacer con sus pacientes, especialmente con los nuevos.

—Cuando seas consciente de que estás soñando, intenta no despertar. Quiero que, en la siguiente consulta, intentes describirme lo que has sentido, lo que has visto hasta el más mínimo detalle.

La profesora frunció el ceño. No le gustaba la idea. Entrar de esa forma en aquel mundo onírico, le resultaba tedioso. Ni siquiera sabía si iba a ser capaz de enterarse que estaba en ese extraño cuando estaba in situ.

—Lo que pretende es que me meta de lleno en el sueño– contestó ella. El psicólogo asintió–. Ni siquiera sé si voy a ser capaz de enterarme...

—Solo quiero que lo hagas si estás segura de que estás allí. Además, quiero pedirte otra cosa.

Bonnie se frotó la cara. "¿Más tarea? Esto es peor que estar en la universidad." No tenía más remedio que aceptar lo que le pidiera si quería recuperar su vida.

—¿De qué se trata? – Contestó.

—Consigas o no dominar tu mente, tus actos en aquel mundo, quiero que apuntes en la libreta que has de tener al lado de tu cama cada noche, lo que recuerdes de tus sueños. Debes hacerlo todo, absolutamente todo.

—Siempre es lo mismo.

—Aun así. Al pasar el día, se nos olvidan detalles. Si escribes cuando te acabas de despertar, las cosas son distintas. Te sorprenderás al leer esos escritos. Me darás esas notas en cada consulta. Yo me las llevaré a casa y las estudiaré.

Bonnie asintió con la cabeza. La tarea que le mandaba no era sencilla. Más allá de lo complicado que le resultaría dominar sus sueños o explicarlo, era el peso emocional que suponía para ella.

Aquella consulta duró una hora escasa. La siguiente, sería algo más larga. Durante la primera visita, Joan solo reconocía al paciente y le ponía ejercicios similares a los que le había puesto a la profesora. En la segunda, trataría de colocar sus ideas y darles más fuerzas a las ideas de la paciente.

A Bonnie le quedaban aún una clase extraescolar por dar antes de terminar su jornada laboral al completo. Se despidió de Bernard en la calle. Él se subió a su coche y ella se dirigió al colegio.

Charles se cruzó con su mujer cuando volvió a casa. La acompañó a la escuela, hablando con ella. Quería enterarse de lo que le había dicho el especialista, aunque fuera en titulares.

Le contó los ejercicios que le había puesto y poco más. Hasta la noche no terminaría de decirle todo lo que habían hablado.

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