"20 de Abril de 1992"
Bonnie había tenido unas cuantas consultas algo extrañas con su psicólogo. Sus sueños habían dejado de ser tan constantes, pero las emociones que emanaba de ellos, se habían estado intensificando. Tal cual le había mandado Bernard, había estado intentando dominar el cuerpo con el que se movía en aquel mundo y que estaba segura que no era el suyo, pero era incapaz de lograrlo. Joan, al ver que esta técnica no le daba resultado preparó para la sesión del veinte de Abril una sesión de hipnosis. En realidad, no era el primer día que lo intentaban, pero ambos esperaban que, en esta ocasión, después de tiempo de preparación, la profesora pudiera terminar de ser totalmente consciente de lo que soñaba y, quizás, controlar lo que sucedía en ese lugar o, al menos, en lo que a su cuerpo le concernía.
Como de costumbre, Charles saldría de casa. ese día con más razón que nunca. Para ese tipo de terapias, necesitaban concentración y aislamiento.
Al quedarse doctor y paciente solos, Bernard comenzó a aplicar la terapia de hipnosis. Al contrario de otras ocasiones en la que había aplicado este método con la profesora, no habían conseguido avanzar gran cosa. Esta vez, las cosas fueron diferentes. Durante el trance, Bonnie comenzó a ver las cosas más claras.
Como tantas otras veces, la profesora se encontró entre un grupo de personas a las afueras del pueblo. Tenía miedo, mucho miedo.
—Bonnie, háblame– le pedía el psiquiatra–. Dime con quién conversas, de qué habláis.
Veía cómo la gente iba llegando. No conocía a nadie.
Al frente del grupo había seis personas, cinco adultos y un niño. todos eran del pueblo y conocían a la perfección la zona. Eran los encargados de llevar a este equipo hasta la frontera con Francia.
—Me ha tocado con Samantha. Es una mujer muy guapa y parece ser muy lista– dijo Bonnie en voz alta–. Lleva a su hijo con ella. No termina de parecerme bien que un niño de esa edad se meta en algo tan peligroso. Puede resultar herido.
Cada encargado, se puso en marcha con su grupo. Por seguridad, cogieron distintos caminos.
Nada. No pasaba nada. La profesora permanecía callada. Bernard se imaginó que estaban caminando, que no le decía nada por ese motivo.
—Acelera el tiempo. ¿Qué sucede?
Bonnie le hizo caso. El tiempo en aquel día pareció acelerarse.
—Hay gente que no pertenece al grupo– le contaba asustada–. Son soldados. Nos hemos tenido que esconder en unas especies de cuevas que hay a cierta distancia del pueblo. El hijo de Samantha, Aiden, no para de llorar.
Pasaron varias horas en ese mundo que había creado la profesora en su mente.
—Parece que ya no hay nadie–. Señaló.
Bonnie comenzó a gritar.
—¡Nos persiguen! ¡Nos están siguiendo! ¡Nos están disparando! El niño, el niño ha caído al suelo. Una bala le ha alcanzado.
Bobby, que en esta ocasión se había quedado en casa, comenzó a ladrar muy nervios.
No paraba de llorar.
Sin esperarlo el psicólogo, la paciente se quedó callada, en completo silencio. Bernard la miró durante unos segundos. Antes de sacarla del trance, quería ver si decía algo más, si tenía consciencia de alguna cosa más. Se fijó en el vientre de su paciente. La camisa blanca que Bonnie llevaba puesta se teñía de rojo. Estaba sangrando.
Llamó a emergencias. Esa cantidad de sangre no era normal. Acto seguido, llamó a Charles, que no tardó nada en llegar a casa.
A Bonnie la tuvieron que llegar al hospital e ingresarla. Lo que tenía, por lo que sangraba tanto, era porque tenía un orificio en el torso, como si fuera de bala.
Bobby no paraba de ladrar. No estaba tranquilo. Desde que el psicólogo ordenó a su paciente que no siguiera reviviendo aquella situación, el perro no había parado de ladrar con más y más fuerza. Era como si supiera que algo malo estaba pasando con su dueña.
Aquella herida no tenía sentido. Nadie en aquella casa tenía un arma de fuego, tampoco el psicólogo.
Nicky se quedó a cargo de Mary mientras que su padre acompañaba a su madre al hospital. Pidió varios días libres en el trabajo para poder quedarse en casa con los niños, especialmente con los dos pequeños. Sergio, al fin y al cabo, podía seguir yendo al colegio sin problemas. No tardaría mucho en incorporarse, ya que Matthew pudo ir al pueblo en un par de días contando desde el momento del accidente. Este se quedaría durante algunos días con los dos bebés.
En el hospital, los médicos revisaron a conciencia a Bonnie. Intentaron sacarle la bala que le había causado aquel daño. No encontraron nada. No sabían cómo había sido herida. Estaban seguros de que eso era una herida de bala, pero no había ninguna ni tampoco un orificio de salida. Pero, sin duda, aquel orificio era de bala. No entendían nada de aquella situación.
Bonnie entró en coma. Aunque los doctores habían hecho un buen trabajo cosiendo la herida y curándosela, había perdido mucha sangre. Iba a pasar varias semanas ingresada en el hospital a consecuencia de esto. Y sin contar con el tiempo que debía permanecer allí después de que despertara.
La policía abrió una investigación. Lo normal cuando sucedía algo parecido a esto, cuando había algún tipo de herida con arma.
Nicky intentó ocultarle a su hijo que su profesora estaba ingresada, pero no podría hacerlo por mucho tiempo. Las cosas en aquel pueblo tarde o temprano se terminan sabiendo y, especialmente, si se tiene relación con la protagonista de esta historia.
Ese día, Mary empezó a tener pesadillas de nuevo. Esta vez, Charles no se preocupó tanto. Su madre estaba fuera de casa, por lo que supuso que se debía a eso, a que la echaba de menos.
Por su parte, Bernard estaba en shock. No entendía cómo aquella mujer podía haber resultado herida de bala durante un trance hipnótico. Era científico y, aquello no tenía sentido ninguno.
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Casa Encantada
Mystery / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...