Capítulo 2

261 33 1
                                    

Mary estaba jugando en el salón, sentada sobre una manta en el suelo. Le encantaba pasar el tiempo con un cochecito color vino con lucecitas azules y amarillas. Aunque estaba rodeada de juguetes, siempre terminaba cogiendo aquel pequeño objeto.

Nicky puso a Michelle con la niña y le pidió a Sergio que les vigilara. De esta manera, tendría también al mayor de sus hijos entretenido.

El mayor de los chicos, era un chico muy atento. Le encantaba jugar con su hermanito, al cual adoraba.

Muchas noches, el niño era el que se levantaba al escuchar llorar a su hermano. Aunque aún durmiera en la habitación de la madre, no le agradaba escucharle pasarlo mal. Como aún no podía pedir lo que necesitaba, Michelle se comunicaba así y Sergio lo sabía.

—¡Charles! ¡Tenemos visita!

Él estaba encerrado en el cuarto que estaba utilizando como despacho. Estaba terminando de organizar algunas cosas para comenzar a trabajar lo antes posible.

—Buenas tardes – saludó entrando en el salón–. Soy Charles– Dijo presentándose y dando a esa chica dos besos.

Bonnie fue a por unas tazas de café y a por zumo para los niños.

Sentados sobre la mesa, estuvieron la gran parte de la tarde hablando.

—Qué bien que seas la nueva profesora – señaló Nicky. – No estábamos seguros si durante este curso iban a trasladar a parte de los niños al colegio de algún pueblo vecino. Andamos cortos de personal.

—Por lo que parece no – contestó Bonnie. – Mi misión es enseñar a los niños todo lo que pueda. – Sonrió.

La conversación fue banal casi toda la tarde. Charles le contó a Nicky cómo había conocido a su mujer, como se enamoraron y el día de su boda.

—Mi marido murió poco antes de que Michelle naciera –. Empezó a explicar la vecina. Fue un gran golpe para Sergio. Para mí también, es obvio. Pero para mi niño...

—Es diferente –. Continuó Bonnie al notar que a su vecina se le cortaba la voz.–era su padre.

Nicky sonrió. intentó volver a ser la mujer alegre que había entrado por la puerta. Había hecho por reprimir su tristeza durante mucho tiempo. Después de haber pasado unas semanas sin levantarse de la cama por la lógica tristeza, había tomado la firme decisión de no mostrar ese sentimiento tan negativo ni a sus hijos ni a sus parientes cercanos. No era un buen ejemplo para los niños. Quería educar a sus hijos en el positivismo.

—Puedes estar tranquila – señaló Charles –. Con nosotros puedes desahogarte sin problemas – sonrió –. Podemos comprender lo que has pasado. De aquí no saldrá nada que no desees.

Bonnie asintió.

Los niños jugaban mientras los adultos hablaban. Al menos, Mary y Sergio. Michelle, por muchas cariños y carantoñas que le hacía su hermano, no le prestaba atención. Estaba entretenido con la niña, con la que disfrutaba jugando.

El niño reía. Miraba hacia arriba. Pedía que le cogieran. Aunque no había nadie allí, pedía que alguien que le cogiera.

Bonnie se quedó mirando al niño.

—¿Qué hace el pequeño Michelle?

—Lo hace algunas veces – contestó la madre–. Juega mucho solo. Siempre sonríe, siempre.

Cada vez que esto sucedía, alrededor del niño había un olorcillo dulce, a flores. En cuanto dejaba de jugar solo, ese aroma desaparecía.

—Es un chico con mucha imaginación – afirmó la profesora –. Es normal que niños tan pequeños tengan tanta imaginación.

—A veces me preocupa –. Continuó Nicky –. No sé hasta qué punto sea eso normal, o bueno.

—¿Por qué? – preguntó Charles –. Mary, de vez en cuando, también hace cosas por el estilo.

—No es eso. Es la sensación que tengo cuando lo hace. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Empiezo a sentirme mal. Y ese olor....

El matrimonio se miró. No entendían a qué se refería.

—¿Olor?

—Si. Bueno, es una tontería. Cuando juega de esa manera, hay un olor bastante dulce a rodeándole. En ocasiones, es muy intenso. Me marea.

El matrimonio no supo que contestar. Lo que Michelle hacía solo era un juego, algo habitual en los niños de esa edad.

—Cuando Sergio, mi marido murió, mi hijo mayor hacía lo mismo, a pesar de estar ya crecidito. Hablaba solo, jugaba con alguien que no existía. A veces me hablaba de un señor que no sabía describirme. Con el tiempo volvió a ser un niño algo más risueño y a salir de esa concha en la que se había metido. Dejó de jugar con...

—Es habitual que los niños tengan amigos imaginarios – dijo la profesora –. Tu hijo aún está en la edad de tener este tipo de amistades. Más aun habiendo perdido a un padre. Debió ser duro para él.

—Si, lo fue. Tardó mucho en volver a ser él mismo, un poco más como era antes de que me quedara viuda.

La conversación, que comenzó siendo una bienvenida a los nuevos vecinos, empezó a girar alrededor de los niños.

Era agradable para Nicky poder hablar con adultos. Desde hacía mucho tiempo nadie le ofrecía a tener una conversación con adultos, sin necesidad de hablar de sus hijos o de cómo llevaba el fallecimiento de su esposo.

A su alrededor, desde la muerte de su marido, se había visto rodeada de gente que solo la miraba con cierto aire de lástima. Únicamente la veían como madre, no como mujer o persona adulta.

Antes de la hora de la cena, Nicky regresó a casa con sus dos hijos. Por mucho que el matrimonio anfitrión le pidiera que se quedara a cenar con ellos, ella declino, decidiendo regresar a casa.

Le parecía que pasar tanto tiempo con ellos era abusar de su confianza, más aun, siendo la primera vez que se veían.

Aquella semana, sin duda, estaba siendo un poco ajetreada para el matrimonio. Instalarse y empezar a conocer a los nuevos vecinos nunca es sencillo. Menos aun cuando hay que acostumbrarse a un ambiente totalmente distinto al que estaban acostumbrados.

Los días iban pasando. Bonnie comenzó a cruzarse con Nicky al ir a hacer la compra. Enseguida comenzaron a quedar para llevar a los niños al parque juntas. De vez en cuando, Charles iban con ellos.

Las cosas comenzaron a normalizarse antes del comienzo de las clases. Aquella nueva etapa de la vida del matrimonio.

Poco a poco, Bonnie comenzó a preparar el maletín para su primer día de trabajo. Le hacía ilusión conocer a sus nuevos compañeros y a los que serían sus alumnos.

Aquellos días pasaron lentos para la profesora, que estaba ansiosa por comenzar su trabajo, comenzando su rutina de trabajo.

A Bonnie le encantaba la docencia, por lo que estaba deseando comenzar esta labor en su nuevo destino.

Casa EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora