Capítulo 4

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"23 de septiembre"

Diez días después del claustro, comenzaron las clases.

Bonnie estaba nerviosa. Se había despertado media hora antes de que sonara el despertador. Siempre se ponía así el primer día de colegio. La curiosidad por conocer a sus alumnos junto con las ganas hacer lo mejor posible su trabajo, podían con ella.

Ese día entraba a primera hora de la mañana, al igual que Nicky. No todos sus horarios de entrada y salida coincidían, pero ese día sí.

Tras dejar a Michelle con Charles, las dos profesoras fueron al trabajo.

—¿Estás nerviosa? – Preguntó Nicky. – Recuerdo mis primeros días, cuando tenía que recorrer medio país. Ya sabes cómo es esto de las oposiciones –. Sonrió.

_Un poco. Tengo ganas de conocer a mis alumnos –reconoció ella saliendo de casa.

Sergio caminaba unos pasos por delante de su madre y su nueva amiga. Nicky no quería que fuera solo con sus amigos, al menos, por el momento, por muchas ganas que él tuviera –. Todavía eres demasiado joven. – Le repetía siempre que se lo pedía. Él le contestaba en cada ocasión que todos sus amigos hacían el camino solos y que era solo un pueblo, pero tenía que seguir yendo con su madre.

—¿El niño está bien? – preguntó Bonnie.

—Si. Va enfurruñado.

_¿Por qué?

—Quiere ir solo al colegio, pero aún es muy niño para eso.

—Confiesa que lo que quieres es disfrutar un poco más de él.

—Si, es verdad – se reía a carcajadas –. Por otro lado...

—No me digas que se porta mal. No parece que sea un mal chico.

_Y no lo es. Lo que sucede es que a esa edad los chicos empiezan a ir a El Caserón de los Williams. Es un peligro entrar ahí.

—¿La Caserón de los Williams?

—La mansión que hay a las afueras del pueblo. Se retan a entrar a cualquier hora, cualquier día.

—¿Tan pronto empiezan a ponerse pruebas de valor en este pueblo? Mira que son espabilados los chicos de hoy en día.

—Si. Recuerdo que, a su edad, cruzábamos todo el patio y tocábamos a la puerta de la casa. Volvíamos corriendo hasta el portón del jardín y nos alejábamos de allí a toda prisa.

—Qué esperabais que sucediera – bromeó Bonnie –. No creo que Sergio haga esas cosas. Parece muy cabal para ser tan pequeño.

—Déjate. Que se espere unos añitos más a ir solo al colegio. No quiero que pase por malas experiencias tan pronto.

_¿Malas experiencias? ¿A qué te refieres? ¿Qué puede suceder en un pueblecito como este?

Nicky no contestó a Bonnie, la cual se imaginó que algún trauma tendría relacionado con aquella mansión.

La conversación previa a la entrada al colegio, no duró mucho. Tampoco es que el camino fuera muy largo.

Los niños corrían de un lado para otro en el patio del "Cervantes". Las dos profesoras tuvieron que hacerse un hueco para poder pasar hasta los pasillos del edificio principal.

_Buenos días – saludaron.

Tras una brevísima reunión, todos los profesores se dirigieron a las aulas donde comenzarían a dar clase.

Unos minutos después, sonó el timbre. Un gran revuelo sonó por los pasillos del colegio. Eran los niños comenzando el curso escolar.

Bonnie esperó unos minutos a que los chicos se sentaran en sus pupitres antes de pasar lista.

Encontró, entre sus alumnos, a Sergio. Para el niño fue una sorpresa encontrarse con la nueva amiga de su madre en el aula. Más aún saber que iba a ser su tutora.

El primer día de colegio siempre es el más relajado. Los niños más pequeños se conocen, se ven por primera vez. Al menos, en un entorno tan formal. En un pueblo tan pequeño los niños tienen relación entre ellos prácticamente desde que nacen.

Los más mayores se reunían de nuevo después de las vacaciones de verano. Algunas familias salen del pueblo para hacer turismo o para pasar unos días de tranquilidad en la playa.

Todos los profesores tenían planeadas algunas actividades para fomentar el buen ambiente entre los niños y, de paso, que los responsables de la educación de los más pequeños, conocieran a sus alumnos.

Cada profesor tenía algo diferente preparado para su asignatura aquel día.

Los niños se lo pasarían estupendamente.

A las dos de la tarde, Bonnie y Nicky regresarían juntas a casa. Sergio, como en el camino de ida al colegio, caminaba por delante de ellas en silencio. Hasta que su madre no le dejara hacer el trayecto casa-colegio colegio-casa, no estaría contento.

—¿Va a estar así durante mucho más tiempo? – preguntó Bonnie.

—Indudablemente. Es muy cabezón. Me temo que en eso ha salido a mí. Mi pobre marido era totalmente lo contrario a mí. Él era más relajado, más complaciente conmigo. Ojalá el niño hubiera salido a él.

—Piensa que es bueno que tenga carácter.

—Pero no con su madre.

—Necesito ayuda con ese niño. Si se te ocurre algo para calmarle...

—¿Me estás pidiendo ayuda con tu hijo? –

Nicky asintió.

Bonnie no se esperaba esa petición. Se conocían hacía muy poco tiempo.

—No estaría mal tener una segunda opinión. No puedo confiar en mucha gente en este pueblo. Quiero decir que no todos compartimos las mismas opiniones sobre estos temas. Todos creen que este pueblo es seguro, mientras que yo veo problemas por todos lados. Tu eres una mujer de ciudad. Entiendes los peligros con los que se puede encontrar.

—Bueno, pero... – titubeó. Estaba indecisa –. Está bien.

_He vivido fuera de este pueblo. Su padre y yo nos conocimos en Barcelona. La mayoría de los vecinos apenas han salido de aquí. No han visto lo que hay fuera de este pueblo o de los que hay cerca. Las personas que han venido de distintas ciudades, enseguida se han marchado. Mientras tanto, con lo que se refiere a Sergio...

—Te preocupas.

Bonnie. No estaba segura si podía ayudarla. La vida era muy diferente en aquel pueblo con relación a la ciudad. Pero la entendía. Comprendía que se preocupara de esa manera por su hijo.

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