"29 de Octubre de 1991"
Aquella tarde Nicky y Bonnie estuvieron tomando un café las dos juntas. Por la mañana apenas habían tenido tiempo para hablar y, teniendo en cuenta que tenían clases extraescolares y que entre una y otra tenían algún tiempo libre, pensaron que sería un buen momento para hablar. Especialmente tratarían sobre la consulta de la niña con el médico y la revisión que le había hecho a Mary.
Tenían la sala de profesores para ellas solas. No muchos profesores estaban dispuestos a dar actividades fuera del horario lectivo y, los que estaban aquel día en el colegio, estaban en las aulas.
—Entonces, ¿no tienen que volver a la consulta hasta dentro de una semana? – le preguntó Nicky a su amiga.
—No. Aún queda una semana para saber si a la niña le sucede algo malo o no. Es una eternidad.
—No te preocupes. Los niños pasan por épocas como estas. Es normal que pasen unos días más empachosos que otros.
—No es solo que la niña llore y no nos deje dormir. Esta situación está provocando problemas entre Charles y yo. Estamos discutiendo por cómo llevar este asunto.
Bonnie estaba realmente preocupada y se le notaba en la cara. Nunca fue capaz de ocultar sus sentimientos. Había algo que no le había dicho a su mujer y que tampoco tenía intención de hacer. La niña hablaba sola. Conversaba con alguien, con otro niño.
La niña hablaba y mucho. Lo normal. Eso no le preocupaba a Charles. Mientras ella estuviera bien, él también estaría bien. El problema lo encontraba cuando la niña, estando jugando sola, llamaba a un amiguito llamado Aiden. Al menos, eso era lo que él entendía.
Su mujer no sabía lo que le sucedía, por qué estaba tan preocupado. Estaba seguro que, si se lo contaba, le diría que el amigo imaginario era habitual en una niña tan pequeña, pero la aptitud que tenía la niña no era la de estar jugando con un bebé de esa edad.
Ella sabía que le sucedía algo, aunque él no quisiera contarle el qué.
—Es fácil saber si te sucede algo, Bonnie. Se te ve todo en la cara. No tiene por qué preocuparte.
Nicky se levantó de la silla donde estaba sentada y abrazó a su amiga. Se le notaba a distancia que lo necesitaba.
—Gracias por tu apoyo – contestó Bonnie a su abrazo –. Da gusto poder desahogarse con alguien.
Bonnie no paraba de pensar en la consulta del médico. Estaba ansiosa por saber algo de lo que le estaba sucediendo a su hija.
—No tienes por qué preocuparte. Javier Martín es un gran médico. No tardará en saber qué le pasa a la niña.
—¿Le conoces hace mucho tiempo?
Nicky asintió. Javier llevaba en el pueblo media vida, prácticamente desde que terminó la carrera hacía algo más de veinte años.
Tenía cuarenta y cinco años. No era mucho mayor que Nicky, con la que se había llevado muy bien desde que llegó al pueblo.
—Menos mal que las consultas están siempre abiertas –dijo Bonnie –. Cuando nos mudamos, creíamos que, al ser un pueblo tan pequeño, no tendría un centro médico propiamente dicho. Me refiero a que el médico no estuviera aquí a diario. Me imaginé que habría uno para varios pueblos.
—¿Te refieres a que solo estaría aquí unos días a la semana?
—Si, así es.
—Durante un tiempo fue así. Tras muchas protestas, tras mucho luchar por parte del pueblo y de Javier, conseguimos que lo volvieran a abrir.
—Parece ser un buen hombre.
—Lo es – sonrió Nicky.
Bonnie la miró. Había algo en su rostro que nunca había visto en ella. Estaba en paz, tranquila y en calma. Normalmente siempre estaba preocupada por las cosas. Ese hombre le daba paz. Parecía que habían vivido grandes cosas juntos.
No quiso preguntarle nada. No creía que fuera conveniente.
El timbre para el cambio de clase extraescolar sonó. Los profesores que estaban en las distintas aulas entraron en la sala de profesores y Nicky y Bonnie se dirigieron a desarrollar sus actividades con los niños.
Tras terminar con los alumnos, todos regresaron a casa.
Nicky y Bonnie hicieron el camino hasta sus respectivos hogares en silencio. No tenían mucho de qué hablar. Además, Bonnie tenía la cabeza puesta en la niña y su amiga lo sabía.
Sergio corría delante de ellas dos. Pasaba las tardes en las clases extraescolares con su madre. Únicamente los viernes salía a jugar "libremente" con sus amigos. los sábados y domingos podía jugar mientras que su madre no le perdiera de vista. Sabía que ella temía por él, por lo que procuraba no desobedecerla para no disgustarla.
Charles abrió la puerta de la casa al sentir a su esposa llegar a casa. A pesar de no escucharlas, sabía que estaban llegando. A esas alturas, sabía a qué hora llegaba cada día.
Michelle sonrió al ver a su madre. Extendió los brazos hacia su madre.
Nicky saludó a su al marido de su amiga y regresó a casa.
Como de costumbre, Charles tenía la cena lista. Se sentaron a la mesa y comenzaron a cenar.
—Cielo, ¿estás bien? – Preguntó Charles.
—Si. Estoy cansada y no paro de pensar en lo del médico.
—Estate tranquila. Hasta dentro de una semana no sabremos nada. Por ahora no podemos hacer nada más – sonrió él.
_Pero la niña...
Charles tornó los ojos. Hasta no hacía mucho estaba totalmente despreocupada del tema. O, al menos, no le daba tanta relevancia.
—No te pongas así. – Reaccionó Bonnie.
—Hasta no hace mucho no tenías esta preocupación.
—No, Charles. Sólo te dije que un psicólogo no es apropiado para un bebé y menos a esa edad.
Él sabía que tenía razón. Se la dio en su momento.
—No podemos permitir que esto siga así – le pidió Bonnie –. No quiero seguir discutiendo por esto.
Charles asintió. De nuevo, sabía que tenía razón.
—Sé que ambos queremos lo mejor para Mary. Esperemos a ver lo que sucede.
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Casa Encantada
Misteri / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...