Capítulo 35

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 "23 de Diciembre de 1991"

Charles había pasado a la sala en donde estaban los documentos que el funcionario le había dicho.

Buscó las páginas que más le interesaban y se sentó a leerlas.

En un principio, no había nada que le saliera de ojo. En una de esas hojas, aparecía la solicitud de compra de uno de los terrenos a las afueras del pueblo.

Este terreno era de propiedad municipal. No servía ni para la ganadería ni para el cultivo, por lo que no se le estaba dando uso. Nadie quería utilizarlo.

La petición estaba a nombre de Peter Williams y su esposa, Samantha Jones.

La carpeta que contenía esta solicitud era grande para contener este tipo de documentos.

"Fecha de la solicitud;

11 de Mayo de 1711.

Nombre de los solicitantes:

Jaime Williams y Maria Simón.

Edad:

24 años respectivamente.

Lugar de procedencia:

Barcelona.

Relación entre los solicitantes:

Matrimonio."

Le resultó curioso cómo era la documentación de aquel entonces. Había un formulario para solicitudes desarrollado para una sola persona y otro distinto para realizar peticiones conjuntas. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces. Incluso había espacios especiales para rellenar en caso de tener hijos tanto fuera como dentro de un posible matrimonio.

Siguió mirando. Eran quince páginas de datos sobre este matrimonio. No sacaría información demasiado útil de ese archivador.

Encontró la resolución de la solicitud. Estaba aprobada.

Unos días después se establecería el precio del terreno. El pago se realizó el mismo día. El ayuntamiento tendría el dinero en su cuenta bancaria tres días después de que el matrimonio le llevara el comprobante de la transferencia.

Por lo que parecía, poca gente utilizaba los bancos en aquella época. Al lado del recibo había una nota que ponía: "Pago bancario. No buscar el dinero en caja. No hace falta consignarlo."

Las cosas habían cambiado mucho.

Unas páginas después había otra petición. Pedían construir una casa en el terreno que habían comprado.

El siguiente documento databa de tres meses después. Se concedía la licencia de obra. A Este le seguiría algunas licencias menores con relación a la construcción de la mansión.

Pasó la siguiente carpeta.

—Nada de relevancia –. Musitó.

Le costó encontrar algo más que le llamara la atención. Casi todo era documentación inútil para su investigación.

En el fondo, lo sospechaba. Como indicaba tan poca documentación sobre ellos, la familia estaba totalmente integrada en la vida del pueblo. Si no fuera así, hubiera encontrado más documentación.

Encontró algunos contratos de trabajo. Poca cosa más.

—¿De verdad en esta época se hacían contratos? – Se dijo para sí mismo. – No me esperaba algo como esto. Creía que cosas como estas eran ciencia ficción.

Las empleadas que se ocupaban de la casa cobraban casi trescientas pesetas. por otras referencias que tenía Charles, no era un mal salario.

En ningún lado ponía a qué se dedicaba Peter, lo cual le resultaba extraño. En los documentos donde venía un espacio para colocar su oficio, siempre estaba en blanco. Hasta ese momento no había encontrado nada en relación a eso.

De Samantha supuso que no trabajaba. Era muy habitual en la época que la esposa se dedicara únicamente a las labores domésticas. Solo las mujeres de las clases bajas se veían forzadas a trabajar. Les hacía falta el dinero para poder seguir adelante.

La familia Williams se hizo una casa de veraneo, tenían a un montón de personas a su servicio, de las cuales, cerca de la mitad estaban trabajando todo el año, aunque ellos no estuvieran en casa.

Los gastos, que no eran pocos, eran más que evidentes. Sin embargo, no había registro por ningún lado de a qué se dedicaban.

Gracias a Nicky sabía que habían estado ayudando al pueblo a crecer. Habían creado la cooperativa y les había ayudado a organizarse. Eso sin contar con el trabajo que habían dado en la casa.

—¿De dónde habrán sacado su dinero? – Se preguntó a sí mismo.

Quizás vinieran de una familia rica o de la nobleza. Pero, si fuera así, no eran españoles, desde luego. En los años noventa se habían extendido los apellidos extranjeros como el suyo o el de su mujer, pero a principios de siglo no era lo cotidiano.

En ninguno de los documentos que había tenido en sus manos ponía que fueran extranjeros.

Tras estar toda una mañana en la que mantuvo la nariz metida entre documentos antiguos, Charles regresó a casa.

Bonnie tenía la mesa puesta. Quería hacer una comida especial por la visita de su hermano.

—Ya estoy en aquí. – Dijo Charles entrando en casa.

—¿Qué tal la mañana? – le preguntó Bonnie a su marido –. ¿Has encontrado algo sobre la Casa de los Williams?

—Nada de interés. Ya seguiré buscando. Tampoco es que sea algo prioritario en mi vida.

Había hecho un viaje en el tiempo, a un pueblo de hace unos doscientos años de antigüedad. 

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