Capítulo 44

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"15 de Enero de 1992"

Aiden había ido hasta la casa de Sergio para ir junto a él al colegio. Nicky seguía sin dejarle salir solo. Su enfado con su hijo por haber ido a la Casa de los Williams y haberle ocultado lo que había pasado en esa casa, seguía en él.

Al fondo de la calle, salió Bonnie con su marido. La niña seguía dormida, por lo que podía salir durante unos minutos sin problemas. Bobby estaba con ellos.

Nicky abrió la puerta. Salía con los dos niños.

Bobby saludó a Sergio con toda la alegría de su ser.

—Aiden, ¿por qué no saludas al perro? – Preguntó Bonnie, intentando que el niño se acercara al animal.

—Me tendrá miedo.

—Inténtalo.

El pequeño obedeció. Dio unos pasos pequeños hasta Bobby, pero este volvió a huir de él.

Aiden se encogió de brazos. No podía hacer nada por caerle bien a ese animalito.

Los dos niños, sin decir nada, se encaminaron hacia el colegio. Nicky no tardaría mucho en dejar a Michelle con Charles y, junto a Bonnie, seguir sus pasos.

—¿Has pensado en qué vas a hacer con los niños de tu clase con respecto a lo que sucedió ayer?

—En alguna hora que tenga libre hoy, escribiré unas notas para que vengan a hablar conmigo en dos días. El viernes apenas hay clases extraescolares que estén a mi cargo, por lo que es el mejor día. De todas formas, a los padres que vea ahora en la puerta del colegio, les diré que tenemos una cita ese día.

Así lo hizo. Bonnie pasó la mañana organizando las cosas.

El día pasó igual que tantos otros.

A la salida del colegio, varios padres se acecharon a Bonnie. Algunos niños habían entregado la nota de reunión padres-profesor y no entendían nada.

—¿Por qué hay que tratar este tema? – Le preguntó una de ellos.

—¿Ve usted normal que se trate así a un alumno?

Todos los padres se quedaron en silencio. No se debe tratar a ningún niño de aquella manera, pero tampoco querían que trataran demasiado con aquel chico. Se sentía demasiado incómodo.

—No queremos que los niños tengan mucha relación con él.

—¿Por qué? – Preguntó Bonnie –. ¿Por un apellido?

—Ya irá viendo usted las cosas como realmente son. – Contestó una de las madres. – Ese niño...

—Ese niño es tan bueno o malo como cada uno del resto de mis alumnos, así que hay que buscar la manera de arreglar esto – interrumpió la profesora –. En las notas que les han dado los niños, está anotada la hora a la que deben estar aquí el viernes.

Los padres pusieron el grito en el cielo. No querían hablar sobre ese tema.

Nicky se acercó a Bonnie. Ella se había adelantado. Los dos niños iban unos pasos por delante de las profesoras.

Su tutora le miraba con pena. Aquel niño estaba recibiendo una discriminación injusta debido a su apellido.

—Aiden– llamó Bonnie a su alumno. Este la miró –. ¿Crees que tus padres quieran venir a mi casa a tomar un café?

El niño se encogió de hombros.

—No lo sé. Se lo puedo preguntar. ¿Cuándo le digo que vayan a verla?

—¿Qué tal esta tarde? A la hora de la merienda.

—Yo se lo digo de su parte.

Bonnie creyó que era una buena idea hablar con los padres de Aiden antes de la reunión con el resto de padres.

No sabía si el niño les había contado a sus padres algo de lo que le estaba sucediendo en el colegio. Además, quería conocerles. Aún no habían ido a conocerla y eso no le gustaba. El trabajo de profesora, según ella, va muy unido al de los progenitores. Por ese motivo le gustaba conocer a los padres.

_No te olvides decirles a tus padres que vengan esta tarde. – Le pidió Bonnie a su alumno al despedirse de él.

Bonnie le contó a su marido lo que había sucedido en la puerta del colegio. Él la escuchó atónito. No se podía creer que hubiera gente que enseñara a sus hijos a dejar de lado a un compañero de clase.

—Por cierto, esta tarde esperamos visita. – Señaló Bonnie.

—¿De quién?

—Le he pedido a Aiden que le diga a sus padres que vengan a verme.

Le explicó los motivos.

Charles entendía su preocupación. Cada dos por tres, en Madrid se echaban noticias de chicos que sufrían acoso escolar cuyos padres no sabían que les estaba sucediendo aquello. No esperaba que su esposa los invitara a casa, pero también sabía que no se habían acercado aún al colegio.

—Creo que entre estas cuatro paredes se sentirán mejor – le dio ella como razón para invitarles a merendar allí.

Lo cierto es que a él también le preocupaba aquel chico. Le había visto una o dos veces fuera del colegio o alejado de la calle donde vivía e iba solo. Eso no le gustó demasiado. Sus sensaciones no eran las mejores.

La hora de la merienda había llegado sin que los anfitriones de aquella reunión se dieran cuenta. Se habían entretenido haciendo dulces para la ocasión.

Pasaron las cinco de la tarde y allí no llegó nadie.

El reloj marcó las seis y seguían sin llega. Las siete de la tarde, las ocho. Les habían dejado plantados. Los padres de Aiden no habían acudido a la cita.

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