Capítulo 11

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"15 de octubre, 1991"

Bonnie no sabía cómo decirle a Charles lo que había estado hablando con Nicky tres días antes en el parque. Sabía que, si le daba poca confianza esa mujer, si se lo decía le iba a hacer menos gracia que cogiera confianza con ella.

Además, no quería que dejara de cuidar a Michelle cuando su madre estuviera trabajando. Estaba segura de que no sería capaz de dejar a un niño colgado de aquella manera, pero la sola idea

Aun así, tenía que contárselo.

Aquel martes, nada más llegar a casa, se sentó a la mesa tras saludar a su hija y comenzó a explicarle lo que Nicky había visto, lo que le había contado.

—¿En serio cree en esas cosas?

Bonnie arrugó la nariz. Miró a su marido con aires recriminatorios.

—Charles, a ti siempre te han interesado estas cosas. No sé qué le críticas. Las cosas de fe son propias de cada persona.

—Son cosas distintas, Bonnie. Me resultan curiosas estas historias, pero de ahí a ver algo donde no lo hay, hay mucho tramo.

_Bueno, pues aquí tienes a una mujer que cree en estas cosas con todas sus fuerzas, igual que su hijo.

Charles no le contestó. Simplemente le puso mala cara.

Esa conversación le estaba empezando a incomodar. Claro que le gustaban esos temas. Le daban curiosidad y, hasta cierto punto, podía creer que existieran los fantasmas, otras dimensiones o cosas parecidas, pero de ahí a pensar que una persona las ha vivido en primera mano, era otra cosa.

Pasaron varios minutos en silencio. Ninguno de los dos sabía bien qué decir.

—Sigue sin convencerme que tengas una amistad tan fuerte con ella – recalcó Charles.

Bonnie cogió a la niña y se alejó de él. Tan solo era la segunda vez que se lo decía y no le gustaba.

No quería discutir y menos delante de la niña, por eso se alejaba.

—Bonnie...

—Charles, déjalo. Sabemos que está pasando una mala época. Eso se lo transmite a los niños, que se asustan y ven también cosas parecidas a las de ella. Imagínate qué le pasaría a nuestra hija si alguno de los dos faltara. Lo que le sucediera a quien sobreviviera, ...

—Oh, cállate. Entiendo lo que dices, aunque eso no significa que me agrade que pases tanto tiempo con ella.

Bonnie acostó a la niña en su cuna. Mary aun no tenía sueño, pero cada vez que se tumbaba en su camita no tardaba nada en quedarse dormida.

—No solo es eso. Es este pueblo. No me gusta que todo que todo el mundo esté tan obsesionado con esa casa.

—¿La de los Williams?

—Si. No lo veo normal, Bonnie.

—Todo el pueblo está igual. Tú mismo lo has dicho. Por eso te has empezado a interesar por esa casa.

Charles se quedó callado. Sabía que tenía razón.

Tenía muchas preguntas sobre aquella casa. sobre todo, porque todos los vecinos del municipio hablaban sobre ella e intercambiaban historias que, al parecer, les sucedieron en carnes propias.

Esas situaciones en las que muchos se habían visto envueltos, eran las que más le atraían. Era eso mismo lo que le atraía de joven sobre este tipo de historias. La paranoia que se había creado alrededor del lugar.

"Tanta imaginación no pueden tener, ¿verdad?" Se repetía a sí mismo una y otra vez.

Definitivamente, era imposible que algo había en esa casa, pero no era sobrenatural, estaba convencido.

—Es mejor dejar de hablar de esto. Tenemos la misma opinión sobre el tema y, sin embargo, terminamos discutiendo.

Charles no contestó. Sentía que desde que llegaron a ese pueblo sus vidas se habían enrarecido. En sus conversaciones no paraban de salir, de una manera u otra, la Casa de los Williams o Nicky y su familia.

No le gustaba ese pueblo. Si ya de por sí era un hombre acostumbrado a la ciudad y le costaría muchísimo adaptarse a localidades pequeñas, aquel pueblo le superaba. La rutina, la obsesión que tenía la gente con un lugar, le resultaba altamente desagradable. Cada día esas sensaciones iban a más.

Su esposa parecía estar feliz viviendo allí. Tenía trabajo fijo de maestra, justo lo que siempre había soñado. No podía quejarse del pueblo más de la cuenta porque sabía que era eso lo que le hacía feliz.

Tras ver que Mary se quedaba dormida, se fueron ellos también a la cama. Se habían acostumbrado a dormir la siesta.

La tarde la pasaron tranquila. Pasaron la tarde juntos, toda la familia. Hacía muchísimo tiempo que no podían hacer nada toda la familia junta. Los días de Bonnie se los pasaba enteros en el colegio y, cuando no era así, era a Charles a quien le tocaba trabajar debido a algún contratiempo en la empresa.

No es que hicieran gran cosa. Estuvieron toda la tarde jugando con la niña, disfrutando de películas infantiles y de ratos de lecturas.

—Bonnie, ¿estás segura de que eres feliz aquí? – le preguntó Charles a su mujer al poco rato de acostarse abrazándola.

Él sabía perfectamente los sentimientos de su mujer hacia ese lugar. Más que nada, por el esfuerzo que había dedicado a las oposiciones.

—¿A qué viene eso?

—Solo quiero asegurarme de que la decisión tomada ha sido la correcta.

—Sí, Charles. Tu puedes trabajar desde cualquier sitio y yo aquí tengo trabajo fijo, estable, del estado. Tenemos tranquilidad y aire puro. No sé qué más se le puede pedir a un lugar como este.

En pocos minutos cayeron rendidos. La niña iba creciendo rápido y mucha energía. Les había quedado agotados.

*Esa noche a las 3 de la mañana:

La niña se había despertado. Lloraba a todo pulmón y no había forma de calmarla. Empezaría aquí una serie de noches en las que la pequeña no dormiría del tirón.

Casa EncantadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora