"16 de Marzo de 1992"
Los problemas con Aiden habían vuelto. La paz que había dado las visitas de Peter por el colegio había durado poco. No le había dado tiempo a ir ni un puñado de veces a recoger a su hijo al colegio, cuando los problemas habían vuelto.
Aquel lunes, el niño había salido del colegio con un ojo morado.
Durante el tiempo de recreo, tres niños cogieron a Aiden y comenzaron a pegarle. No pudo defenderse. Dos de ellos lo cogieron por los brazos y otro le pegaba. Sergio le hubiera ayudado, pero estaba dentro del edificio, en el baño. Cuando salió y vio a su amigo en esa situación, intentó ayudarle, pero ya era tarde. Le encontró tumbado en el suelo y a los otros tres chicos corriendo.
—¡Aiden, Aiden! ¿Estás bien?
Sergio se agachó para ayudar a su amigo a levantarse. Con tantos golpes, su amigo se encontraba de rodillas en el suelo.
—¡Mamá! –. Gritó a su madre pidiéndole ayuda mientras intentaba levantar a su amigo–. ¡Mamá!
El resto de alumnos permanecían impasibles, sin hacer nada por su compañero. Con respecto a los profesores que debían estar cuidando el patio, estaban en la sala de profesores. Tenían una reunión de última hora.
Nicky tardó más de diez minutos en atender la llamada de su hijo. Ella también estaba reunida con el resto de profesores.
Aiden se dirigió a la sala de profesores ayudado por su amigo.
—Bonnie, mamá, ¿nos podéis ayudar?
Las dos profesoras se levantaron de un brinco de los sillones donde estaban sentadas.
—¡Aiden! – Gritaron los dos acercándose al pequeño. – ¿Qué ha pasado?
Nicky le cogió en brazos.
—Mamá, tenemos que llamar a Peter o a su mujer.
Bonnie se le quedó mirando. No tenía forma de ponerse en contacto con ellos. Hasta ese momento no se había dado cuenta de ese problema. Pensaba que, yendo el padre del niño a recogerle los viernes, tenía sus problemas de comunicación resueltos. Era consciente de que la ficha de Aiden seguía incompleta, pero creía que iba a tener tiempo a lo largo del curso de poder rellenarla. Ya bastante había conseguido con que fuera a por el niño los viernes a la hora de la salida del colegio.
—Aiden, necesito que me des tu número de teléfono. Voy a llamar a tus padres para que vengan a por ti.
—No pueden, señorita. No están en casa.
—¿Dónde están? Tengo que hablar con ellos.
—Llegan a casa antes de que yo llegue a casa, pero no sé a qué hora.
Bonnie se quedó bloqueada. ¿Qué podía hacer? Estaba claro que no podía quedarse en clase y que su padre tenía que saber lo que había sucedido.
Se sentía culpable, muy culpable. No había podido proteger a su alumno de sus compañeros.
—Nicky, dile al director que he tenido que salir con Aiden – le pidió a su amiga –. Cuéntale lo que ha sucedido y que voy a estar en el médico con él.
Bonnie fue al aula para coger al abrigo del niño. Le ayudó a ponérselo y después se colocó el suyo. Cogió al niño en brazos y lo llevó a la consulta de Javier.
En cuanto llegó al ambulatorio, llamó a la puerta del médico. Le importaba poco en ese momento si estaba ocupado o no. Desde el interior, escuchó a alguien pedirle unos minutos. No tuvo más remedio que esperarse. Se sentó en una de las sillas de la sala de espera para estar más cómoda.
En cuanto el paciente que estaba siendo atendido se hubo marchado, la profesora, se incorporó. Le hizo un gesto al médico para que mirara al niño y comprendiera que aquello era algo que se salía de lo habitual.
—Pero, ¿qué ha sucedido? – Preguntó Javier alarmado –. ¿Por qué este niño está de esta manera?
Bonnie le contó lo que sabía. Le pidió que le revisara.
—No tienes por qué preocuparte – dijo el doctor–. No tiene nada grave. Solo tiene que descansar y cuidarse esos moratones.
La profesora se echó a llorar. Se sentía culpable por haber descuidado así el patio, aunque no fuera su turno de vigilancia. "Tenía que haber estado más pendiente de lo que le sucedía a este crío. Sabiendo los problemas que tiene, no debería haberme permitido el lujo de descuidarle". Se repetía a sí misma.
Aiden, que estaba terminándose de vestir en la camilla, se bajó de la misma y se acercó a ella. La abrazó con todas las fuerzas que pudo.
—No tiene por qué preocuparse, señorita. Yo voy a estar bien. A partir de ahora, tendré más cuidado y ningún niño se volverá a meter conmigo. Me defenderé con todas mis fuerzas para que usted no tenga que volver a llorar por mi culpa.
Javier, viendo el estado en el que se encontraba Bonnie, decidió llamar a su marido. No estaba para ir sola a ningún lado. En diez minutos, se presentó en el consultorio.
El doctor le puso al día de los acontecimientos, de lo que había sucedido.
—Bonnie, cariño, tranquila. Todo va a estar bien. – Le dijo Charles abrazándola.
—Necesito que me hagas un favor– dijo ella separándose de su marido–. Busca la manera de dar con Peter, su padre. Búscalo por el pueblo. Están fuera, supongo que en alguna revisión médica de la madre. Necesito hablar con él y no sé cómo localizarle.
Charles se sentó en un banco de la plaza a ver si veía pasar al padre del alumno de su esposa y Bonnie regresó al colegio junto a Aiden.
En la entrada del colegio, la esperaba Nicky.
—Tienes que ir a toda prisa al despacho del director. Quiere hablar contigo. No ha dicho el motivo, pero seguramente sea por lo sucedido con el niño.
—Ahora mismo voy. ¿Has terminado ya las clases? – Ella asintió. – ¿Puedes ir con Charles a la plaza? Está esperando a Peter. Si hay suerte, le verá pasar. Los dos niños están con él. ¿Puedes ayudarle?
Nicky le dio un par de golpes en el hombro como señal de apoyo. Le hizo caso y fue a buscar a su marido.

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Casa Encantada
Mystery / ThrillerBonnie es una profesora que acaba de aprobar las oposiciones. Por eso, junto a Charles, su marido y Mary, su hija, se mudan de Madrid a un pueblecito pequeño del norte de España. La familia cree que que van a poder tener una vida tranquila, aunque...