Capítulo 60

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"26 de Febrero de 1992"

Habían pasado unos días desde que Charles había estado en casa de Leonor. Seguía confundido con respecto a las historias que le había contado sobre Samantha. No sobre esa mujer en sí, más bien sobre los sueños que la gente tenía con ella. No terminaba de encajar que esas cosas sucedieran de verdad.

El domingo anterior le había contado a Bonnie lo que le había hablado con la anciana. En su momento le costó mucho que dejara de pensar en los sueños que tenía con ella. Le dijo que todo era coincidencia, que había visto a esa mujer en algún lado, aunque sabía que las posibilidades de que así fuera eran casi nulas.

Le costó mucho decírselo. No quería que volviera a alterarse por aquel asunto. Habían pasado unos días unos días hablando tan solo de ese tema. Aunque a Bonnie no le hacía mucha gracia, quedó con su marido en que iría al ayuntamiento a pedirle a Miguel que le buscara los diarios de Samantha.

Tardó algo más de lo deseado en hacer lo que tenía pendiente en el trabajo. Había épocas en las que odiaba sus funciones como contable. Se agotaba pensando en el trabajo que le esperaba.

A media mañana de aquel miércoles, con los niños en los carritos, fue al comprar el pan. En realidad, era una excusa. Nunca comían pan lo que había hecho de comida. Quería ir al ayuntamiento a hablar con el archivero. Quería pedirle como favor que le buscara los diarios de Samantha y se los llevara a casa. su impulso fue quedarse allí con él, buscar a su lado, pero tenía que volver a casa a terminar lo que tenía pendiente, por lo que no podía quedarse.

—No sé si habrá algo – le dijo Miguel–. No creo haber visto nada de lo que me pides en el archivo.

—Busca esos diarios, por favor– le rogó Charles–. Asegúrate.

El archivero remoloneó. Le gustaba poder hablar con alguien en horas de trabajo y si la visita se iba tan pronto, tendría que volver a su tedioso trabajo.

—Está bien. En cuanto sepa algo, te llamo.

—Te lo agradezco.

De vuelta a casa, Charles se encontró con Javier. El doctor había salido a tomar un café en su ratito de descanso.

—¿Dónde va el mejor médico que hay en este pueblo?

Se giró para ver quién le alagaba de forma tan chistosa.

—Hombre, Charles. Cuánto tiempo. O vienes mucho a mi consulta o nada. Y, lo peor, es que me tienes olvidado como amigo.

—Si, bueno, he estado liado. Entre el trabajo y los niños...

—Le has terminado cogiendo cariño a Michelle, ¿verdad?

Él asintió. Era normal, era un cielo de niño.

—Te invito a un café en casa – dijo el empresario–. Este maldito frío no se va y no quiero que se pongan malos.

Javier aceptó.

—Todo parece ir bien por casa.

—Si, es así. – Afirmó Charles. – Mary pasa las noches bastante tranquila, y los sueños de Bonnie vienen y va.

—¿Sigue teniendo sus pesadillas?

Él asintió. No quería detenerse mucho tiempo en aquel tema. Después de lo que había hablado con Leonor, tener una conversación sobre los sueños de su familia, se le hacía incómodo.

—Parece que no quieres hablar mucho sobre esto.

Charles le contó lo que había hablado con la anciana que vivía en la plaza.

—No me lo puedo creer – le contestó el médico–. ¿De verdad siguen con ese tema?

—Eso parece. ¿Quieres saber algo curioso?

—Por favor– sonrió –. Seguro que habrá algo en tu relato que me sorprenderá.

—Miguel, el archivero, me llevó unas fotos a casa. Eran todas de la familia Williams y sobre su hogar. Entre esas fotos, se encontraba una de Samantha, la última señora de la casa. Bueno, pues es ella la señora con la que mi mujer ha estado soñando todo este tiempo.

Javier le miró incrédulo. Era una casualidad bastante grande.

—¿Cómo es eso posible? ¿La ha visto por algún sitio?

Charles negó con la cabeza. Ninguno de los dos había tenido ninguna clase de contacto con aquella familia antes de que él comenzara a investigar. No habían visto fotografías en ningún sitio. Ya habían pensado en eso y más de una vez.

A Javier, todo aquello le pareció increíble. No entendía nada de la historia que le contaba su amigo. En el pueblo siempre se habían contado historias, lo tenía asumido. Pero los sueños sobre alguien que no se conoce, que nunca se ha visto, era otra cosa. No era algo sencillo de creer.

—En este pueblo pasan casas increíbles. – Bromeó el médico. – Fíjate las cosas que sueña tu familia.

—Bueno, no sé lo que soñó Mary.

—Puede algo que algo similar a lo que soñó Bonnie.

—A saber. Aún no puede hablar lo suficientemente bien como para contarnos lo que vivía mientras dormía.

Javier se encogió de hombros. Era cierto, la niña aún no podía contar lo que soñaba.

—¿Crees que puede haber estado soñando con lo mismo que su madre?

—No lo sé. – Contestó Charles. – Si de mayor se acuerda de algo, nos lo podrá contar.

—¿Estás seguro de que la niña estará bien?

Charles asintió. No había vuelto a tener malas noches. Todo con la niña había estado bien. Había vuelto a ser una chica sociable y muy dulce.

—¿Por qué te preocupas tanto por ella? – Le preguntó. – La niña está bien, de verdad.

De nuevo, Javier se encogió de hombros. Poco después, Bonnie regresó a casa. La conversación que estaban teniendo los dos hombres se quedó ahí. El doctor volvió al trabajo, dejando al matrimonio a solas.

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