Capítulo 80

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Aiden no se había vuelto dejar ver por el pueblo. No se le había vuelto a ver ir a la compra o al colegio. Toda la familia Williams había desaparecido del pueblo. Nada se sabía de ellos.

La gente que había tenido relación con el niño parecía haberle olvidado, como si no le hubieran conocido nunca. Lo cual era extraño. Con todo el revuelo que se había producido con la llegado con una familia que se apellidara de aquella forma. En el colegio, los pocos papeles que había sobre el niño, ya no estaban. Seguían incompletos, nunca habían sido completados, por mucho que Bonnie se hubiera empeñado en terminar de rellenarlos.

Charles estaba enterado de lo que el niño le había contado a Nicky. Como no, le parecía todo aquello le parecía una locura. Le contó a la amiga de su esposa lo que Miguel le había dicho con respecto al alquiler del caserón de las afueras. En definitiva, no existía documentación alguna de que la familia inquilina del caserón de las afueras existiera. Al menos, en ese pueblo.

Haciendo limpieza en casa, se encontró una foto antigua. Esta era original, no una fotocopia como las otras que le había dado el archivero del pueblo. En el dorso, ponía los nombres de quienes salían en ella. "Peter, Samantha, Aiden". Se fijó en sus caras. Pudo reconocer al niño y al hombre. Eran el alumno de su esposa y su padre.

Haciendo un esfuerzo, el empresario comenzó a atar cabos. ¿Sería posible que esa familia fuera el último eslabón de los Williams? Por un momento, se imaginó que así fuera. Pero, ¿Cómo era posible que el niño saliera a hacer la compra? ¿Qué hacían con la comida que compraba? Además, Sergio había dicho que la casa parecía estar en reformas. Si eran espíritus, ¿cómo era eso posible?

Con todos estos interrogantes, decidió ir a visitar a Leonor, la señora que había sido la última en salir del servicio de la Casa de los Williams y preguntarle sobre todo esto.

Llamó a la puerta.

—Buenos días, señora– saludó–. Quisiera...

La anciana le hizo pasar al salón. Le sirvió una taza de café que acababa de hacer y se sentó a su lado.

—Quieres saber algo más sobre la familia a la que estuve sirviendo, ¿verdad?

Él asintió.

—¿Recuerda a un niño que se mudó al pueblo hace poco? Se llama Aiden Williams– Le enseñó la foto que había aparecido en su casa.

—Bueno, de vez en cuando, algún miembro de la familia se deja ver por el pueblo. Quieren ayuda para dejar de estar encerrados en el caserón, pero poca gente parece recordarles cuando desaparecen. Quizás sea ese uno de los motivos por el que se les teme tanto. Además, de ese hombre hecho de sombras.

Charles le contó lo que había sucedido en su familia.

—La familia necesita ayuda y no precisamente de la gente del pueblo. Tienen que salir del caserón y os necesita.

El hombre le miró extrañado. No sabía a qué se refería. Aiden, que tenía confianza con ellos, les podía haber dicho lo que necesitaba.

—Quizás usted sepa qué es lo que quieren.

—De aquí a unos días, tu mujer despertará del estado en el que está. No tardarán mucho en darle el alta. Te darán una noticia, una buena. Solo tienes que aceptarla de buen grado, los dos tenéis que hacerlo.

—¿De qué se trata?

—Bueno, sois un matrimonio, ¿verdad? – Él asintió sin entender lo que aquella mujer quería decir–. Solo tenéis que pensar en un bonito nombre de chico. Eso y sonreír. No tendréis más complicaciones.

—¿Un hijo? – Comenzó a reírse a carcajadas–. ¿Es a eso a lo que se refiere?

—¿De qué te extrañas? Ese niño será Aiden. Tienes que ser consciente de eso. Tu mujer dará a luz el espíritu de ese bebé. Sus padres pasarán a otro mundo el día que el pequeño consiga nacer en una familia que le permita vivir la vida que no pudo tener.

—¿Cómo vamos a querer algo así? Mi mujer ha resultado herida por todo este asunto.

—Ese balazo, no ha sido cosa de la familia, eso te lo puedo asegurar. Hay una sombra maligna en esa casa.

Charles cambió de tema. No quería escuchar hablar nada más de sombras extrañas. Él por lo que se interesaba era por Aiden y su padre, en por qué aparecían en esa fotografía.

Sin haber salido aún de esa casa, el empresario recibió una llamada al teléfono móvil del hospital. Bonnie había despertado. Además, tenían otra noticia que darle. Estaba embarazada y, por azares de la vida, la bala no había tocado en absoluto al bebé. Todo el embarazo estaba yendo bien. Lo único extraño es que, hasta ese momento, no había sido detectado. Tenía doce semanas de gestación.

Ni él ni su esposa habían estado pendientes de su menstruación, pero eso implicaba que había tenido, al menos, dos faltas y que se quedó embarazada justo después de la última que tuvo. Aun así, dos meses sin el periodo, le parecía excesivo para que ella no se hubiera dado cuenta, con lo pendiente que siempre había estado de esas cosas.

Solo habían pasado unos minutos desde que Leonor le había dicho que esto iba a suceder. Al darse cuenta de esto, Charles se quedó totalmente blanco. Si había ido a aquella casa con escepticismo, haciendo un esfuerzo por creer en lo sobrenatural, sus dudas se disiparan en aquel momento. Tenía fe. En ese momento, no tenía dudas de lo que estaba sucediendo.

Las cosas habían cambiado en un segundo.

—En cuanto Bonnie salga del hospital, iros del pueblo. Volved a la ciudad, tened una vida tranquila y en paz allí.

—Eso lo debería hablar con mi esposa.

—Hazlo. Es la única manera de ayudar a la familia, de tener vosotros el tipo de vida que queréis.

Nada más salir de allí, Charles fue a casa a por Matthew y Mary y, todos juntos, fueron al hospital.

Curiosamente, Bonnie estaba bien. No le dolía nada y apenas tenía medicación. Al llegar las visitas, ya sabía que estaba embarazada y lo que rodeaba aquel embarazo. Antes de entrar en coma, no le había dado tiempo a salir del trance hipnótico al que su psicólogo le había inducido. Gracias a esto, su mente se había sumergido en un mundo donde se había podido relacionar con la familia Williams. Sabía de aquel asunto exactamente lo mismo que su marido.

—¿Qué hacemos? – Preguntó Charles.

—Sigue siendo nuestro hijo– le contestó su esposa–. Nacerá y le educaremos como a cualquier otro niño, pero lejos del pueblo, muy lejos. Volveremos a Madrid. Si no me dan el traslado después de terminar el curso, volveré a dar clases en la educación privada.

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