Capítulo 46

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"17 de Enero de 1992"

Durante la siesta, Bonnie consiguió relajarse. Cogería fuerzas para enfrentarse a lo que venía. Sabía que la reunión de aquella tarde con los padres iba a ser complicada. Ya había tenido muestra de ello un par de días antes.

Llegó al colegio sola. Nicky estaba con sus actividades extraescolares y Charles tenía que hacerse cargo de la niña.

Los padres estaban esperándola en la puerta del aula. Ella tuvo que ir a coger la llave a conserjería. No tardó más de tres minutos en hacer pedir que se abriera la clase, y hacer pasar a los participantes de su reunión.

Todas las caras allí presentes a Bonnie le resultaban familiares. Conocía a todos los padres. Dedujo enseguida que los progenitores de Aiden no habían acudido tampoco a aquella cita.

—Buenas tardes – saludó Bonnie–. Creo que todos sabemos por qué estamos esta tarde aquí.

Se mantenían en silencio. Se notaba a la legua que era una situación muy incómoda. Aun así, ese era un trance que todos debían pasar.

—¿Podemos pasar por esto lo antes posible? – Preguntó uno de los padres con tono asqueado–. Tenemos cosas que hacer.

—Todos tenemos mejores cosas que hacer antes de estar aquí, señor Anderson – respondió Bonnie. Pero esto es algo serio, muy serio.

Comenzaron a hablar sobre el tema. No era algo sencillo de tratar.

Bonnie no podía creerse que el apellido Williams pesara tanto y de manera tan negativa en aquel pueblo. Era tanto el recelo que se tenía ante él, que no veían más allá de él. No podían ver a un niño, únicamente un tonto nombre familiar.

_¿A alguno de ustedes le gustaría que a sus hijos alguien le hicieran esto?

La profesora intentó utilizar los mismos argumentos que había utilizado con los niños al poco tiempo de que Aiden entró en el colegio. Lo que en un principio había funcionado con ellos, con sus padres no lo hizo.

Empezaba a ver cuál era el problema. Los alumnos habían estado comportándose durante una temporada bien con el chico nuevo y, poco a poco, habían vuelto a tener malas actitudes. Empezaba a darse cuenta que todo era debido a la influencia negativa que los padres tenían sobre ellos.

Pronto se dio cuenta que no llegaría a buen puerto con ellos.

—Vamos a terminar de poner las cosas claras de una vez. Esta no son situaciones para poder enseñar a sus hijos. En el colegio hay que dar valores, al igual que en casa. Como aquí eso me resulta imposible, pediré al director que tramite mi traslado a otro colegio lo antes posible. Sus retoños, a los que quiero con locura, se quedarán sin profesora. Además, con el tiempo que tenga que seguir aquí, ninguno de sus hijos, absolutamente ninguno, se librará de tener reportes negativos en su ficha escolar si siguen con este tipo de comportamiento.

Los padres se quedaron paralizados. No querían que eso sucediera. No solo por los problemas lógicos que pudiera ocasionar quedarse sin profesora a mitad de curso, sino también por los niños en sí. Se habían encariñado con su profesora y, si esta se iba, si encontraba la forma de cumplir su advertencia, los niños lo pasarían mal.

—Voy a salir del aula durante diez minutos – dijo Bonnie –. Les voy a dejar hablar sobre el asunto. Cuando vuelva, quiero una respuesta.

La profesora sabía muy bien qué cartas tenía. Era consciente que sus alumnos la adoraban. Era algo con lo que no le gustaba jugar, pero lo creyó sumamente necesario para que el más reciente de sus discípulos no lo pasara mal en su infancia. Sobre todo, estaba dispuesta a realizar bien sus deberes como docente y no permitir ciertas cosas como aquella.

La conversación que tenían los padres entre ellos se escuchaba desde el pasillo.

Bonnie entró a el aula en silencio, con gesto serio. Había podido escuchar lo que decían y sabía lo que le iban a decir, por lo que le había dejado de preocupar el resultado de aquella reunión, pero debía disimularlo.

—Bueno, ¿qué han decidido ustedes?

Por un momento, se quedaron en silencio.

—Hablaremos con los niños – contestó uno de los padres –. No se meterán con los niños, pero no queremos que tengan más relación de la necesaria con ese niño.

Bonnie debía conformarse con aquella respuesta. No era lo que más le agradaba, pero por el momento, se conformaría.

La reunión había sido larga. Las discusiones eternas. Aquello había durado más de lo que ninguno de los asistentes hubiera deseado.

Al llegar a casa, la profesora se encontró con una visita. Miguel había ido a visitar a su marido.

Charles, en toda la semana, no había tenido tiempo para ir al ayuntamiento. Apenas había mirado las fotografías que se había llevado a casa. Imaginándose esto, el funcionario había pensado en llevarle algún documento que pudiera resultarle de interés.

Invitaron a Miguel a quedarse a cenar con ellos. Este reusó. Veía a la profesora cansada. No creyó conveniente quedarse y molestarles.

_Este fin de semana sacaré tiempo para leer todo lo que me ha traído este hombre. – Dijo Charles minutos después de despedir a su invitado, abrazando a su mujer. – ¿Qué tal ha ido la reunión con los padres?

Bonnie miró hacia el suelo. No contestó nada.

—Me imagino que no muy bien –. Volvió a intervenir el empresario.

—No demasiado.

Bonnie le contó los detalles de la reunión.

—¿Eso es suficiente para ti?

—No, pero por ahora he de conformarme. ¿Te imaginas lo que hubiera pasado si hubiese seguido presionando?

—Nada bueno, supongo.

—He tenido que ceder por el bien de Aiden. Si renunciara al puesto y llega otro profesor que no se preocupa por el bienestar de los niños...

Charles le dejó descansar a su mujer. Estaba agotada después de aquella reunión.

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