Capítulo 26

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"12 de Diciembre de 1991"

Charles estaba un poco nervioso. Llevaba así varios días.

Javier le había prometido llamarle en cuanto supiera algo sobre un buen pediatra al que llevar a Mary, pero aún no había tenido noticias suyas.

Cansado de esperar, decidió ir a ver al doctor en cuanto levantara y arreglara a la niña. No podía aguantar más.

Cogió a la niña y a Michelle, que, como todas las mañanas, Nicky le había dejado a su cargo y se dirigió a la consulta del médico.

Se sentó en la sala de espera del consultorio. Sabía que a media mañana hacía un descanso para tomarse un café y despejarse un poco. Ese sería el momento para poder hablar con él.

Al atender al último paciente, Javier le pasar al consultorio a Charles.

—Buenos días. – Sonrió el médico —. ¿Cómo estás? ¿A qué se debe tu visita?

—¿Sabes algo de Madrid o Barcelona?

—Que hay mucha contaminación, que son ciudades muy grandes, con mucha gente y que son preciosas. – Bromeó.

—Javier, que esto es serio, hombre.

—Tengo dos opciones. Ambas en Madrid. Esta tarde me iba a poner a terminar los informes que quería entregarte.

Charles sonrió. Vio el principio del fin de los problemas de Mary. Estaban más cerca de poder dormir tranquilos.

—No te molestes en terminarlos. Solo dime en quién he de depositar mi confianza. No creo que mi mujer y yo podamos decidir eso mejor que tú.

El médico se puso a revisar lo que tenía en sus informes inacabados.

—Por fama me decantaría por Diego Martínez. Lleva toda la vida dedicándose a la pediatría. Es una auténtica eminencia.

—Nos quedamos con él. ¿Nos podrías conseguir una cita?

—Si, claro. ¿Podréis ir a visitarle sin problemas? Me refiero a Bonnie. Trabaja en el colegio.

—No habrá problema. Si ella no puede venir, la llevaré yo. En eso no tenemos problema.

Javier sonrió. No se esperaba que se dividieran así las tareas de la casa.

—Entre hoy y mañana consigo la cita. En cuanto me llegue la notificación del día y la hora te llamo. O me paso por tu casa, como prefieras.

Charles sonrió. Quedaron en eso.

Al llegar a casa, dejó a los dos niños jugando juntos y se puso a trabajar. Llevaba un poco de retraso, por lo que se tenía que poner las pilas. Él llevaba la contabilidad de varias empresas y, aunque tenía de margen hasta marzo para tener formuladas las cuentas, quería tener todo lo más al día posible antes de que terminara el año. Había impuestos que, por su naturaleza, se debían saldar a principios de año y varias operaciones que no podía hacer con el año corriendo, pero las cosas que pudiera tener cerradas, las quería tener lo más atados posible.

A medio día llegó Bonnie junto a Nicky, la cual se llevó a su hijo.

—¿Ese no es el niño nuevo? – preguntó Charles –. ¿Nicky no se asusta de él?

—Si, es Aiden. Sergio le pidió hace unos días que le dejara ir un trozo del camino hasta casa con él. Ella aceptó.

Charles sonrió. Se sentía más tranquilo con ese tipo de comportamiento. No le hacía especial gracia que Nicky tuviera extraños y retorcidos pensamientos sobre la casa de las afueras. Menos aún le gustaba que pudiera discriminar al niño por su apellido. Era una tontería.

—Me alegro –. Sonrió.

Los dos juntos terminaron de poner la mesa. Dieron de comer a la niña y, justo después, comenzaron a comer ellos.

—Hoy he estado hablando con Javier – le comentó a su mujer –. He ido a visitarle al centro médico con los dos niños. Quería saber si había encontrado algún candidato a pediatra especialista en los problemas de la niña.

—¿Qué te ha dicho?

—Tenía dos médicos que le gustaban. Estaba transcribiendo unos datos de tal forma que nos resultara sencillo para nosotros decidir cuál es la mejor opción para la niña. Nos lo iba a pasar mañana. Al ir yo hoy al verle, directamente le he pedido consejo y me ha recomendado el que en su opinión es el mejor.

—¿Y quién es?

—Un tal Diego Martínez. Dice que es un buen pediatra. Se ha especializado en niños que aún no pueden hablar y decirle lo que le sucede. Tal vez él pueda saber qué es lo que le pasa.

—¿Tienes su número para pedir cita?

—De eso se encarga Javier. Por suerte es en Madrid y el alojamiento nos sale barato, porque lo que es la consulta, puede que te resulte algo cara.

Durante parte de la mañana, Charles había estado buscando por internet información Sobre Diego Martínez. Era médico privado y no precisamente barato. Eso sí, era toda una eminencia.

Había empezado a trabajar en la empresa privada prácticamente desde que empezó la carrera. Hacía cualquier tipo de trabajo. De las enfermeras aprendió mucho. De ellas, al fin y al cabo, es el control de las plantas de los hospitales.

Tras terminar la carrera y hacer el M.I.R., aprobó unas oposiciones y comenzó su labor como doctor. Pero pronto se desengañó. Encontró más problemas que beneficios. Trataba a los pacientes como animales, ya que el tiempo que tenía para cada uno era limitado. Fue por esto por lo que decidió emprender. Abrió una consulta propia.

Sus precios solían ser altos, pero a las familias que realmente lo necesitaban, o les cobraba poco o nada.

—Es un hombre de principios por lo que me dices. – Le dijo Bonnie a su marido tras escuchar las explicaciones de Charles.

—Si. Parece un buen hombre. Si es confiable...

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