Capítulo 29

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 "19 de Diciembre de 1991"

Aquella mañana, mientras Bonnie estaba en el trabajo, Charles terminó de hacer las maletas. No solo tenía que llevar ropita para él y para la niña. Tenía que coger juguetes, biberones y cosas por el estilo para la alimentación de la niña.

Salieron de casa alrededor de las cinco de la tarde.

Bonnie les besó. Abrazó con fuerza a su marido y le dio a su hija todos los besos que no le iba a dar hasta su regreso.

Tras verlos partir, la profesora se encerró en casa. No quería ver a nadie. Quería estar el mayor tiempo posible sola.

Aquella tarde tenía claustro. No solo al día siguiente se realizaba esta reunión. Empezaría aquella misma tarde, a las seis.

Tenía pocas ganas de ir al trabajo. Quería estar en Madrid, era evidente, pero ya que no podía estarlo, solo pensaba en estar al lado del teléfono.

Ambos tenían móvil, pero en las reuniones Bonnie debía tenerlo apagado. Las buenas formas no había que perderlas.

Echaría de menos a su marido y a Mary.

A las seis Bonnie estaba sentada en la sala de profesores. Hablaba con Nicky.

—Supongo que no estarás muy contenta de estar sola en casa. – Le preguntó. – Recuerdo algún viaje que Sergio tenía que hacer por trabajo.

—No, no lo estoy pasando especialmente bien. No me gusta estar sola y menos aún no estar con mi niña cuando me necesita.

—No tienes de qué preocuparte, Bonnie. Todo va a salir bien.

La reunión comenzó estando la conversación a medias.

A las nueve y media habían terminado de poner las notas a la mayoría de los grupos. El trabajo que les quedaba lo harían a la mañana siguiente.

_Bonnie, ¿qué te parece venir a dormir esta noche a casa?

_No te preocupes, Nicky. Estoy bien. En cuanto llegue a casa, llamaré a Charles. No creo que siga ya en la carretera.

_¿Estás segura?

Bonnie asintió. Quería estar sola. Seguía sin tener muchas ganas de estar con gente. Quería estar sola.

—Si necesitas algo, llámame. O ven a casa. Estamos a unas puertas de distancia –sonrió Nicky.

La maestra tuvo que ir al pueblo de al lado a por sus hijos, Sergio y Michelle. Les había dejado en casa de sus abuelos.

—Mamá, ¿podemos evitar pasar por la Casa de los Williams? – le preguntó Sergio a su madre al entrar en el coche–. Desde que te desobedecí, no me gusta pensar en nada que tenga relación con esa casa.

—No hay otra forma de llegar al pueblo tan rápido.

—Mamá...

—Sergio, no va a pasar nada. No siempre que te acerques a ella tiene por qué suceder algo que no puedas explicar.

Bonnie, por su parte, nada más llegar a casa, llamó a su marido. Suponía que ya habría llegado a Madrid.

_Charles, soy yo. – Dijo al escucharle descolgar el teléfono.

_Si, cariño. Estoy aquí. Acabamos de llegar a casa de tu hermano. Estaba a punto de llamarte.

—¿Estáis bien? – Preguntó–. ¿Cómo ha ido el viaje?

—Ha sido largo y cansado.

—¿Cómo se ha portado la niña? ¿Ha dado mucha guerra en el camino?

_No. Ya sabes que cuando salimos de viaje se porta como un angelito. No ha dicho nada, ni ha llorado. Sabes que es subirse al coche y quedarse dormidita.

Bonnie respiró aliviada. Era la primera vez que viajaban sin ella y le preocupaba saber si Charles se las había arreglado bien sin ella. Estar al volante y pendiente de la pequeña no es nada sencillo.

A lo lejos se escuchaba a la niña reírse. Se sintió bien al escucharla. Parecía estar tranquila.

_¿Me dejas hablar con la niña? – le pidió.

Charles le pasó el teléfono a su hija. Supuso que le gustaría escuchar la voz de su madre.

—¿Cómo está la niña más bonita del mundo? – Decía Bonnie con voz de niña, con la que siempre le hacía mimos a su hija.

Mary reía a carcajadas escuchando la voz de su madre. Parecía estar feliz, más contenta que de costumbre.

Unos minutos después, Charles volvió a tomar el control del teléfono.

—¿Has visto cómo todo va bien?

—Si, sí –.Contestó Bonnie –. ¿Y mi hermano? ¿Dónde está Matt?

—En la habitación que ha preparado para la niña y para mí. Incluso ha comprado una cuna para Mary. Ha comprado una para su edad. La que tenía aquí le viene pequeña.

—Aunque parezca estar un poco loco y ser un irresponsable, es un buen tío. Más cariñoso y atento de lo que a él le gustaría reconocer.

_Si, te lo dije. Todo va a estar bien, cariño. - Afirmó Charles. – No tienes nada por lo que angustiarte.

—Lo sé, lo sé. Os echo muchísimo de menos.

—Y yo– él hizo una pausa –. Te tengo que dejar. Tengo que dar de comer a la niña, bañarla y acostarla.

—¿Podrías dejarme hablar con mi hermano?

Charles pasó el teléfono a su cuñado.

—¡Mathew! ¿Cómo está mi hermanito?

—¡Canija! ¿Cómo van las cosas por ese pueblo perdido de la mano de Dios por donde estás trabajando?

—Rutinaria. Ya sabes. Quiero que me prometas una cosa.

—Claro, hermanita.

—Cuida a Charles y a Mary. Ve con ellos a la clínica mañana. Si ves que mi marido no quiere contarme alguna cosa que deba estar en mi conocimiento, házmelo saber. ¿Vale?

—Está bien, canija. No te preocupes, yo me ocupo de todo.

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