Capítulo 8

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"4 de octubre de 1991"

Nicky estaba alterada. Muy pocas veces le había contado a alguien aquella experiencia. Fue la primera vez que estuvo en ese caserón. Fue la primera vez que tuvo una experiencia que no podía explicar. Tras esta, tuvo algunas ocasiones en las que pudo tener contacto con lo sobrenatural. En un principio, estas se las callaría.

Bonnie escuchaba con extrema atención la historia que le contaba su amiga. No se podía creer que estuviera hablando en serio.

—Piensas que esto no tiene mucho sentido, ¿verdad?

—Nicky, los fantasmas no existen. Es imposible que vierais uno. Alguien se colaría en la casa de alguna manera.

—No digo que existan. No sé qué es lo que vimos, aunque tampoco encuentro una explicación racional a lo que vivimos. Es imposible que hubiera alguien allí dentro. Todos los accesos estaban sellados. Se hizo hace bastantes años por temas de seguridad. Como habrás podido observar al llegar al pueblo, no está en las mejores condiciones. En cualquier momento, se puede venir abajo.

Bonnie entendía por qué su amiga estaba en ese estado de nerviosismo. Si algo no es fácil de entender y sucede cuando somos pequeños, marca para toda la vida. Otra cosa muy distinta era que todo aquello no fuera producto de la imaginación de unos chicos aburridos.

Si las cosas eran cómo las estaba contando Nicky, no tenía una explicación sencilla.

—Quizás estabais cansados – le dijo Bonnie –. El calor del verano suele agotar a las personas, más aún cuando eres pequeño.

—Si solo hubiera sido ese día...

_¿Es por eso por lo que no quieres que Sergio se acerque a la casa?

Nicky asintió. No solo era porque la casa en sí fuera peligrosa por los años que tenía y que llevaba deshabitada. Se podía derrumbar en cualquier momento y, eso era motivo suficiente para querer que su hijo guardara distancia con ese lugar. Además, a saber con qué o quién se podría cruzar el niño ahí dentro.

Bonnie, como madre, podía entender qué sentía su amiga. A ella tampoco le gustaría que Mary, cuando creciera, se acercara a cualquier lugar que supusiera un peligro para ella. Otra cosa muy diferente era que creyera en aquella historia. Los fantasmas no existían. Todo lo que se percibe por los sentidos es lo único que existe.

Por la noche, en la hora de la cena, Bonnie le cuenta lo que le ha estado diciendo Nicky.

—¿Qué te pasa? – Preguntó Charles tras unos minutos en silencio por parte de su esposa – estás muy callada. Con lo charlatana que eres tú.

—Es que no sé cómo contarte esto. Es una locura.

Le contó todos los detalles que recordaba de la conversación con Nicky.

—Voy a acostar a la niña – dijo Charles poco después de haberle dado de comer. – Ahora seguimos hablando.

Se sentaron en el sofá, relajados.

—Me recuerda a la conversación que tuvieron las mujeres de la tienda. Contaban también cosas raras.

—No me digas que crees en todo esto.

—No es eso. Más bien creo que es sugestión, pero...

—Charles, eres hombre de ciencias. ¿No me digas que te planteas estas cosas?

—No, pero tampoco creo que todo lo que vemos sea todo lo que existe. Los animales tienen los sentidos más avanzados que nosotros. Según estudios desarrollados,

Bonnie empezó a recordar la época en la que conoció a su marido. Le encantaba las historias de miedo. Sabía todo lo que había que saber sobre fantasmas, psicofonías y edificios encantados de la ciudad. No era algo fácil de olvidar.

No es que a Charles le hubiera sucedido nada extraño a lo largo de su vida. No había tenido ningún encuentro con lo sobrenatural. Aun así, le encantaba esos temas. Aquella afición que no le venía de ningún lado.

El silencio se apoderó del ambiente.

Para Charles, aquellas historias le llamaban a investigar. Quería saber más de aquella casa.

—Bueno, cielo, al menos ya tengo algo con lo que entretenerme cuando Nicky y tú estéis trabajando y yo no tengo nada más que hacer que vigilar a los niños – sonrió. – Me plantearé cómo debo hacerlo.

—Tú y tus historias raras.

—Por cierto, se me ha olvidado comentártelo. Michelle habla muchísimo solo. Apenas juega con Mary.

—Sí, algo de eso me ha comentado Nicky. dice que se aísla muchísimo. Además, nos lo contó el día que la conocimos junto a los niños, ha estado compartiendo conmigo sus preocupaciones. Es un niño pequeño. Es normal que tenga amigos imaginarios.

Más de una vez, Bonnie le había contado que era algo normal. A lo largo de la carrera de la profesora no se había encontrado con ningún caso de este tipo. Aunque tampoco había tenido un alumno que hubiera perdido a su padre.

Sergio tenía experiencias similares a la de su hermano, aunque se había encerrado en sí mismo. Aunque él era más mayor.

Los dos hermanos habían tenido formas distintas de afrontar la ausencia de su padre.

Por otro lado, Michelle no había conocido a Sergio. No tenía por qué echarle de menos. Pero todos los bebés reconocen cuando las cosas no van como deberían.

—Supongo que esa es la manera que tiene el bebé de enfrentarse a la situación de tensión por la que ha estado pasando.

Charles se quedó callado. Era su mujer la que había estudiado para educar a niños. Era la especialista en estos temas.

—¿Cuántas veces te has encontrado con algo así?

—Ninguna, Charles. Tampoco me había encontrado con ningún niño que no hubiera conocido a su padre.

—El niño no ha conocido a Sergio. ¿Cómo puede ser que tenga un amigo imaginario debido a eso?

—Por las tensiones que ve a su alrededor. Nicky y Sergio echan mucho de menos al marido de la vecina. Es normal, ¿no crees?

Poco después se fueron a la cama. Había sido un día un poco largo para la profesora. Había temas que la sobrepasaban.

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