Capítulo 70

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"26 de Marzo de 1992"

El día anterior Bonnie había tenido consulta con Bernard. Las cosas habían terminado de la misma manera que la vez anterior. Las cosas iban más despacio de lo que se había imaginado, pero hasta que no consiguiera hacerse con el comportamiento de su cuerpo en sus sueños, no podían avanzar como a ella y al psicólogo les gustaría.

Nicky había quedado con su amiga después de la consulta. Por razones diversas y ajenas a las dos profesoras, se habían suspendido las actividades extraescolares de aquel día, por lo que se habían liberado de aquella responsabilidad.

Salieron con los tres niños a dar un paseo. Quisieron, por una vez en muchísimo tiempo, ir a tomar un café al bar de la plaza. Aunque el dueño del local ya había puesto alguna mesa en el exterior, prefirieron sentarse en el interior, al lado de una ventana. Aunque las nieves ya habían quedado atrás, aún hacía frío y el cielo no dejaba de amenazar con llover.

A través del cristal, vieron a Peter Williams. Las saludó. Con un gesto, les pidió que salieran. Ellas salieron para averiguar qué querían.

—Buenas tardes– saludó el señor–. Perdonen que las moleste. Nicky, quisiera saber si va a dejar a su hijo ir al cumpleaños de Aiden.

A la profesora le dio un vuelco el corazón. No sabía qué responderle. Aún no lo había decidido.

Le hizo pasar al interior del bar para hablar a lo calentito.

—Si le soy sincera, aún no lo he decidido.

Peter la miró extrañado. Sus explicaciones eran escuetas.

—¿Por qué? Los niños son muy buenos amigos. a mi hijo le encantaría pasar ese día con él. – Guardó silencio unos segundos. – Además, es el único amigo que tiene y al único niño al que ha invitado.

Nicky estaba en un apuro. No solo a Aiden le gustaría que su amigo fuera a la fiesta. A Sergio también le gustaría acudir. Por ese lado, ella no tenía problemas.

—Disculpe que sea tan directa– le pidió Nicky–. ¿En serio viven en casa de los Williams? – sus ojos estaban abiertos como platos. Esperaba una respuesta que le permitiera estar tranquila al dejar a su hijo ir a aquella fiesta.

—Nosotros somos la familia Williams– respondió él sin entender bien el sentido de la pregunta.

—Se refiere al caserón de las afueras–. Matizó Bonnie–. Pertenecía a una familia que se apellidaba igual que la suya. Exactamente igual– matizó–. Los dos apellidos coinciden.

Nicky no se había enterado de eso. Su amiga se había enterado aquella misma mañana y aún no había tenido tiempo de decírselo.

—¿La casa de las afueras? – preguntó Peter–. Esa es nuestra casa– sonrió. – Menuda casualidad que la anterior familia tenga los mismos apellidos que nosotros. Con todos los apellidos que hay en el país...

Las profesoras rieron.

Peter miró a Nicky esperando su respuesta. Esta seguía sin saber qué decirle. Lógicamente no podía decirle los motivos por los que no estaba segura de dejarle ir. Que una profesora temiera en lo sobrenatural no era apropiado. Por mucho que estuviera segura de que lo vivido en los alrededores de aquella casa era cierto, era algo que no podía contarle a alguien ajeno al pueblo. No era apropiado.

—¿Sucede algo?

Nicky negó con la cabeza.

—Si estamos ese fin de semana aquí, iremos. Aún no sé si iremos a ver a los abuelos paternos de mis hijos.

Peter se despidió creyendo en la palabra de la profesora.

Las dos chicas le acompañaron a la puerta de la cafetería hasta verle llegar a la esquina que debía girar para ir a casa. antes de pasar a la siguiente calle, Peter se dio la vuelta y regresó hasta ellas.

—Que no quieras dejar ir a Sergio al cumpleaños de mi hijo, no tendrá nada que ver con las historias sobre mi casa que recorren el pueblo, ¿verdad?

El empresario se había acercado tanto a la profesora, que sentía su aliento en la cara. Consiguió intimidarla, aunque a la vez, aunque estaba segura que no le iba a hacer nada, como si por alguna razón no fuera capaz de hacerle nada. Podría hacerle daño de mil maneras. Las sensaciones que le dio en ese momento, eran extrañas.

—No– susurró Nicky. – Bueno...

—Continúa.

—Si me asusta esa casa. Ha estado tanto tiempo abandonada, que me da miedo que el niño vaya.

Nicky mintió. Si era cierto que el estado físico de la casa le preocupaba, pero también había algo más. Entre otras tantas cosas, por lo que el niño y ella habían visto frente a la casa.

—La casa está rehabilitándose. Estamos trabajando en eso. Va lento, muy lento. En el cuarto donde van a estar los niños van a estar seguros, por lo que no van a correr ningún riesgo.

Por alguna razón, toda la tensión que tenía debido a la fiesta, se disipó. Sus dudas fueron a menos.

Viendo a Nicky más tranquila con aquel tema, Peter retomó su camino.

—Gracias– le gritó a la distancia.

Peter miró hacia atrás. Entendía los argumentos que le había dado para dudar en si era conveniente llevar al niño a su casa o no. Sospechaba que había algo más, que las historias que se contaban entorno a su propiedad, podían hacer mella en su decisión.

No entendía en qué pensaba la gente del pueblo al ver aquel lugar de aquella manera.

Como muchas personas nuevas en el pueblo, le confundía la creencia de toda una población en que una casa pudiera estar encantada. Esas situaciones siempre le habían hecho gracia, aunque esta vez no le resultaba tan chistosa.

Por su lado, Nicky pasó toda la tarde hablando de ese mismo tema con Bonnie. Estaba casi segura de permitir a su hijo ir a aquella celebración, pero aún no estaba del todo segura. Ya sabía que la opinión de su amiga era que el niño debía ir. El niño quería ir y ella no sabía. Le preocupaba darle la invitación por razones que ambos conocían. Esto, para ella, era sinónimo de buena voluntad por parte del niño. No quería volver a perder la confianza de su madre.

Al despedirse las dos profesoras, Nicky tenía las cosas más claras. Sopesó toda la información que tenía. 

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